jueves, 15 de septiembre de 2016

“Historia social del conocimiento”, 2000. Peter Burke

El cardenal Richelieu en su Testament politique, [dejó escrito] que al pueblo llano no se le debía comunicar el conocimiento para que no se desencantase del puesto que le había tocado en la vida. 

  Quizá este apunte histórico, de la época en la cual precisamente se estaban poniendo las bases de la sociedad plural, moderna y humanista de la que hoy gozamos, sea el que da más sentido a la investigación del historiador Peter Burke que se presenta en su “Historia social del conocimiento”.

Mi libro tratará de concentrarse en las formas dominantes de conocimiento, particularmente en el conocimiento que poseían los intelectuales europeos. 

  Estos intelectuales serían la conexión entre el pueblo llano al que temía Richelieu y las capacidades a las que da lugar el conocimiento. ¿A qué se llama aquí “conocimiento”?

En este libro el término «información» se referirá a todo aquello que se presenta como relativamente «crudo», específico y práctico; en cambio, utilizaremos el término «conocimiento» para designar aquello que ha sido «cocido», procesado o sistematizado por el pensamiento. Evidentemente, sólo se trata de una distinción relativa, puesto que nuestros cerebros procesan todo lo que percibimos. 

  Es decir, el conocimiento es la “información procesada”, el fruto del tratamiento intelectual de la información, la capacidad para extraer nuevas informaciones ya no de la experiencia de los sentidos, sino del contraste, comparación y sopesamiento de informaciones almacenadas: multiplicar y enriquecer la información haciendo uso de la memoria y las habilidades cognitivas. ¿Es que la capacidad para procesar información no ha existido siempre entre los humanos? Ciertamente, todos los pueblos primitivos tienen ciertos procedimientos intelectuales… pero en su mayoría se basan en seguir modelos tradicionales. Estos modelos y sistemas son escasos y poco variados, derivados casi siempre de la historia mítica. En las sociedades más tradicionales, especialmente las iletradas,  no cuentan, desde luego, con autonomía para crear sistemas de procesamiento de información innovadores.

  La idea de la autonomía para interpretar las reglas del mundo que nos rodea se transmitió en buena parte gracias a la revolución religiosa. Y la más próxima a nuestra época moderna de humanismo laico y materialista fue la llamada “Reforma”.

La Reforma fue, entre otras cosas, un debate en torno al conocimiento religioso en el que Lutero y otros sostuvieron que los legos tenían derecho a compartir dicho conocimiento. 

La idea de Martín Lutero del sacerdocio de todos los fieles pareció que hacía superfluo al clero. 

  El clero acabó por ir perdiendo influencia y fue entonces cuando aparecieron los intelectuales. Desde los maestros de sabiduría de las primeras civilizaciones (por ejemplo, los que surgieron de entre los escribas egipcios) estos "maestros" o primeros "intelectuales" siempre habían existido, pero del Renacimiento en adelante habría cada vez más, y cada vez iban a ser más libres y más capaces de escribir lo que quisieran. Con su prestigio público, el deseo general por adquirir conocimiento se propagó a todos los niveles.

Los debates intelectuales deben mucho a las formas de sociabilidad y, consecuentemente, a los marcos sociales en que se desarrollan, desde el aula en que tiene lugar un seminario hasta la cafetería. En la primera etapa de la Europa moderna, las sociedades científicas contribuyeron a crear una identidad colectiva en la «clerecía» [término que usa Burke para referirse a la comunidad intelectual de todas las épocas] e impulsaron el desarrollo de comunidades intelectuales

La identidad de grupo de los intelectuales, a pesar de la diferenciación creciente y los conflictos, fue fortaleciéndose ininterrumpidamente. La Encyclopédie incluía una entrada sobre el tema, «Gens de lettres», que subrayaba la idea de que los literatos no eran especialistas de miras estrechas, sino personas «capaces de pisar esos diferentes campos, aunque de hecho no los pueden cultivar todos»

   Este nuevo elemento social, los intelectuales modernos, y sus seguidores y admiradores, transforma la sociedad en mucha mayor medida que los queridos filósofos del mundo grecolatino que los habían precedido (Sócrates, Epicuro o Séneca), porque este crecimiento del prestigio del intelectual va unido a un desarrollo genuino del conocimiento. Los nuevos intelectuales someten a crítica tanto la religión oficial como a los sabios de la Antigüedad, y esto es algo que se desconocía, por ejemplo, en la Edad Media, cuyos equivalentes intelectuales –menos numerosos y mucho menos prestigiosos- tenían una visión del conocimiento del pasado completamente diferente.

Se presuponía que las opiniones e interpretaciones de los grandes sabios y filósofos del pasado no podían ser igualadas o refutadas por la posteridad, de modo que la tarea del profesor era comentar los puntos de vista de las autoridades 

  Un siglo después de Lutero, la aparición de la prensa, como mecanismo masivo y constantemente actualizado, tiene una enorme repercusión

Los primeros periódicos que vieron la luz pública en francés e inglés fueron impresos en 1620 en Amsterdam (...) El nuevo género literario tuvo un éxito inmediato, favorecido entre otras cosas por la declaración de la guerra de los Treinta Años en Europa central en 1618 y por el comienzo de la guerra civil en Inglaterra en la década de 1640. Ambos acontecimientos fueron relatados con todo detalle en la prensa holandesa.

