viernes, 5 de agosto de 2016

“Por qué Europa conquistó el mundo”, 2015. Philip T. Hoffman

    Philip T. Hoffman, historiador y economista, aborda una cuestión muy debatida en los últimos tiempos: ¿qué había de especial en los pueblos de Europa que acabó llevándolos, no solo al dominio político, sino también a imponer su cultura y su pensamiento a los demás pueblos del mundo? Esta cuestión nadie se la hubiera planteado hace un siglo, pues se suponía que era una consecuencia natural de la superioridad de la civilización sobre la barbarie, pero hoy, aparte de que somos menos racistas, también sabemos que, en Asia sobre todo, existían brillantes y muy avanzadas civilizaciones que solo en los últimos siglos quedaron a merced del poder político de Europa Occidental.

¿Por qué los europeos fueron los únicos que acabaron subyugando el mundo? ¿Por qué no los chinos, los japoneses, los otomanos de Oriente Medio o los asiáticos del sur? En algún momento, uno u otro pudieron presumir de poderosas civilizaciones y, a diferencia de los africanos, los aborígenes americanos y los habitantes de Australia y de las islas del Pacífico, todos ellos tuvieron un temprano acceso a las mismas armas que empleaban los europeos. Y si nos remitimos al pasado, todos parecían candidatos más fuertes que los europeos. Entonces, ¿por qué no acabaron tomando el control?

  Existe una teoría clásica: el cristianismo. No tanto el cristianismo en el sentido devoto de una filosofía de vida pacifista y conciliadora que surge ex novo con su asombroso profeta crucificado, sino el cristianismo que sería la formulación definitiva de una búsqueda de acción social ética que habría comenzado con el pensamiento griego y sería después reconducida por el judaísmo helenizado, encontrando en el grandioso Imperio Romano el marco político propicio para su consumación.

  Esta teoría no es la de Hoffman, desde luego, ni la de otros pensadores y eruditos que menciona (tal como aparece en los libros, por ejemplo, de Jared Diamond y Acemoglu y Robinson). Philip T. Hoffman comienza en cambio señalando algo tan materialista como “el dominio de la pólvora”: el armamento superior que dio a Europa la capacidad para conquistar militarmente a las otras civilizaciones.

Con el dominio de la tecnología de la pólvora, los europeos hicieron que el imperio otomano perdiese la categoría de gran potencia y asimismo iniciaron la conquista de la India, todo ello en el siglo XVIII. (…) A finales del siglo XVII, si no antes, la tecnología y la táctica de chinos, japoneses y otomanos habían quedado muy por detrás de las que se empleaban en Europa occidental. También pudieron adoptar las últimas innovaciones militares y a veces mejorar la tecnología de la pólvora por sí mismos, pero no pudieron mantener el ritmo implacable de la innovación militar marcado por los europeos. ¿Por qué estos otros poderosos estados quedaron rezagados, antes incluso de que empezase la revolución industrial?

  La teoría de Hoffman alude a una “historia política” que permitió a naciones como Portugal, Francia, Inglaterra o Holanda el desarrollo de este formidable nuevo armamento. Para empezar, Europa estaba dividida en reinos “medianos” (ni demasiado pequeños, ni del tamaño de imperios) que luchaban constantemente entre sí. La guerra era la principal actividad de los reyes y sus caballeros…

Los incentivos sesgados de los príncipes europeos y la indivisibilidad de los botines en sus guerras explican al menos por qué la temprana Europa moderna se veía asolada por hostilidades prácticamente constantes

En Europa, la situación política permitió movilizar enormes sumas de dinero para ejércitos y barcos, y la situación militar favoreció la tecnología de la pólvora, la cual, por ser una novedad, tenía un gran potencial de mejora mediante el aprendizaje por la práctica que se produjo en Europa antes de 1800. En otros lugares, y pese a que las guerras eran frecuentes, los incentivos políticos y militares no favorecían este resultado, y esta es la razón por la cual los europeos fueron quienes más hicieron avanzar la tecnología de la pólvora. (…) Pese a las ventas de armas y de servicios militares, el resto del mundo siguió rezagándose. Demasiados obstáculos políticos y militares bloquearon la transferencia al por mayor de la tecnología de la pólvora y la movilización de recursos a la misma escala que en Europa

