lunes, 14 de agosto de 2017

“Psicoterapia espiritualmente integrada”, 2007. Kenneth I. Pargament

  El psicoterapeuta Kenneth Pargament ha escrito un libro no acerca de la relevancia psicológica de la espiritualidad en el comportamiento humano, sino más bien acerca de cómo abordar la cuestión espiritual en la práctica de la psicoterapia.

La psicoterapia espiritualmente integrada es una visión del tratamiento que reconoce y se refiere a la espiritualidad del cliente, la espiritualidad del terapeuta y el proceso de cambio (…) Descansa en la asunción de que la espiritualidad es una dimensión vital para muchos clientes.

  Pero la visión práctica de este terapeuta tiene un interés mayor, dado que, si bien la mayoría de los pacientes “espirituales” que acuden al terapeuta desarrollan vivencias de “espiritualidad convencional” (la que es de esperar en los fieles de iglesias cristianas), cuando el psicólogo aborda la cuestión, muchas más características propias de la “existencia espiritual” salen a la luz.

Podemos encontrar lo espiritual en una pieza de música, la sonrisa de un extraño que pasa, el color del cielo al oscurecer, o una oración diaria de gratitud al despertar  (…) Somos más que seres psicológicos, sociales y físicos, somos también seres espirituales (…) ¿Cómo el terapeuta comprende la espiritualidad? ¿Cómo se dirige el terapeuta a la dimensión espiritual en la psicoterapia? Estas cuestiones son el centro de este libro.

  También es cierto que la dimensión espiritual abarca demasiadas cosas como para limitarla a una serie de estrategias prácticas en el desempeño de la psicoterapia, pero el autor sabe que escribir sobre la naturaleza de la espiritualidad y su futuro sería una tarea de una amplitud colosal.

Durante buena parte de mi carrera, he estado buscando el equivalente de una teoría del campo unificado en la psicología de la religión, una perspectiva que pudiera proporcionar unidad a la teoría, investigación y práctica clínica

  Baste con saber que existe esta pretensión.

La espiritualidad habla a lo mejor de la naturaleza humana (…) Gran número de estudios empíricos e informes clínicos señalan la misma conclusión: la espiritualidad juega un papel positivo en las vidas de mucha gente (…) Las expresiones de espiritualidad reflejan un deseo natural humano: el deseo de conocer algo trascendente, algo ilimitado, y algo de valor y verdad definitivos.

La espiritualidad habla de las asunciones más fundamentales de la vida, las creencias más profundas y los asuntos más sagrados.

Las cualidades de trascendencia, de carencia de límites y de lo definitivo son normalmente asignadas a lo divino, pero pueden también ser vistos dentro de otros aspectos de la vida.

  Decir que la espiritualidad se refiere a las “asunciones más fundamentales” quiere decir que

los símbolos de fe no pueden ser reemplazados por otros símbolos, tales como los artísticos, y no pueden ser desplazados por el criticismo científico. Tienen una posición propia en la mente humana, de la misma forma que la tienen la ciencia y el arte

    Aquí aparece una cuestión que interesa especialmente al terapeuta que se enfrenta a los problemas de conducta humanos. Si lo espiritual es lo definitivo, la razón última, ¿implica la solución a toda la problemática humana?

  Por una parte:

La espiritualidad con más frecuencia está implicada en resolver problemas psicológicos que en producirlos.

  Pero también:

“Espiritualidad” no es un sinónimo por “bondad”. A lo largo de la historia, la gente ha justificado las conversiones forzadas, los suicidios, tortura y genocidio en el nombre de cualquier cosa que se mantuviera como sagrada

La investigación muestra que la espiritualidad es generalmente beneficiosa, pero no invariablemente

La espiritualidad puede ser una fuente de problemas tanto como de soluciones; no es inherentemente positiva

  Pero ¿debería seguir siendo así? Pargament cree que hay “espiritualidades erróneas”, la espiritualidad “no integrada”. Por ejemplo, cuando menciona los “dioses pequeños”

Los dioses más pequeños representan un problema porque no logran aportar luz a los más profundos dilemas de la vida

  Entendemos por “dioses pequeños”, por ejemplo, a aquellos que se limitan a imponer mandatos y prohibiciones a cambio de favores materiales, pero Pargament podría también haber mencionado las imperfectas ideologías que pretenden crear alternativas a la religión, como el marxismo, también “un pequeño Dios”.

Diría que la espiritualidad más efectiva es una espiritualidad bien integrada, una cuyas partes componentes funcionan juntas en sincronía las unas con las otras.

  Estas partes componentes en sincronía suponen que los beneficios de hallar la razón última, la guía moral y el refuerzo emocional correspondiente no implicarían, como en muchos casos sucede, sacrificios terribles en la vida social.

  En conjunto, visto desde la perspectiva del “desarrollo civilizatorio”, se diría que la espiritualidad ha impulsado el progreso moral (y por tanto social) de la humanidad, pero que no todas las manifestaciones espirituales han sido siempre efectivas. Por otra parte, Pargament no plantea la cuestión de si puede hacerse una buena vida sin componente espiritual. Aparentemente, sí: uno puede mantener buenas relaciones privadas y públicas en el ámbito humano sin preocuparse mucho por las respuestas últimas, por las asunciones más fundamentales de la vida, las creencias más profundas y los asuntos más sagrados. Pero no parece que esto pueda ser la norma general. Hasta el momento no parece haberlo sido.

