lunes, 24 de noviembre de 2014

"De animales a dioses”, 2013. Yuval Noah Harari

¿La historia tiene dirección? La respuesta es sí. (…) las culturas pequeñas y sencillas se conglutinan gradualmente en civilizaciones mayores y más complejas

  La complejidad de las civilizaciones supone un reto constante a la inteligencia social humana, y la dirección de la historia también va en el sentido de perfeccionar nuestra capacidad para la convivencia. Si a ello unimos el asombroso desarrollo de la tecnología en el momento presente si la comparamos con la tecnología de hace doscientos años (comienzo de la civilización industrial), se justifica el que se especule con el advenimiento de unos seres humanos futuros semejantes a “dioses”.

  El historiador Yuval Harari nos invita a reflexionar acerca de nuestras potencialidades al ofrecer una original visión del cambio humano desde el Paleolítico a las modernas democracias liberales.

Homo sapiens (…) está empezando a quebrar las leyes de la selección natural, sustituyéndolas con las leyes del diseño inteligente

La sustitución de la selección natural por el diseño inteligente podría ocurrir de tres maneras diferentes: mediante ingeniería biológica, mediante ingeniería de ciborgs o mediante la ingeniería de vida inorgánica

La revolución cognitiva que ha transformado a Homo sapiens de un simio insignificante en el amo del mundo no requirió ningún cambio apreciable en la fisiología (…) No implicó más que unos pocos y pequeños cambios en la estructura interna del cerebro. Quizá otro pequeño cambio sería suficiente para iniciar una segunda revolución cognitiva (…) No parece haber ninguna barrera técnica insuperable que nos impida producir superhumanos

  La tecnología futura es posible que nos pille desprevenidos, pero a lo mejor tenemos tiempo para mejorar culturalmente antes. Porque cuando ese cambio tecnológico llegue (superhumanos por selección genética, o por construcción de ciborgs, o por el descubrimiento de la inteligencia artificial superior) todo dependerá de cuál sea nuestra actitud para darle empleo.

La primera generación de estos dioses estaría modelada por las ideas culturales de los diseñadores humanos. ¿Serían creados a imagen del capitalismo, del islam o del feminismo? 

  Hoy por hoy, predomina una cierta cultura del individualismo liberal, que es la que ha dado lugar al capitalismo, el sistema económico que permitió, a su vez, los avances de la tecnología y su aprovechamiento social.

El liberalismo santifica los sentimientos subjetivos de los individuos. Considera que dichos sentimientos son la fuente suprema de la autoridad

  Aunque es la ideología que ha dado lugar a la ciencia y tecnología modernas, algunos aprecian ciertas contradicciones al respecto.

La estrategia del humanismo liberal ha sido (…) vivir según una verdad absoluta no científica (…) Se basa en una creencia dogmática en el valor y los derechos únicos de los seres humanos, una doctrina que tiene embarazosamente muy poco en común con el estudio científico de Homo Sapiens.

  ¿La “creencia dogmática en el valor y los derechos únicos de los seres humanos”  es  “una doctrina que tiene poco en común con el estudio científico de Homo Sapiens”?, ¿se equivoca en esto Yuval Harari? Lo dice en el sentido de que científicamente no es posible precisar el “valor” de los seres humanos en un sentido igualitario, ya que siempre se encuentran cualidades mensurables (nunca somos iguales si se nos compara), y lo dice también en el sentido de que, al fin y al cabo, no somos más que unos animales como los demás.

  Sin embargo, en la evolución encontramos evidencias que favorecen la teoría de que es lógicamente conveniente el creer en tales valores…

La evolución favoreció a los que eran capaces de crear lazos sociales fuertes.

    El hábil recorrido que hace el autor en su libro  a lo largo de la trayectoria histórica del ser humano nos muestra que éste ha sido capaz de controlar en gran medida los instintos del ser humano cazador-recolector originario que a nuestro entender son hoy ya antisociales: la agresividad, la superstición, la violencia intergrupal, el dominio del sexo masculino, el autoritarismo…  El compendio de creencias del “humanismo liberal” favorece como ninguna otra doctrina (hasta el momento) el control de tales instintos antisociales, y la ciencia nos demuestra que ése es el mejor camino para favorecer la cooperación. Por lo tanto, no parece un error el fomentar las iniciativas adecuadas para la cooperación y la eficiencia económica de nuestra especie. La cultura, que es el control del instinto, también forma parte de nuestra naturaleza, y así lo muestra la ciencia. Dar valor a todos los individuos por igual genera confianza y facilita la cooperación…. Además, ¿desde qué punto de vista no es compatible con el estudio científico dar valor a la subjetividad y a la igualdad? Todos los humanos somos iguales en tanto que todos somos portadores de ADN humano, y la subjetividad es la base de la capacidad cooperativa que define el comportamiento humano. La cultura de la subjetividad puede justificarse racionalmente.