  Al otro lado de la inmensa masa terrestre euroasiática está la civilización que tuvo sin duda más posibilidades de competir con los europeos para alcanzar la supremacía: China. Los chinos lograron su unificación como imperio más o menos en la misma época que los romanos. Hay incluso cierto paralelismo entre el imperio chino de la dinastía Han y el imperio romano de la dinastía Antonina. Incluso desarrollaron filosofías de vida que se parecían, como fueron el confucionismo y el estoicismo.

  Pero el imperio romano se fragmentó y jamás volvió a unirse…

La historia política comprende desde la temprana formación de un imperio chino en Asia oriental hasta los siglos que siguieron a la caída del imperio romano cuando Europa no tenía estados altamente desarrollados. La historia política desencadenó y mantuvo la competición, y actuó en contra de un resultado similar en cualquier otra parte de Eurasia. (…) La historia política es la causa principal, pero esto no significa que el resultado estuviera predeterminado en modo alguno. Un curso diferente de los acontecimientos, en algunos momentos cruciales, fácilmente hubiera podido hacer que otra potencia llegase a ser el amo del mundo. Si los descendientes de Carlomagno no hubieran empezado a luchar unos contra otros y los mongoles no hubieran sometido al imperio chino, entonces nos preguntaríamos por qué China conquistó el globo.

  A resultas de la fragmentación política, Europa habría desarrollado una cultura guerrera, de reyes pendencieros constantemente enfrentados con sus vecinos, mientras que China desarrollaría un imperio unido, burocrático, donde el servicio público en el funcionariado por parte de la clase alta habría reemplazado el afán de gloria militar de los caballeros.

Hoy en día se supone que los dirigentes políticos tienen que proporcionar prosperidad, seguridad, ayuda después de las catástrofes y paz. Pero las expectativas eran absolutamente diferentes para los monarcas que ejercían el poder en la temprana Europa moderna. Estos «no debían tener otro objetivo, pensamiento o profesión más que la guerra». Este era el principal consejo que el estadista y filósofo político Nicolás Maquiavelo ofreció (…) Excepcionalmente, algún pensador —entre los que destacan los humanistas Erasmo de Róterdam y Tomás Moro como ejemplos aislados— podía arremeter contra todos los príncipes implicados en las guerras, pero sus críticas aisladas no hacían más que recalcar la cruda realidad política. En cambio, los soberanos del otro lado del mundo parecían bastante menos belicosos. Esta es la conclusión a la que llegó el jesuita italiano Matteo Ricci [que se estableció en China a finales del siglo XVI]

  Y es de este constante enfrentamiento entre monarcas europeos que surgiría el perfeccionamiento del armamento y las tácticas guerreras.

El modelo de la competición puede decirnos por qué [Europa se convirtió en la gran fuerza militar del mundo] y también puede proporcionarnos más información. Puede explicar no sólo por qué los chinos, japoneses, indios, rusos y otomanos quedaron rezagados, sino por qué innovaron cuando lo hicieron. (…) El modelo de la competición impone cuatro condiciones para impulsar la tecnología de la pólvora: las guerras frecuentes, un gasto militar masivo, el uso preferente de la tecnología de la pólvora en vez de otras tecnologías más antiguas y pocos obstáculos a la hora de adoptar innovaciones militares, incluidas las de los oponentes.

