lunes, 30 de junio de 2014

"La república”, siglo IV a. C. Platón

La virtud innata llegará, con los años y auxiliada por la educación, a adquirir un conocimiento simultáneo de sí misma y de la maldad. 

   Esto es lo más sobresaliente (y también lo más actual) de la enseñanza de Platón acerca de cómo deben vivir los seres humanos en sociedad: la virtud no es algo ajeno a nuestra naturaleza, pero tampoco algo que surja espontáneamente. La virtud es el producto de la evolución cultural (“los años”) y de un proceso educativo obra de los mismos hombres. En “La República”, Platón no solo pone en boca de Sócrates  la organización del buen gobierno sino también y sobre todo la forma en que pueden originarse los buenos gobernantes que son también los hombres más propiamente humanos.

  Su idea de buen gobierno no es otra cosa que el proceso de selección de unos “guardianes” que han de vigilar la armonía social de una ciudad formada por hombres y mujeres normales y corrientes, todos cooperando por el bien común de acuerdo con sus capacidades y necesidades.

Los jefes han de ser los mejores de entre los guardianes

  Algo muy curioso para quien lee hoy “La República” es que la democracia, la forma de gobierno que consideramos más elevada en nuestro mundo actual y cuya creación atribuimos a los griegos de la misma Atenas de Sócrates y Platón, merece bastante desprecio por parte del filósofo

Nace, pues, la democracia, creo yo, cuando, habiendo vencido los pobres, matan a algunos de sus contrarios, a otros los destierran y a los demás les hacen igualmente partícipes del gobierno y de los cargos, que, por lo regular, suelen cubrirse en este sistema mediante sorteo. (…) La democracia será un régimen placentero, anárquico y vario que concederá indistintamente una especie de igualdad tanto a los que son iguales como a los que no lo son.

¿No es, pues, forzoso que en una tal ciudad la libertad se extienda a todo? (…)Se filtra la indisciplina en los domicilios privados (…) El padre  se acostumbra a hacerse igual al hijo y a temer a los hijos, y el hijo a hacerse igual al padre y a no respetar ni temer a sus progenitores a fin de ser enteramente libre; y el meteco se iguala al ciudadano y el ciudadano al meteco y el forastero ni más ni menos.

  Recordemos que fue la democracia, el juicio popular de los atenienses, la que condenó a muerte a Sócrates por buscar, según parece, la verdad. No es raro, pues, que en este libro  el discípulo Platón ponga en boca de su malhadado maestro la condena al gobierno del pueblo.

  Las consecuencias desastrosas de la democracia llevarían al desorden, y de ahí surgiría la tiranía, en la cual gobierna solo el ambicioso con la astucia y la fuerza necesaria que le permita hacer su libre voluntad egoísta. Por supuesto, para mantenerse en el poder, el tirano debe obtener el favor interesado de otros influyentes y poderosos como él.

   El buen gobierno, en cambio, sería la “aristocracia”, el gobierno de los mejores. Y los mejores son los filósofos, los que hacen uso de la más alta capacidad humana, el intelecto.

Los filósofos verdaderos(…) son (…) los que gustan de contemplar la verdad 

El filósofo se hace todo lo ordenado y divino que puede ser un hombre

Es necesario designar filósofos para que sean los más perfectos guardianes.

  ¿En qué consiste la búsqueda de la verdad, a la que el filósofo dedica su vida?

Son filósofos aquellos que pueden alcanzar lo que siempre se mantiene igual a sí mismo y no lo son los que andan errando por multitud de cosas diferentes (…) Las naturalezas filosóficas se apasionan siempre por aprender aquello que puede mostrarles algo de la esencia siempre existente y no sometida a los extravíos de generación y corrupción.

El más sublime objeto de conocimiento es la idea del bien, que es la que, asociada a la justicia y a las demás virtudes, las hace útiles y beneficiosas

  A primera vista, puede resultar un tanto vaga la idea del bien, el objeto de la sabiduría que conforma la base del idealismo platónico: “aquello que se mantiene igual a sí mismo”. Pero la idea de esencia, de lo que se mantiene igual a sí mismo, tiene que ver con la función, que es lo que define el objeto: la causa de que algo exista en el universo es que cumpla una función (esto es idealismo, porque el materialismo no exige que lo que existe cumpla función alguna: solo habría causas y efectos). Y tanto más existe, tanto más es “igual a sí mismo”, en la medida en que es capaz de cumplir su función. Aplicadas a la convivencia humana, las ideas de bondad, de virtud y de justicia son, por tanto, aquellas que logran realizar la armonía en la vida de los hombres. La divinidad supone la expresión de esta armonía. La divinidad es el saber, y el saber está, a su vez, en función de que se realicen todas las virtudes humanas.