El control cultural de los instintos heredados se ha ejercido ya desde el Neolítico.

Un gran número de extraños pueden cooperar con éxito si creen en mitos comunes. (…) Contar relatos efectivos no es fácil. ¿Cómo convence uno a millones de personas para que crean determinadas historias sobre dioses, o naciones, o compañías de responsabilidad limitada? Pero cuando esto tiene éxito, confiere un poder inmenso a los sapiens, porque permite a millones de extraños cooperar y trabajar hacia objetivos comunes.

  Yuval Harari engloba a las directrices culturales transmitidas por mecanismos míticos y religiosos bajo la denominación común de “órdenes imaginados. Pero mitos y religiones no son los únicos sistemas de este tipo.

Desde la revolución cognitiva los sapiens han vivido en una realidad dual. Por un lado, la realidad objetiva de los ríos, los árboles y los leones; por otro, la realidad imaginada de los dioses, las naciones y las corporaciones.

El orden imaginado no es un orden subjetivo que existe solo en mi imaginación; más bien, es un orden intersubjetivo que existe en la imaginación compartida de miles y millones de personas. 

En 1776 ac en Babilonia (…) se editó el Código de Hammurabi [según el cual] (…) los dioses (…) designaron a Hammurabi “para que la justicia prevaleciera en la tierra, para abolir a los inicuos y los malos, para impedir que los fuertes oprimieran a los débiles”. A continuación cita unas 300 sentencias, siguiendo la fórmula  “Si ocurre tal y cual cosa, ésta es la sentencia”

Los órdenes imaginados no son conspiraciones malvadas o espejismos inútiles. Más bien, son la única manera en que un gran número de humanos pueden cooperar de forma efectiva. 

Las creencias imaginadas nunca son estables. Cumplen una función, son útiles, pero se hallan sometidas a todo tipo de accidentes y cambios.

Los mitos y las ficciones acostumbraron a la gente, casi desde el momento del nacimiento, a pensar de determinada manera, a comportarse de acuerdo con determinados estándares, desear ciertas cosas y observar determinadas normas. Por lo tanto, crearon instintos artificiales que permitieron que millones de extraños cooperaran de manera efectiva. Esta red de instintos artificiales se llama “cultura”.

Toda cultura tiene sus creencias, normas y valores, pero estos se hallan en un flujo constante. La cultura puede transformarse en respuesta a cambios en su ambiente o mediante la interacción con culturas vecinas. Sin embargo, las culturas también experimentan transiciones debido a sus propias dinámicas internas (…) Todo orden, creado por el hombre está repleto de contradicciones internas. (…) Por ejemplo, en la Europa medieval la nobleza creía a la vez en el cristianismo y en la caballería.

   El objetivo habría de ser, por tanto, hallar una creencia imaginada lo suficientemente brillante y estable que garantice la sacralidad de la sensibilidad subjetiva. A partir de ese momento, la confianza absoluta ya no podrá romperse y estaremos preparados para ejecutar y desarrollar los avances tecnológicos que se nos aproximan. El humanismo liberal ha sido la creencia más eficiente hasta el momento. Sea o no suficiente para los tiempos que vienen, vale la pena conocer cómo llegó a existir.

  Ya hemos visto cómo Hammurabi fue uno de los pioneros de la idea de justicia estatal, un gran avance a la hora de generar confianza dentro de una comunidad y disminuir las disputas (porque la agresividad humana intragrupal e intergrupal son inherentes a nuestra naturaleza, por desgracia). Un poco después de su época, surge una nueva familia de “creencias imaginadas”: las concepciones universales del género humano.