La espiritualidad ayuda a la gente a afrontar las limitaciones humanas. Ofrece soluciones a los problemas que no son meramente sustitutos de las soluciones seculares

     Aparentemente, un enfoque espiritual de la problemática humana, en tanto que se refiere a las “causas últimas”, a aquello que no puede ser sustituido por nada, a lo “sagrado” (aquello que instintivamente nos dirige hacia el bien o nos lleva a evitar el mal), tendría la ventaja de lo inequívoco. E incluso otra probable ventaja: el razonamiento de las “causas últimas” ("pensamiento de alto nivel") parece estar relacionado con la mejora de las habilidades cognitivas en general.

Recurriendo a la dimensión espiritual en el proceso de ayuda, los psicoterapeutas podrían aumentar su capacidad para la esperanza y las soluciones a los problemas más profundos de la vida

“Lenguaje psicoespiritual” [se refiere a] conceptos psicológicamente significativos que portan connotaciones ricas, emocionalmente poderosas, que invitan a la exploración espiritual  (…) Palabras que contienen cualidades sagradas tales como “paz”, “valor”, “solaz”, “sostenimiento”, “devoción”, “fe”, “esperanza”, “amor”, “dejarse ir”, “perdón”, “lamentación”, “desesperación” y “sufrimiento”. Incluso si bien ninguno de estos términos es explícitamente religioso, algunos especialistas clínicos pueden encontrar esta clase de indagaciones acientíficas y meramente sentimentales.

    Ahora bien, Pargament, como terapeuta, solo atiende las cuestiones espirituales si sus clientes así lo solicitan. El terapeuta no debe afrontar toda cuestión desde el punto de vista espiritual (eso sí lo hace el sacerdote), sino que debe estar dispuesto a ser receptivo al enfoque espiritual que le plantea la persona necesitada.

Una psicoterapia espiritualmente integrada asume que los clientes con frecuencia traerán cuestiones espirituales a la consulta, y anima a los clientes a dar voz a lo que puede ser difícil de expresar

  Otra cosa sería si existiera una visión de la espiritualidad propia de la psicoterapia misma, un recurso de ayuda puramente psicológico y expresado desde la característica honestidad de la ciencia. Pero ese tipo de espiritualidad basada en la racionalidad altruista no existe hoy aún. La espiritualidad de la que disponemos hoy tiene orígenes tradicionales, heterogéneos… y reveladores.

El afrontamiento espiritual de la problemática vital parece ayudar particularmente a la gente con menos recursos personales y sociales. Los mayores beneficios del afrontamiento espiritual han sido descubiertos en los miembros de los grupos minoritarios, los ancianos, la gente menos educada y más pobre

    Los más humildes y los que más sufren son los más necesitados de “consuelo espiritual” (también son los que más difícilmente pueden pagarse un psicoterapeuta). ¿Eso quiere decir que los más inteligentes, afortunados y capacitados pueden llevar una vida superficial y materialista con más comodidad?

  Sin embargo, resulta curioso que las sociedades más prósperas, donde más abundan las personas ateas y aparentemente sin preocupaciones espirituales, sean también las sociedades donde se da una mayor preocupación moral en beneficio de los desfavorecidos. Esto podría quedar explicado si nos fijamos en que en todas estas naciones coincide el mismo origen histórico de ser sociedades donde hace un par de siglos prosperó una determinada tradición espiritual (el cristianismo reformado). Así, resulta que las sociedades parecen alcanzar la riqueza, y con ella el distanciamiento de las tradiciones espirituales, a partir de su propia evolución espiritual. Y que es el consuelo a los desfavorecidos la marca característica determinante.

   Sea por el consuelo psicológico alcanzado gracias a las tradiciones a las que recurren los que carecen de bienes materiales, sea por el consuelo que las sociedades que han absorbido la pasada tradición espiritual proporcionan materialmente a los más desfavorecidos, la cuestión es que en el progreso moral (y material) se ve implicada la naturaleza espiritual del ser humano.  Todos los desposeídos suelen recurrir al consuelo de la espiritualidad, pero solo ciertos tipos de espiritualidad (¿”integrada”?) llevan a la mejora moral (y material)… y con ella a un claro distanciamiento de las tradiciones espirituales más antiguas.

  Y la estrategia general de la psicoterapia coincide con la de la espiritualidad “compasiva”, de las religiones moralistas aparecidas desde hace tres mil años en adelante

La narrativa religiosa da forma al significado y, para muchos, es la influencia cognitivo-afectiva predominante que organiza la experiencia, influencia la emoción, construye el significado y gobierna el comportamiento

Cambiar las imágenes y significados de los sucesos traumáticos al reexperimentarlos en un contexto más benevolente es una parte central de la terapia cognitivo-conductual

  Quedémonos al final con la evocación de una curiosa experiencia en la psicoterapia: un cliente acude preocupado porque su esposa no comprende la dimensión espiritual de una afición tan sencilla como el gusto de un hombre adulto por entrenar a niños a jugar al fútbol.

El fútbol era parte de la belleza, no solo un juego sino una forma de poesía que lo conmovía al nivel más profundo. Recordaba jugar como un niño y los momentos que entonces experimentaba de pura alegría, como si hubiera dejado que sus pies lo transportaran al cielo. El podía a veces volver a experimentar estos sentimientos cuando su equipo del colegio [que el sujeto analizado entrenaba] jugaba bien conjuntado. Al enseñar a jugar a otros niños, él creía que estaba pasando un don que se le había dado. Resultaba que tanto [el entrenador como su esposa] estaban hablando el lenguaje de lo sagrado, si bien no mencionaban a Dios (…) Era un conflicto espiritual, una lucha sobre diferencias con respecto a sus sueños sagrados. Este reconocimiento fue un punto crucial en la terapia. Su conflicto de pareja [esposa y marido, acerca de la pasión de él por el futbol] había crecido como un problema espiritual, y eso llevaba a una solución espiritualmente sensible.

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