lunes, 22 de julio de 2013

“La interpretación de las culturas”, 1972. Clifford Geertz

   Clifford Geertz es uno de los clásicos modernos de la antropología y, como todo clásico, ha creado escuela. La de Geertz ha sido denominada “antropología simbólica” y se podría decir que trata de determinar el objeto de conocimiento básico del comportamiento humano específico: éste sería el símbolo.

Los símbolos son estrategias para captar situaciones.(…) El hombre necesita fuentes simbólicas de iluminación para orientarse en el mundo, porque la clase de fuentes no simbólicas que están constitucionalmente insertas en su cuerpo proyectan una luz muy difusa. Si no estuviera dirigida por estructuras culturales —por sistemas organizados de símbolos significativos—, la conducta del hombre sería virtualmente ingobernable.

Símbolo es cualquier objeto, acto, hecho, cualidad o relación que sirva como vehículo de una concepción (la concepción es el "significado" del símbolo). También pueden considerarse formulaciones tangibles de ideas, abstracciones de la experiencia fijadas en formas perceptibles, representaciones concretas de ideas, de actitudes, de juicios, de anhelos o de creencias.

Los símbolos son en su mayor parte palabras, pero también gestos, ademanes, dibujos, sonidos musicales, artificios mecánicos, como relojes, u objetos naturales como joyas, cualquier cosa, en verdad, que esté desembarazada de su mera actualidad y sea usada para imponer significación a la experiencia.

Existe un concepto de cultura entendida como sistema de símbolos en virtud de los cuales el hombre da significación a su propia experiencia. El sistema de símbolos es la fuente de información que da forma, dirección, particularidad y sentido a un continuo flujo de actividad.

El símbolo supone, en los pueblos primitivos, una significación vagamente concebida pero intensamente sentida.

El pensamiento consiste en un tráfico de símbolos significativos que son objetos de la experiencia.(…) El pensamiento reflexivo puede ser entendido no como un hecho que ocurre en la cabeza, sino como un cotejo de los estados y procesos de modelos simbólicos con los estados y procesos del mundo.

Lo esencial para el ser humano es la existencia de un sistema público de símbolos de alguna clase

  Por supuesto, es mucho más complicado que explicar que la cultura humana se forma a través de símbolos, pero sí parece cierto que el símbolo es la gran creación del ser humano que nos diferencia del resto de vertebrados superiores. Nadie discute, por ejemplo, que simios y pájaros tienen sus propias culturas (es decir, sus propios rasgos de comportamiento transmitidos de generación a generación mediante la imitación, independientes de la herencia), pero el hecho es que ningún animal conoce los símbolos (algunos "grandes simios" muy inteligentes pueden ser enseñados los rudimentos del lenguaje simbólico, pero nunca lo generan por sí mismos).

  Aunque el símbolo pueda parecer desde el punto de vista de nuestra sociedad occidental contemporánea algo vago, irracional y accesorio, se trata de la base mínima para llegar a interpretar el entorno, tanto el entorno natural como el que forman nuestros semejantes. Y aun hoy, aunque a veces no nos demos cuenta, no podemos vivir sin ellos. Simplemente, el símbolo nos permite transmitir concepciones complejas de la realidad, porque la realidad en sí es inabarcable mediante la simple aplicación de los sentidos por un individuo.

La cultura se comprende mejor no como complejos de esquemas concretos de conducta —costumbres, usanzas, tradiciones, conjuntos de hábitos—, sino como una serie de mecanismos de control —planes, recetas, fórmulas, reglas, instrucciones (lo que los ingenieros de computación llaman "programas")— que gobiernan la conducta. El hombre es precisamente el animal que más depende de esos mecanismos de control extragenéticos.

  Hasta el punto de que el manejo de estos mecanismos de control se hace imposible si no codificamos la información que contiene en formas simbólicas, pero estas formas, a su vez, nos esclavizan a determinados modelos que dificultan los cambios.