Podían imaginar por primera vez a todo el mundo y a toda la raza humana como una única unidad gobernada por un único conjunto de leyes. Todos eran “nosotros”, al menos en potencia. Ya no había “ellos”. El primer orden universal que apareció fue económico: el orden monetario. El segundo orden universal fue político: el orden imperial. El tercer orden universal fue religioso: el orden de las religiones universales, como el budismo, el cristianismo y el islamismo.(…) [Pudieron] prever la unidad potencial de la humanidad

El orden monetario ofrecía una posibilidad de enriquecimiento, de colmar las ambiciones personales, muy diferente al medio anterior de la guerra, mientras que los imperios supusieron una alternativa política mejorada con respecto a la tiranía local de un Hammurabi:

Los reyes de Asiria siempre eran reyes de Asiria. Incluso cuando afirmaban dominar todo el mundo, era evidente que lo hacían por la mayor gloria de Asiria, y no pedían disculpas por ello. Ciro, en cambio, no solo afirmaba reinar en todo el mundo, sino que lo hacía por el bien de todas las gentes.(…) La presunción de gobernar el mundo entero para beneficio de sus habitantes era sorprendente. La evolución ha convertido a Homo sapiens, como a otros animales sociales, en un ser xenófobo. Instintivamente, los sapiens dividen a la humanidad en dos partes: “nosotros” y “ellos”. (…) En contraste con esta exclusividad étnica, la ideología imperial, desde Ciro en adelante, ha tendido a ser inclusiva y global.

  Pero ni Ciro, ni César, ni Napoleón hubieran podido extender su dominio sobre una universalidad de pueblos si en estos pueblos no hubiera existido, previamente y en alguna medida, una creencia en la unidad esencial de la especie humana.

La religión ha sido la tercera gran unificadora de humanidad, junto con el dinero y los imperios (…) Las religiones afirman que nuestras leyes no son el resultado del capricho humano, sino que son ordenadas por una autoridad absoluta y suprema

La religión puede definirse como un sistema de normas y valores humanos que se basa en la creencia de un orden sobrehumano (…) Las religiones sostienen que existe un orden sobrehumano, que no es el producto de caprichos o convenios humanos.

Las religiones universales y misioneras solo empezaron a aparecer en el primer milenio aC. Su aparición fue una de las revoluciones más importantes de la historia, e hizo una contribución vital a la unificación de la humanidad.

  Yuval Harari es lo suficientemente abierto e imaginativo para denominar “religiones” a todas las ideologías universalistas que buscan mejorar el comportamiento humano mediante el adoctrinamiento ético. Denomina a algunos de estos sistemas como "“religiones de ley natural”".

El budismo es la más importante de las antiguas religiones de ley natural (…)La edad moderna ha asistido a la aparición de varias religiones de ley natural nuevas como el liberalismo, el comunismo, el capitalismo, el nacionalismo y el nazismo.  (…) Se refieren a sí mismas como ideologías. Pero esto es solo un ejercicio semántico. Si una religión es un sistema de normas y valores humanos que se fundamenta en la creencia en un orden sobrehumano, entonces el comunismo soviético no era menos religión que el islamismo.

  El humanismo liberal figura, pues, como una de estas ”religiones de ley natural”, y es una “religión de ley natural” que ha derivado de la religión cristiana y cuyo primer gran logro político fue la Revolución de los Estados Unidos, con su reconocimiento de los derechos humanos:

Los americanos obtuvieron la idea de igualdad del cristianismo, que dice que toda persona tiene un alma creada divinamente y que todas las almas son iguales ante Dios.

  El triunfo de Occidente en el mundo entero a partir del siglo XVI se debió a una expansión de la confianza entre los individuos que incrementó las posibilidades de cooperación mutua y en consecuencia  permitió también incrementar el poder económico y reunir los recursos suficientes para el imperialismo mundial efectivo. Solo entre cristianos evolucionados (mil quinientos años después de Cristo) pudo generarse esa confianza mutua socialmente eficiente. Se necesitaron mil años de ensayos sociales de “prueba y error” de diferentes fórmulas que transcurrieron desde la caída del Imperio Romano cristiano hasta la aparición de las grandes monarquías europeas de la época del Renacimiento y la reforma protestante. Ésa es también la gran época de los banqueros.

Lo que permite que los bancos (y la economía entera) sobrevivan y prosperen es nuestra confianza en el futuro

La conquista europea del mundo fue financiada de manera creciente mediante créditos en lugar de serlo mediante impuestos (…) Nadie quiere pagar impuestos, pero todo el mundo está contento a la hora de invertir

Un país carente de recursos naturales, pero que goza de paz, un sistema judicial justo y un gobierno libre es probable que reciba  una elevada calificación crediticia.