  Con la ayuda de la enseñanza que desarrolla el intelecto, aquellos que cuenten con buenas capacidades se convertirán en filósofos, en hombres virtuosos en cuerpo y espíritu.

Aquel para quien corren los deseos hacia el saber y todo lo semejante, ése creo que se entregará enteramente al placer del alma en sí misma y dará de lado a los del cuerpo si es filósofo verdadero y no fingido. (…) Será temperante y en ningún modo avaro de riquezas (…) tampoco el tal tendrá a la muerte por cosa temible (…) la naturaleza cobarde y vil no podrá tener parte en la filosofia. 

   ¿Y quién determina quién es el filósofo –o conjunto de filósofos- idóneos para gobernar? Éste habrá de ser el filósofo mayor de todos. Y en “La República” se trata del mismo Sócrates. No solo Sócrates describe las virtudes que caracterizan al filósofo, también se determina cómo ha de ser la educación de quienes están destinados a ser filósofos-gobernantes, y con ello se muestra cómo es la enseñanza la clave en la formación del espíritu (aunque tampoco se descartan las cualidades innatas de quienes están capacitados para llegar a ser los mejores).

En la ciudad que hemos fundado, hemos hecho mejores a los guardianes, que han recibido la educación antes descrita (…) Son éstos los mejores de todos los ciudadanos (…)Esto lo lograrán la música y la gimnástica actuando del modo que nosotros describimos

  Aunque los antiguos conocían ya los principios de la eugenesia a partir de sus experiencias en la cría de animales, y aunque Platón-Sócrates no desdeña en absoluto este factor

Que sean mujeres de esa clase las elegidas para cohabitar con los hombres de la misma clase

 el poder de la educación siempre es superior, y por ello también las mujeres pueden acceder a la más alta capacidad, a la filosofía. Se reconoce la debilidad relativa de sus cuerpos (algo importante, pues la gimnástica se juzga como disciplina valiosa) pero, a diferencia de otros textos de la Antigüedad (y de otros mucho más modernos), en “La República” no se dictamina que el alma de las mujeres sea deficiente.

La mujer y el hombre tienen las mismas naturalezas en cuanto toca a la vigilancia de la ciudad, sólo que la de aquélla es más débil y la de éste más fuerte. 

Si empleamos a las mujeres en las mismas tareas que a los hombres, menester será darles también las mismas enseñanzas.

Los cargos serán accesibles tanto a las mujeres como a los hombres

  Muchos contemporáneos han encontrado semejanzas entre el diseño de una ciudad platónica gobernada por filósofos y todas las utopías comunistas que luego siguieron (incluida la de Thomas More). Vemos, por ejemplo, que los mejores de la ciudad, los guardianes-filósofos que conocen las leyes naturales y humanas, no poseerán bienes privados

Nadie poseerá casa propia excepto en caso de absoluta necesidad. (…) Nadie tendrá tampoco ninguna habitación ni despensa donde no pueda entrar todo el que quiera. (…)Vivirán en común, asistiendo regularmente a las comidas colectivas como si estuviesen en campaña (…) Serán los únicos ciudadanos a quienes no esté permitido manejar ni tocar el oro ni la plata

Las mujeres serán todas comunes para todos esos hombres y ninguna cohabitará privadamente con ninguno de ellos; y los hijos serán asimismo comunes y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre. 

  Esto es porque Platón-Sócrates identifica el origen de la discordia entre los seres humanos con la codicia de los bienes materiales. Lo mismo que Marx.

Podrían darse por desaparecidos entre ellos los procesos y acusaciones mutuas, por no poseer cosa alguna propia, sino el cuerpo, y ser todo lo demás común, de donde resulta que no ha de haber entre ellos ninguna de aquellas reyertas que los hombres tienen por la posesión de las riquezas, por los hijos o por los allegados

  Y a nivel público, es también la codicia la responsable de los conflictos humanos

¿Habremos, pues, de recortar en nuestro provecho el territorio vecino, si queremos tener suficientes pastos y tierra cultivable, y harán ellos lo mismo con el nuestro si, traspasando los límites de lo necesario, se abandonan también a un deseo de ilimitada adquisición de riquezas? (…) Hemos descubierto el origen de la guerra en aquello de lo cual nacen las mayores catástrofes públicas y privadas que recaen sobre las ciudades.