La caracterización de individuos humanos consiste en que las gentes de todas partes han desarrollado estructuras simbólicas en virtud de las cuales las personas son percibidas no como meros o simples miembros del género humano, sino como representantes de ciertas claras categorías de personas, de clases específicas de individuos. 

  Clifford Geertz es considerado un antropólogo “humanista” y, por tanto, mantiene la esperanza de que alguna vez los cambios culturales (con sus símbolos) acaben llevando a una forma de vida más satisfactoria que las que atestigua el pasado conocido.

  Los antropólogos no suelen ser optimistas, ya que ninguno de ellos, en sus pesquisas etnográficas, ha encontrado jamás al "buen salvaje" del que hablaron los ingenuos comentaristas del siglo XVIII, sin embargo, al clasificarse diferentes culturas, al estudiarse éstas de cerca, aparecen instrumentos, mecanismos de cambio, conocimientos transmisibles que hacen ver que las diversas formas sociales responden de forma diferente a problemas semejantes. Estas posibilidades de cambio (nuevos símbolos, nuevas culturas) son las que aportan esperanza.

El objetivo de la ciencia era buscar en la cultura principios universales y uniformidades empíricas que, frente a la diversidad de las costumbres en todo el mundo y en distintas épocas, pudieran encontrarse en todas partes y aproximadamente en la misma forma, y relacionar tales principios universales, una vez encontrados, con las constantes establecidas de la biología humana, de la psicología y de la organización social. Así se podría especificar qué rasgos culturales son esenciales a la existencia humana y cuáles son meramente adventicios, periféricos u ornamentales. Habría que cotejar supuestos universales con postuladas necesidades subyacentes e intentar mostrar que hay cierta buena correspondencia entre ambas cosas.

El hombre es el animal más emotivo así como es el más racional, necesita de un control cultural muy cuidadoso de los estímulos que pueden asustarlo, encolerizarlo, angustiarlo, etc. —mediante tabúes, homogeneización de la conducta, rápida "racionalización" de estímulos extraños en términos de conceptos familiares, etc.- para evitar una continua inestabilidad afectiva, una constante fluctuación entre los extremos de la pasión.

  Pero los conocimientos de los que disponemos en la actualidad no nos permiten más que atestiguar los cambios acontecidos en el pasado y, quizá, las estructuras básicas del ser humano a la hora de concebir la realidad que le rodea. Geertz distingue

tres perspectivas importantes de conformidad con las cuales los hombres ven el mundo: la perspectiva del sentido común, la científica y la estética.

El mundo cotidiano de los objetos y actos prácticos que responden al sentido común, es la realidad suprema en la experiencia humana.

La perspectiva estética supone una suspensión del interés práctico en tanto que se permanece en las apariencias, alcanzando la contemplación de las cualidades sensoriales sin sus habituales significaciones 

La perspectiva científica para captar el mundo se caracteriza por la duda deliberada y la indagación sistemática, la suspensión del motivo pragmático en favor de la observación desinteresada y el intento de analizar el mundo mediante conceptos formales cuya relación con las concepciones informales del sentido común se hacen cada vez más problemáticas.

   A estas tres perspectivas se sumaría una muy peculiar, y presente en todas las civilizaciones del pasado: la religiosa

La perspectiva religiosa difiere de la del sentido común en el hecho de que va más allá de las realidades de la vida cotidiana para moverse en realidades más amplias que corrigen y completan las primeras.

La perspectiva religiosa difiere de la perspectiva científica por el hecho de que cuestiona las realidades de la vida cotidiana, no a causa de un escepticismo institucionalizado que disuelve lo dado en el mundo en una maraña de hipótesis de probabilidad, sino porque postula como verdades no hipotéticas esas realidades más amplias.   