  Al éxito financiero se sumó otra consecuencia indirecta del cristianismo: la adaptación tecnológica del pensamiento científico de la Antigüedad griega. Lo que para los griegos suponía un divertimento intelectual para la élite, pasa a aplicarse a la mejora económica. Los científicos e ingenieros desplazan a los artesanos.

La ciencia moderna se basa en (…) dar por sentado que no lo sabemos todo (…) Ningún concepto, idea  o teoría son sagrados ni se hallan libres de ser puestos en entredicho.

La ciencia moderna pretende obtener nuevos conocimientos. Esto lo hace reuniendo observaciones y después empleando herramientas matemáticas.

La ciencia moderna no se contenta con crear teorías. Usa dichas teorías con el fin de adquirir nuevos poderes, y en particular para desarrollar nuevas tecnologías.

  Aunque hoy podamos pensar que el cristianismo era intolerante y oscurantista, eso no fue exactamente así: los teólogos cristianos y las autoridades que los amparaban perseguían a paganos y herejes pero al mismo tiempo favorecían el estudio y la erudición para afirmar la fe. ¿Por qué lo hacían? Los chamanes, sacerdotes y sabios de las antiguas religiones no necesitaban de ello en absoluto: ellos disponían de la sabiduría revelada, ¿qué objeto podía tener entonces el estudio?

Los sabios del pasado, poseían la sabiduría que lo abarca todo.

  Los cristianos, sin embargo, habían asumido la universalidad del alma humana y el intelecto que implica: reconocían la duda y la búsqueda independiente de la virtud y la verdad. Tenían, pues, que convencer, y aunque pretendían estar seguros de la verdad de su doctrina, no podían evitar argumentarla.

  Al favorecer el estudio para promover la fe, las mismas autoridades cristianas estaban abriendo el paso a futuras herejías… El humanismo liberal ha sido la herejía cristiana que ha acabado desarbolando la misma creencia originaria en lo sobrenatural.

A partir del siglo XVIII, religiones e ideologías como el liberalismo, el socialismo y el feminismo perdieron todo interés por la vida después de la muerte.

  Los avances acontecidos en los últimos decenios de continua expansión de la ideología liberal (que abarca el sistema económico capitalista de mercado) han llevado a grandes logros sociales en buena parte directamente relacionados con los logros tecnológicos: inmenso aumento de la población mundial gracias a una no menos inmensa producción de alimentos baratos, espectaculares mejoras sanitarias, medios de transporte y acceso casi universal a la educación y a la formación técnica. Pero nada de eso habría sido posible sin los cambios culturales previos.

Por sí mismos, los mercados no ofrecen ninguna protección contra el fraude, el robo y la violencia. Es tarea de los sistemas políticos asegurar la confianza.

La principal promesa de los gobernantes premodernos era salvaguardar el orden tradicional o incluso retornar a alguna edad dorada perdida. En los dos últimos siglos, la moneda corriente de la política es que promete destruir el viejo mundo y construir en su lugar uno mejor.

La reducción de la violencia se debe en gran parte al auge del Estado. En toda la historia, la mayor parte de la violencia era resultado  de luchas locales entre familias y comunidades. (Incluso en la actualidad, el crimen local es mucho más mortífero que las guerras internacionales)

La nuestra es la primera época en la historia en la que el mundo está dominado por una élite amante de la paz

  Quizá Harari se equivoca en esto último: al fin y al cabo, el Imperio Romano (el mismo que acabaría haciéndose cristiano) ya idealizó la paz: la “Pax Romana”, y también el Imperio chino mantuvo ese ideal.

   Finalmente, Yuval Harari incluye en su libro diversas preocupaciones acerca de la civilización globalizada actual, entre las que destacan la destrucción del medio ambiente y el maltrato a los animales. Sin embargo, estos males no tienen otro origen que los residuos de irracionalidad que persisten en el mundo “humanista liberal”. Serían fácilmente resueltos por el gran poder económico y tecnológico que hoy poseemos. También poseemos ya medios de sobra para acabar con la pobreza y precariedad que subsisten, y con las últimas guerras y violencias.

   Pero estas cuestiones, así como el problema de asumir los avances en las novísimas tecnologías que nos esperan, son cuestiones culturales, y es por ello probable que necesitemos también de una nueva “creencia imaginada” para el futuro. Y tendrá que ser una bien buena, a la altura de las invenciones que los laboriosos científicos nos están preparando. Reflexionar acerca de cómo fueron los cambios pasados nos puede ayudar a afrontar estos cambios futuros.

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