  Pero hay una importante diferencia (teórica, no tanto práctica) con respecto a las utopías del “socialismo científico”: Platón no cree que toda la ciudad deba convertirse a la filosofía. Solo las cualidades excepcionales de unos cuantos, que a su vez habrá sido perfeccionada por una perfecta educación, permitirá crear una clase gobernante. Todos los demás… se limitarán a beneficiarse de estos hombres (y mujeres) tan bien dotados de espíritu que se sacrificarán por aquellos a quienes han de considerar inferiores. Y para los que no son guardianes sí existirían los bienes privados.

 Si lo miramos bien, resulta un poco raro todo esto porque no parece que alcanzar el conocimiento absoluto y vivir en la perfección moral ya supongan para el filósofo suficiente recompensa, tal como se pretende. También proclamaban eso los odiosos dictadores de la “Granja animal” de George Orwell. Y observemos que, a este respecto, hay alguna contradicción que otra en el mismo diseño platónico:

A aquellos de los jóvenes que se distingan en la guerra o en otra cosa, habrá que darles, supongo, entre otras recompensas y premios, el de una mayor libertad para yacer con las mujeres

   Platón partía de dos modelos conocidos de la época que pretendía perfeccionar en su especulación filosófica.: uno era el extraño caso del reino guerrero de Esparta, donde el Estado dictaba la educación estricta de su élite guerrera, y el otro era la no menos extraña experiencia del matemático Pitágoras y sus discípulos en Crotona, cien años atrás, donde la secta de los iluminados místicos pitagóricos, sometidos a una especie de régimen disciplinario monástico, llegó a dominar una ciudad. Si a la disciplina física y social de los espartanos sumamos la disciplina intelectual y ascética de los filósofos, debió pensar Platón, tendríamos así una forma de gobierno perfecto a cargo de estos hombres extraordinarios tan cuidadosamente seleccionados.

   Parte de todo esto sería reutilizado dos mil años después, cuando muchos “philosophes” de la Ilustración encontraron seductor el totalitarismo igualitario del Imperio Turco al que ellos hubieran deseado añadir los beneficios del racionalismo. Platón, Voltaire, Sartre… todos han sido sabios que han surgido en sociedades más o menos libres pero que a su vez han admirado y envidiado los regímenes políticos que niegan la libertad. De ahí que algunos deduzcan que todo buscador de la verdad y la sabiduría alberga ambiciones totalitarias. Se puede pensar que, al fin y al cabo, si hallamos la verdad, ésta debe ser reconocida e imponerse.

  El sabio sería, por tanto, inevitablemente arrogante e incluso peligroso, por mucho que haga protestas de humildad… a la manera del mismo Sócrates.

¿Cómo podría contestar quien primeramente no sabe nada, y así lo confiesa?

  Quizá la solución a la arrogancia del sabio que dicta a los menos sabios cómo han de ser gobernados (y cómo han de ser educados los gobernantes) sea que éste reconozca, simplemente, que los que son menos sabios que él no están “preparados” para comprender la verdad. ¿Por qué obligarles a actuar si no se les puede obligar a comprender por qué deben actuar?

    En cambio, si se cree en el poder de la razón y la sabiduría, ésta a la larga se impondrá, si bien hasta entonces no tendría sentido forzar a quien equivocadamente cree también estar en lo cierto. El esfuerzo del filósofo no debe estar en violentar al ignorante, sino en mejorar la propia expresión de la verdad (“su” verdad) hasta que logre hacerse comprender por los no filósofos. Esto parece también coherente con el discurso de Platón:

No hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. (…) El alma no conserva ningún conocimiento que haya penetrado en ella por la fuerza

  Claro que quizás Platón no conciba que el hombre libre pueda rechazar el conocimiento de la virtud una vez se le ofrezca. Y sin embargo, Sócrates no convenció a los hombres libres de Atenas que lo juzgaron.

  De hecho, el conocimiento que alcanza Sócrates-Platón en “La República” parecería posible de refutar en cuestiones de la mayor importancia incluso ya con los elementos racionales disponibles en su tiempo. Por ejemplo, justifica la búsqueda de la virtud por las recompensas que el virtuoso ha de recibir en el mundo de ultratumba (¿no debía bastar la búsqueda de la verdad, en forma de virtud política?, ¿no es el hallazgo de la verdad la mayor recompensa del virtuoso y el filosofo?). Si toda la justificación del comportamiento virtuoso se basa en esto, entonces el edificio se derrumba fácilmente en cuanto se pongan en duda las evidencias de que tal reino de ultratumba existe.

Siendo injustos obtendremos provechos; una vez cometida la falta o transgresión, conseguiremos con nuestras súplicas que nos perdonen, y de este modo no tendremos que padecer mal alguno. «Pero en el Hades habremos de sufrir la pena por todos cuantos crímenes hayamos cometido aquí arriba, y si no nosotros, los hijos de nuestros hijos.»