  Pero esta teoría presenta algunos problemas… Para empezar no parece correcto equiparar la sátira de denuncia política de Maquiavelo a una visión realista de la filosofía política europea: ya desde César Augusto la paz era un objetivo político, con independencia de que existiera el ideal de gloria militar –también existía en China-. Y en general resulta poco creíble el planteamiento “contrafactual” de que

si Ludovico no hubiera desbaratado sus planes hereditarios, el imperio de Carlomagno hubiera podido permanecer intacto durante varias generaciones. (…) Europa occidental habría podido permanecer unificada durante largo tiempo, como lo estuvo China bajo las dinastías Qin y Han. Entonces, el emperador occidental se habría convertido en un líder hegemónico europeo, al igual que los emperadores chinos. Con el tiempo, también hubiera tenido que vérselas con los nómadas del este y combatir en guerras de galeras en el Mediterráneo. Sus sucesores no hubieran tomado el liderazgo en el desarrollo de la tecnología de la pólvora, y Europa no habría conquistado el mundo.

   Tampoco resulta muy  convincente lo de la “guerra contra los nómadas” que es mencionado con bastante frecuencia, relacionado con el uso de un armamento más primitivo:

Hasta mediados del siglo XVII, los principales enemigos por tierra de los rusos eran los nómadas tártaros. Las armas de fuego les ayudaron a luchar contra ellos, especialmente si las desplegaban tras las líneas fortificadas, pero la caballería armada con arcos y sables eran armas más efectivas, como en China. Los otomanos también confiaban en la caballería, porque gran parte de sus conflictos (contra los tártaros o contra los persas) conllevaban escaramuzas e incursiones fronterizas

  Supuestamente, un imperio unificado, como el chino, el persa y el ruso (¿y también el romano?), solo tiene que defenderse de los nómadas de las praderas, y contra los jinetes nómadas los avances armamentísticos no tienen gran importancia. No se profundiza en este tema, y uno se pregunta por qué los rusos y otros pueblos del Este de Europa dejaron de preocuparse por la amenaza de los nómadas después del siglo XV, con la liquidación del imperio del último gran caudillo nómada, Tamerlán. ¿La derrota posterior de los nómadas (se menciona el siglo XVII) entonces no estuvo relacionada con el desarrollo de las armas de fuego?

  En cualquier caso, según este planteamiento, China ya no tenía enemigos contra los que desarrollar la tecnología militar. China descuidó la milicia y así llegó su ruina al ser fácilmente vencida por los europeos en las infames guerras del Opio.

  Pero la principal objeción es que el autor se contradice cuando señala que, aparte de que las naciones nunca crearan imperios unificados, además...

La innovación militar (al menos la que se produce con el aprendizaje por la práctica), requiere que haya guerra, pero la guerra sola no basta. También tiene que haber unas grandes inversiones para librarla, lo que exige un premio valioso y un bajo coste total de la movilización de recursos.(…) Los monarcas de Europa occidental que consiguieron reunir recursos a un coste político bajo lo hicieron al final de la Edad Media o en los inicios de la propia época moderna, cuando se ganaron el derecho de recaudar sumas considerables de impuestos permanentes

La cristiandad (…) posiblemente facilitó el comercio, proporcionando una base común para la moralidad y el derecho (incluyendo una manera de crear organizaciones con una personalidad legal independiente), en la era anterior a los estados fuertes. 

[La] disminución de los índices de muerte violenta de los reyes europeos [cayó] desde unas astronómicas 23 a 25 muertes de gobernante en mil años en el siglo VII (unas cuatro veces la tasa de mortalidad actual de los soldados en plena batalla), hasta menos de tres muertes de gobernante en mil años en el siglo XVI.  (…) Desde la época carolingia en adelante sus consejeros del clero pusieron aún más énfasis en la virtud cristiana de la misericordia que supuestamente reyes y príncipes debían mostrar

  Esta tendencia a una violencia política menor contrasta con lo que sucedía en otras naciones, como Turquía o la India.
 