Y difiere de la perspectiva artística porque en lugar de desembarazarse de toda la cuestión de lo efectivo y de crear deliberadamente una atmósfera de semejanza e ilusión, ahonda el interés por lo efectivo y trata de crear una aureola de extrema actualidad. En este sentido de lo "realmente real" es en lo que descansa la perspectiva religiosa y a lo que las actividades simbólicas de la religión como sistema cultural están dedicadas

Es en alguna clase de forma ritual —aun cuando esa forma sea tan sólo la recitación de un mito, la consulta de un oráculo o la decoración de una tumba— donde los estados anímicos y motivaciones que los símbolos sagrados suscitan en los hombres y donde las concepciones generales del orden de la existencia que ellos formulan para los hombres se encuentran y se refuerzan los unos a los otros. 

  En una concepción de la cultura humana como una red de interpretaciones simbólicas, la importancia de la religión, productora constante (a través de una intrincada evolución) de nuevos símbolos, equivale a considerar la religión como un instrumento básico de cambio. Y, por lo tanto, de esperanza humanista.

La religión asegura el poder de nuestros recursos simbólicos para formular ideas analíticas en una concepción con autoridad sobre la realidad toda; por otro lado, asegura el poder de nuestros recursos también simbólicos para expresar emociones (estados anímicos, sentimientos, pasiones, afectos) en una similar concepción de su penetrante tenor, de su inherente tono y temperamento.

La fuerza que tiene una religión para prestar apoyo a valores sociales consiste, pues, en la capacidad de sus símbolos para formular un mundo en el cual tales valores son elementos constitutivos fundamentales. Los hechos no están sencillamente presentes y ocurren sino que tienen una significación y ocurren a causa de esa significación. 

  Ahora bien, la religión no es la única solución posible para la humanidad. Ya hemos citado antes la perspectiva científica, algo que supone una creación reciente. Y a la hora de interpretar el comportamiento social. Geertz distingue una serie de visiones en perspectiva de la cultura humana que podemos captar gracias al criterio científico y que pueden guiarnos a hallar soluciones: tenemos “ethos”, “cosmovisión” e "ideología".

El ethos de un pueblo es el tono, el carácter y la calidad de su vida, su estilo moral y estético, la disposición de su ánimo. (...) Su cosmovisión es su retrato de la manera en que las cosas son en su pura efectividad; es su concepción de la naturaleza, de la persona, de la sociedad.

Ethos y cosmovisión corresponden, respectivamente, al estilo de vida aprobado y la supuesta estructura de la realidad.

  Es decir, se trata de elementos distinguibles de una cultura determinada que se expresan simbólicamente.

La religión, al fusionar ethos y cosmovisión, confiere a una serie de valores sociales lo que quizás éstos más necesitan para ser obligatorios: una apariencia de objetividad. 

Dos clases de disposiciones son suscitadas por las actividades religiosas: estados de ánimo  y motivaciones (una motivación es una tendencia persistente, una inclinación permanente a realizar cierta clase de actos y experimentar cierta clase de sentimientos).

En la doctrina del pecado original está también inserta una recomendada actitud frente a la vida, una perdurable serie de motivaciones así como un reiterado estado anímico.

Se puede decir que un hombre es "religioso" respecto del golf, pero no si tan sólo lo practica con pasión y lo juega los domingos; ese hombre debe también ver el golf como simbólico de alguna verdad trascendente.

  Con lo que es la religión la que ha permitido, a lo largo de los tiempos, participar al individuo en la transformación de su cultura al elaborar nuevos significados, incluidos los “trascendentes”, los significados últimos.

    Y en cuanto a la ideología…

Las ideologías deben ser entendidas como sistemas de símbolos en interacción, como estructuras de entretejidas significaciones. Las ideologías transforman el sentimiento en significación y lo hacen así socialmente accesible

Las ideologías suministran una guía a la actividad política, una imagen para comprenderla, una teoría para explicarla y una norma para juzgarla.

La ideología es una reacción estructurada a las tensiones estructuradas de un rol social.  La ideología salva la brecha emocional entre las cosas tales como son y las cosas tales como desearíamos que fueran y así asegura el desempeño de roles que de otra manera podrían ser abandonados a causa de la desesperación o la apatía. 