   Observemos que, de todas formas, en esta idea del castigo del mal en la ultratumba (que conocían los egipcios, dos mil años antes que Platón) hay un avance en la moralidad, pues se considera que el mundo de lo sobrenatural está regido por las ideas humanas de justicia. En otros tiempos, muy próximos a Platón, subsistía la idea de que las relaciones con el mundo de lo sobrenatural no dependían tanto del comportamiento ético, sino de la magia, consistente en el desciframiento oportunista de las reglas misteriosas que rigen tales relaciones entre hombre y divinidad.

La eficacia de los ritos místicos y las divinidades liberadoras, según aseguran las más grandes comunidades y los hijos de los dioses

También se afirma en “La República”, un tanto despreocupadamente, que no hemos de inquietarnos porque en un mundo regido por la divinidad se produzca el mal: simplemente, se atribuye el mal a otras fuerzas diferentes de la divinidad.

La divinidad, pues es buena, no puede ser causa de todo, como dicen los más, sino solamente de una pequeña parte de lo que sucede a los hombres; mas no de la mayor parte de las cosas. Pues en nuestra vida hay muchas menos cosas buenas que malas. Las buenas no hay necesidad de atribuírselas a ningún otro autor; en cambio, la causa de las malas hay que buscarla en otro origen cualquiera, pero no en la divinidad.

  Se niega así la omnipotencia de la divinidad. Se entiende este planteamiento en un materialista como Aristóteles (el discípulo, sucesor y contradictor de Platón), pero no en el padre del idealismo.

  En cualquier caso, la idea platónica de sabiduría y virtud, en relación con la divinidad, lleva a rechazar, por inmorales, las leyendas mitológicas griegas. Una reacción que anticipa la actitud del cristianismo con respecto a los mitos

En cuanto a las hazañas de Crono y el tratamiento que le infligió su hijo ni aunque fueran verdad me parecería bien que se relatasen tan sin rebozo a niños no llegados aún al uso de razón, antes bien, sería preciso guardar silencio acerca de ello (…)Ni tampoco se debe hablar en absoluto de cómo guerrean, se tienden asechanzas o luchan entre sí dioses contra dioses —lo que, por otra parte, tampoco es cierto

  El cristianismo equiparará la excelencia moral de las divinidades al modelo platónico (si bien el colérico Dios del Antiguo Testamento siempre despertará algunas sospechas) pero se separará de la idea platónica de excelencia en algo muy importante: la expresión emocional. Mientras la mitología cristiana gira en torno al sufrimiento de la pasión, a fin de despertar lo que hoy llamaríamos "empatía" (particularmente, una reacción compasiva), el ideal platónico es el de la imperturbabilidad señorial. Y recordemos que son las imágenes simbólicas las que forman el sustrato psicológico profundo de las religiones.

Haremos bien en suprimir las lamentaciones de los hombres famosos y atribuírselas a las mujeres, —y no a las de mayor dignidad,— o a los hombres más viles

  Algo parecido sucede con el deseo de ocultar ciertos aspectos penosos de la realidad en la dramatización literaria de las relaciones humanas

Poetas y cuentistas yerran gravemente cuando dicen de los hombres que hay muchos malos que son felices mientras otros justos son infortunados

  El rechazo a la debilidad emocional, su sustitución por una racionalidad heroica, masculina e impasible, aparecen también en el rechazo platónico a la sensualidad (amor platónico)

¿Puedes citarme algún otro placer mayor ni más vivo que el placer venéreo? (…) ¿Y no es el verdadero amor un amor sensato y concertado de lo moderado y hermoso? (…) No hay que mezclar con el verdadero amor nada relacionado con la locura o incontinencia (…) Tendrás que dar a la ciudad que estamos fundando una ley que prohíba que el amante bese al amado, esté con él y le toque sino como a un hijo, con fines honorables y previo su consentimiento, y prescriba que, en general, sus relaciones con aquel por quien se afane sean tales que no den jamás lugar a creer que han llegado a extremos mayores que los citados. Y, si no, habrá de sufrir que se le moteje de ineducado y grosero.

  Y, finalmente, si en Platón encontramos carencias propias del hombre de la Antigüedad, encontramos también la base de la modernidad sobre todo en lo que se refiere a la maleabilidad de la psicología humana: el conocimiento, la educación y la capacidad de influenciarnos los unos a los otros mediante el ejemplo y la emulación tienen el poder de transformarnos. El ser humano es universal: la generación del mal, la aceptación del bien, la corrupción, operan todos sobre el mismo ser humano, condicionado por un entorno creado por la misma sociedad de sus semejantes.