[El] valor [del premio para los gobernantes guerreros] se vio reducido por el conflicto en el seno de las familias indias poderosas por la sucesión a un trono o por los derechos a gobernar.  Los conflictos de este tipo, que se habían convertido en algo raro en Europa en la Baja Edad Media, en la India redujeron el valor del premio para los vencedores al aumentar las probabilidades de que un príncipe u otro gobernante no pudiera disfrutar los frutos de su victoria

  Todo esto parece estar haciendo referencia a explicaciones de otro tipo, más en el sentido “cristiano” de lo que el autor en un principio quiere reconocer. La riqueza de Inglaterra y su consecuente poder imperial en el umbral de la revolución industrial tendrían también un origen civilizatorio y ético

Los reyes de Francia hubieran podido querer que su armada imitase a los ingleses, pero ciertamente no estaban dispuestos a crear una asamblea política nacional para después otorgarle todos los poderes para pedir créditos, gastar y decretar impuestos que el Parlamento tenía en la Inglaterra del siglo XVIII.

  Recordemos el origen inmediato de Revolución Francesa: la guerra por la independencia de los Estados Unidos -que supuso precisamente una de las pocas derrotas militares británicas del siglo XVIII- le costó mucho dinero al rey francés, y por eso después del conflicto hubo de convocar al parlamento de los “Estados generales” a fin de obtener más ingresos que pagaran sus deudas. La burguesía –el "Tercer Estado”- exigió, sin embargo, al igual que en el caso británico, más poder político y más reconocimiento de derechos a cambio. Las resistencias del Rey, la aristocracia y el clero llevaron a una crisis política con consecuencias inesperadas.

La cultura explica gran parte de la diversidad entre las sociedades humanas, y sobre todo las diferencias en las normas de conducta en los experimentos relacionados con el bien público

Los menores costes políticos permiten a las grandes potencias recaudar impuestos, estas pueden emplear los ingresos para aumentar su burocracia fiscal o para construir un ejército o una flota naval mayor.

  De modo que resultan menos creíbles las otras explicaciones: que los europeos eran más guerreros, que la guerra contra los nómadas no exige desarrollar las armas de fuego o que hubiera bastado un Emperador poderoso para que Europa siguiera un curso histórico parecido al del imperio chino.

  Señalemos, por cierto, que el autor considera que algo que caracterizaba a los estados europeos era, aparte de estar en guerra constante por la búsqueda de gloria de sus reyes, el que recaudaban una enormidad de impuestos, lo cual, obviamente, solo podía hacerse imponiendo más penurias a los súbditos… Por lo tanto, de ser esto cierto, los europeos no habrían conseguido el dominio de la fuerza por ser más civilizados que los otros pueblos de Eurasia…

Los impuestos en Europa occidental eran realmente abrumadores para los estándares euroasiáticos. La prueba más evidente de ello procede de la comparación de los ingresos fiscales entre los países de Europa occidental y los del imperio otomano

[Con] bajos impuestos per cápita, a largo plazo no fue suficiente para que los emperadores [chinos] igualasen las enormes sumas de ingresos fiscales amasadas y después pródigamente empleadas en la guerra por los gobernantes de Europa occidental. (…) Ello no significa que fuesen más pobres, puesto que probablemente sus poblaciones estaban mejor.(…) En gran parte de Europa occidental, incluso en 1800, los salarios no eran superiores a los de las zonas más ricas de Asia. 

  Quedaría quizá para otra discusión el saber si, realmente, chinos, indios y turcos eran más humanitarios que sus contemporáneos europeos al oprimir menos con sus impuestos. La crueldad de muchos rasgos de la civilización china (la atroz represión de las rebeliones de los campesinos), de Turquía (castigos penales terribles) y de la India (sistema de castas) han sido considerados usualmente signos de atraso civilizatorio. Pero, por lo visto, esto es discutible, y merece ser examinado de cerca… Aparentemente, Philip T Hoffman no considera que los no-europeos y no-cristianos fuesen más brutales.

  Finalmente, aparte de China, y en lo que se refiere meramente al aspecto político y militar, es de interés fijarse en el caso del poderosísimo imperio otomano, una especie de “Unión Soviética” o nueva Esparta gigantesca que incluso era admirada por muchos intelectuales europeos entre el Renacimiento y la Ilustración.