  Con lo que no nos queda clara la diferencia entre “ideología” y “religión” (¿quizá que, supuestamente, todas las "ideologías" son de tipo político?, ¿o quizá se trataría del efecto emocional específico en la religión?). Eso sí: los pueblos primitivos carecen de ideología, pero ninguno carece de religión.

  Quizá es por eso que, precavidamente, Geertz hace una reserva:

Pueden dejarse de lado, por ser casos equívocos, las llamadas religiones políticas, tales como el comunismo y el fascismo.


  Desde nuestro mundo racional de hoy, y más aún desde la comodidad de nuestra vida cotidiana, tales estructuras de la mente nos pueden parecer lejanas, pero tienen su razón de ser en el pasado y comprenderlas puede aportarnos claves valiosas para el futuro. Porque el hecho es que vivimos en ellas. Nos resulta difícil percibirlo por falta de perspectiva, ya que

después de la niñez no hay en general netas experiencias sociales de alguna importancia en la vida humana. Todo está teñido con significaciones impuestas, y los semejantes, lo mismo que los grupos sociales, las obligaciones morales, las instituciones políticas o las condiciones ecológicas, son captados sólo a través de un tamiz de símbolos significativos.

En teoría podríamos pensar que un pueblo sería capaz de construir todo un sistema autónomo de valores independientemente de toda referencia metafísica, es decir, una ética sin ontología, pero en realidad no hemos encontrado semejante pueblo. La tendencia a sintetizar cosmovisión y ethos en algún plano  es universal.


  El libro de Geertz es un volumen extenso y complejo, en el que se entremezclan las visiones particulares del autor acerca de “cultura”, “religión”, “símbolo” e “ideología” con el relato de determinadas observaciones etnográficas realizadas en lugares como Indonesia.

  El lector no especialista debe ser consciente de que el lenguaje científico se mueve siempre por lo que a veces parece cierta vaguedad, que no es otra cosa que la precaución imprescindible del trabajo intelectual riguroso.

  Aunque idealista, Geertz no puede proponernos fórmulas culturales alternativas ni desechar ideologías. Con todo, nos da una visión seria y valiosa de la ductilidad de las formas culturales y los instrumentos psicológicos que han sido creados, inconscientemente, por las sociedades ancestrales.


Los modos del pensamiento salvaje (silvestre, no domesticado) son primarios en la mentalidad humana. Son los que todos tenemos en común. 

  Valga un ejemplo de una observación comprensible acerca de las distintas formas culturales

A veces se han designado culturas enteras como "culturas de vergüenza" a causa de la supuesta prominencia en ellas de una intensa preocupación por el "honor", la "reputación", etc., en tanto que otras han sido designadas "culturas de culpa" por dominar presuntamente en ellas la preocupación del "pecado", del "mérito del interior", etc.

  Podemos considerar que todas las culturas han fracasado a la hora de proporcionar al individuo socialmente integrado una fórmula de interpretación satisfactoria de su realidad. Realidades simbólicas como “vergüenza”, “pecado”, “honor” o “libertad” pueden parecer extrañas para quien no las ha conocido en su particular medio social, pero este devenir de cambios y transformaciones han de tenerse siempre presentes a la hora de afrontar nuestra misma realidad humana.

3 comentarios:

  1. Interesante artículo, solo dos interrogantes:
    Si los símbolos son "cualquier cosa, en verdad, que esté desembarazada de su mera actualidad y sea usada para imponer significación a la experiencia", sirven para ubicarnos e interpretar el mundo, pero los animales no conocen los símbolos ¿realmente es esto correcto, considerando que algunos de estos (como los chimpances) tienen teoria de la mente?

    Además, como se calificaria los simbolos que utilizan algunos cientificos cuando consideran su actividad como el descubrimiento de lo trascendental (como "leer la mente de dios") ¿Seria una perspectiva religiosa en la ciencia?

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  2. La verdad es que es una buena pregunta. Desde luego, no es Geertz quien afirma que los chimpancés no conocen los símbolos. Quizá se trate de un error mío, el autor de la reseña.