Las almas mejor dotadas se vuelven particularmente malas cuando reciben mala educación

¿Crees que una ciudad o un ejército, o unos piratas, o unos ladrones, o cualquiera otra gente, sea cual sea la empresa injusta a que vayan en común, pueden llevarla a cabo haciéndose injusticia los unos a los otros? (…) Hay en ellos cierta justicia que les impide hacerse injuria recíprocamente al mismo tiempo que van a hacerla a los demás (…) Se lanzan a sus atropellos corrompidos sólo a medias por la injusticia.

3 comentarios:

  1. Platón es sin ninguna duda un adelantado a su tiempo. Sin embargo la sociedad en la que vivía era bastante diferente de la nuestra, por eso creo que para extraer alguna utilidad de sus ideas debemos actualizar su mensaje. Es evidente que si Platón viviera en nuestros días, sus ideas serían bastante diferentes.
    Mientras que en la Grecia clásica el conocimiento era bastante limitado, y una persona intelectualmente capaz podía abarcar casi todas las ramas del conocimiento, en nuestro mundo eso es imposible, y, por más inteligente que sea una persona, y por más que se entregue en cuerpo y alma a cultivar su mente y comprender el mundo, no podrá abarcar más que unas cuantas ramas del conocimiento, mientras que otras muchas se le escaparán.
    Así, cuando Platón dice que el sistema de gobierno ideal sería el gobierno de los más sabios, podríamos traducirlo a nuestro mundo actual como que el sistema de gobierno ideal sería el gobierno de los mayores especialistas en cada área, es decir, la tecnocracia.
    Así, ya Platón anticipó que la tecnocracia es un sistema de gobierno mucho mejor que la democracia.
    Sobre el estatus especial de la clase de filósofos gobernantes, no estoy demasiado de acuerdo, ya que la virtud que se persigue entrenar difícilmente se lograría. La realidad ha venido a demostrar que cierta dosis de ocio y de superficialidad en el comportamiento es positivo para el rendimiento de la mente humana. Por otra parte, la virtud auténtica, entendida como la renuncia absoluta a las pasiones para centrarse en la búsqueda de la verdad y el desarrollo de las capacidades intelectuales, es algo tan difícil de lograr que podríamos considerarlo una utopía. Muchos grandes pensadores y líderes eficaces han sido personas con bastantes vicios. La mayoría de ellos han sabido aceptar que el comportamiento completamente virtuoso es inalcanzable, a no ser que, para lograrlo, se anule una parte importante de la creatividad y de la audacia que permiten destacar a los grandes hombres.

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  2. "ya Platón anticipó que la tecnocracia es un sistema de gobierno mucho mejor que la democracia."

    Esto es un planteamiento que hacía tiempo que nadie presentaba. La wiki le dedica un artículo https://es.wikipedia.org/wiki/Tecnocracia

    La "tecnocracia" se puso de moda en la España del último periodo del franquismo (y supongo que tuvo su equivalente en el Chile de Pinochet... y en la China actual). Hay un gobierno autoritario que pone suntuosos despachos oficiales a hombres muy capacitados intelectualmente que se encargan de planificar el desarrollo económico. El desarrollo de la industria actual pone en ello un énfasis en la ingeniería que Platón no hubiera imaginado, pero él sí habría visto la relación con las ciencias exactas, ya que contaba con el precedente pitagórico.

    Sin embargo, ya digo que hace mucho que no se alaba la tecnocracia... aunque dicen que China es el país del futuro.

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  3. A propósito del tema de la "tecnocracia", como equivalente tecnológico del "gobierno de los sabios" que proponía Platón, el otro día, hablando con unos amigos a cuento de esto, alguien hizo una sugerencia que me gustaría que constara aquí.

    Si lo que se valora por encima de todo es la eficiencia en la gestión de los asuntos económicos y administrativos (probablemente Platón no lo habría pensado así, de todas formas...) ¿por qué no, en lugar de políticos más o menos ideologizados, se vota en elecciones a equipos de gestión o gabinetes profesionales de técnicos?

    Así la tecnocracia sería democrática. Los programas "políticos" serían algo así como una mezcla de currículum profesionales con un programa de gestión de empresa. La gente elegiría a los candidatos según su coeficiente intelectual, preparación académica, experiencia en gestión económica y administrativa, igualito que si se tratara de "Recursos humanos".

    Eso sí, a estos "políticos" habría que pagarles más, a nivel de los presidentes de las grandes empresas, pero probablemente se ahorraría dinero reduciendo los órganos de representación.

    Ahí dejo la propuesta...

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