Al confiar en esclavos militares, un gobernante militar tenía menos razones para negociar con las élites que los gobernantes del Occidente medieval, más débiles. Lo que Maquiavelo consideró una fuente de fortaleza —que los emperadores otomanos no tuviesen que negociar con las élites locales sobre sus derechos— al final supuso una demoledora debilidad, ya que debido a ello los sultanes musulmanes nunca recibieron las recaudaciones de impuestos permanentes que las negociaciones finalmente concedieron a sus homólogos occidentales

  Así que el gran imperio unificado otomano no fue capaz de vencer a los estados divididos europeos, a pesar de que en lo que a desarrollo militar se refiere, los otomanos tenían pocos rivales, por lo menos hasta el siglo XVIII (cuando Austria y Rusia comienzan a derrotarlos sistemáticamente). Así que cabe preguntarse si lo que les faltaba era una cultura ética que permitiera sustentar un sistema político eficiente… Sistema político que, a la vez, da lugar a un sistema económico, porque aunque hoy solemos ver al capitalismo como una fuerza maligna de desigualdad y opresión, su origen es relativamente “bondadoso”

En Europa occidental, los emprendedores privados fácilmente podían aprovecharse de la generalizada familiaridad con la tecnología de la pólvora y emplearla para expediciones privadas de tipo comercial, de exploración y conquista. Pocos eran los obstáculos que se interponían en su camino, y no era difícil reunir dinero ni organizar sociedades colectivas o iniciativas corporativas para financiar sus empresas, que desempeñaron un papel esencial en la conquista europea del mundo. (…) La historia política (…) hizo que los gobernantes europeos fueran más proclives a confiar en las iniciativas militares privadas

  Los emprendedores privados eran gente de clase inferior, mercaderes, prestamistas, pequeños industriales… Un poder político fuerte y absoluto los hubiera aplastado fácilmente. Que los reyes europeos les permitieran desarrollarse a cambio de más impuestos fue un caso de clara tolerancia y no de cálculo (nadie podía prever cómo iban a desarrollarse en el futuro estas pequeñas iniciativas del poblador urbano libre). Ni en China ni en Turquía se les dio esas oportunidades.

  Tolerando la industriosidad de los negociantes y artesanos, los reyes europeos se enriquecieron. A cambio de los impuestos que pagaban, estos “protoburgueses” (los habitantes de las ciudades de la Baja Edad Media y el Renacimiento) recibieron ciertas concesiones políticas (los primeros parlamentos) y un estatus social gradualmente más elevado. La industriosidad repercutió también, naturalmente, en el desarrollo de las armas basadas en la pólvora. Más dinero, más armas, más ímpetu comercial, más vida urbana, más viajes y exploraciones…

2 comentarios:

  1. he estado leyendo este post. Pero no termino de comprender cuál es el argumento de Philip T. Hoffman. Debo enteder que se trato solo del dominio de la polvora? no intervinieron factores culturales y actitudinales? No intervinieron factores incluso genéticos que incidieran en el carácter socio cultural de las poblaciones europeas? Como se explica entonces que aún en el siglo XXI existan pueblos que viven en las mismas condiciones de hace mil años? La postura de Philip T. Hoffman no me termina de convencer.

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  2. Mi impresión personal es que se trata de evitar un "determinismo cultural" en el sentido de que Europa dominó el mundo por su civilización cristiana moralmente superior. Por eso los eruditos buscan atribuir el "triunfo" de Occidente a hechos casi azarosos, como, en este caso, su belicismo y en otros una organización política más eficaz... o incluso la geografía (Jared Diamond).
    Yo seré anticuado, pero me sigue pareciendo que el progreso económico se debió a un comportamiento menos tiránico y más compasivo de las clases altas, que toleraron así que las clases intermedias desarrollaran el comercio y la industria. Y del progreso económico vino el dominio militar, naturalmente...

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