    Hace no mucho reseñé el libro de Mark Pagel "Conectados por la cultura", y entresaqué del libro un párrafo referido a que la "Teoría de la mente" del chimpancé no es equiparable a la de los humanos. Lo reproduzco parcialmente de nuevo:

    ""El aprendizaje de chimpancés y macacos no se perfecciona con el tiempo, lo que sucede es la “intensificación del estímulo”. Se han contado treinta tradiciones culturales diferentes de los chimpancés para extraer termes u hormigas, pero todas parecen proceder de los caprichos de las circunstancias y no construyen instrumentos más eficaces. No hay mecanismo cultural alguno que propicie la mejora a lo largo del tiempo, ni una reserva compartida de ideas. Carecen de una teoría de la mente capaz de adoptar el punto de vista de otro, algo que solo surge en los seres humanos entre los tres y cuatro años de edad.""

    Por eso se me ocurrió que, si bien los grandes simios pueden tener culturas, no tendrían culturas simbólicas. Pero ahora me quedo en la duda. Voy a leer pronto un libro actual del primatólogo Franz De Waal, a lo mejor me resulta útil a ese respecto.

    En cuanto a las ideas trascendentales de los científicos, el hecho de que cualquier disciplina de conocimiento haga uso de símbolos (lo cual parece ser necesario e inevitable) no creo que quiera decir que adoptan una perspectiva religiosa de la ciencia. De hecho, a mí me parece que la religión, en tanto que se trata de una iniciativa para la mejora del comportamiento humano (una especie de psicoterapia de masas), no se contradice necesariamente ni con la racionalidad ni con la ciencia.

    La definición de "Religión" de Clifford Geertz que recoge la wikipedia es «un sistema de símbolos que obra para establecer vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres, formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único».

    De ahi la comparación sobre si se juega al golf "religiosamente" o no. Tenemos que ver la religión desde el punto de vista de la actitud psicológica del creyente.

    Otra cosa es sobre "dioses". Los seres sobrenaturales no existen, y todo lo que discurra sobre ellos es irracional. (aunque un psicoterapeuta racionalista y por tanto ateo puede recomendar a un paciente creyente que rece a Dios para relajarse, y no por eso ser un cínico)

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  3. "se me ocurrió que, si bien los grandes simios pueden tener culturas, no tendrían culturas simbólicas. Pero ahora me quedo en la duda. Voy a leer pronto un libro actual del primatólogo Franz De Waal, a lo mejor me resulta útil a ese respecto."

    Pues la verdad que la lectura de Frans De Waal no me aclaró gran cosa, quizá porque este autor no busca nunca resaltar las posibles diferencias cualitativas entre la naturaleza intelectual de los grandes simios y la de los humanos.

    Pero el que se pronunciaba claramente en cuanto a la ruptura que supone la aparición del lenguaje simbólico es Adam Kuper, también reseñado en este blog.

    "El florecimiento de la cultura humana en el Paleolítico superior no vino ligado a ningún cambio biológico de importancia en el seno de las poblaciones humanas, aunque algunos apuntan que tal vez el cerebro del Homo sapiens arcaico estuviera estructurado de forma distinta al nuestro. (…) La adopción generalizada de un comportamiento simbólico en Europa no data de hace 35.000 años, sino de hace tan sólo 25.000-20.000 años"

    Es decir que el comportamiento simbólico podría ser una innovación reciente incluso dentro de la misma especie Homo Sapiens.

    Peter Watson en "La Gran Divergencia" (libro que también aparecerá reseñado en este espacio) llega incluso a aventurar, en este sentido, la posibilidad (según una teoría reciente) de que se hubiera producido una mutación genética en nuestra especie alrededor de hace 37.000 años que habría estado relacionada con las funciones intelectuales (es decir, lo que apunta Kuper sobre una estructuración diferente del cerebro). Lo emocionante de esta cifra (obtenida gracias a modernos sistemas de datación) es que coincide con la explosión del arte rupestre en el Paleolítico Superior...

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