Las hojas informativas holandesas del siglo XVII hacían publicidad de libros y de los servicios de tutores privados. En Londres, hacia 1650 un periódico publicaba por término medio seis anuncios; un siglo más tarde, la media de anuncios era de cincuenta

Los periódicos eruditos, de carácter mensual o bimensual, difundieron conocimiento de tipo más académico. Este género se inició en la década de 1660 con el Journal des Savants de París y con las Philosophical Transactions de la Royal Society de Londres

  El deseo de conocimiento se convierte en negocio desde que existe una gran demanda. Junto con la aparición de la prensa, otro fenómeno interesante es la aparición de suscriptores para financiar la edición de libros por adelantado, una idea que hoy resultaría muy chocante.

El pago adelantado más cuantioso, en Inglaterra por lo menos, a lo largo del siglo XVIII parece que fue el que ofrecieron los sucesores de Millar, los socios William Strahan y Thomas Cadell, por los derechos de autor del relato del doctor John Hawkesworth sobre los descubrimientos del capitán Cook: seis mil libras esterlinas (…)Una manera de obtener dinero por adelantado fue publicando mediante suscripción. (…) Las listas de los suscriptores se publicaron a menudo en los libros vendidos de esta forma con el fin de animar a otros a seguir el ejemplo. Se han descubierto más de dos mil listas de ese tipo y se ha calculado que el número de individuos que durante el siglo XVIII compraron libros por suscripción en Inglaterra supera los cien mil.(…) No deja de ser fascinante, por ejemplo, el hecho de que el abanico de suscriptores del Lexicon technicum de John Harris abarcase desde Isaac Newton y el sabio clásico Richard Bentley hasta un carpintero de navío y un relojero, o que entre los suscriptores de la Encyclopédie, considerada a menudo una iniciativa anticlerical, se contase un número importante de clérigos.

  Ahora bien, supongamos que igual que esta evolución del concepto de conocimiento transformó el mundo, hubiese pendiente aún otra evolución de conceptos fundamentales en la existencia social humana. ¿Qué pasos harían esta evolución posible?, ¿podría darnos una pista de ello el averiguar qué pasos hicieron posible la transformación intelectual de Occidente?

  Aquí podemos encontrar un rasgo significativo:

Este sentido de búsqueda o investigación estuvo relacionado con la idea de que la provisión de conocimiento no era constante, ni en calidad ni en cantidad, sino susceptible de «progresar» o «mejorar»

  La idea de que el conocimiento no es una base firme sobre la que actuamos es contradictoria a primera vista, porque necesitamos del conocimiento precisamente para actuar, ¿y cómo hacerlo con seguridad si damos por sentado que tal conocimiento está incompleto?

  Otra peculiaridad:

Una de las razones que explicaría el notable éxito comercial de algunas minorías étnicas y religiosas —judíos, parsis, cuáqueros, viejos creyentes, etc.— puede haber sido la creación de redes de información que resultaban relativamente inaccesibles para los extraños.

  La idea innovadora en este caso sería la de que el conocimiento puede ser plural, que no solo cambia al ser utilizado y discutido, sino que es diferente por su origen cultural, y que considerar esta diferencia puede proporcionar muchas ventajas. De nuevo se trata de una idea que hubo de encontrar resistencias, pues se opone a la natural desconfianza a los extraños.

  Pensemos ahora en la diferencia entre la divulgación del conocimiento en China y en Occidente

Las enciclopedias chinas se crearon ante todo para responder a las necesidades de los candidatos que tenían que someterse a las pruebas de acceso a la burocracia imperial. (…) Tanto el patrocinio de la casa imperial como el escaso número de copias impresas sugieren que se trató de una producción destinada fundamentalmente a servir de ayuda a los mandarines en su trabajo. Las diferencias con respecto a (…) la Encyclopédie son evidentes (…) El significado de estas diferencias constituye naturalmente un objeto de debate, pero yo me atrevería a sugerir que las veamos como síntoma o indicador de diferencias de mayor alcance entre dos sistemas de conocimiento, entre lo que podríamos calificar como organización burocrática del conocimiento y la organización más empresarial del conocimiento que se desarrolló en Europa. 

    Otra cuestión es la de las implicaciones necesarias del conocimiento. En un principio, se asumía que la búsqueda de la sabiduría no podría más que contribuir a asentar el orden social. El precedente de la condena de Sócrates trataba de ser evitado. Sin embargo, la intelectualidad moderna asume el riesgo de subversión como inherente al hecho intelectual mismo.

La selección, organización y presentación del conocimiento no representan un proceso neutral, libre de valor. Por el contrario, son expresión de una visión del mundo apoyada en un sistema económico, social y político determinado.

Karl Mannheim fue muy consciente de la relevancia, para la sociología del conocimiento, de las guerras civiles de los siglos XVI y XVII y de las luchas de partido en la Inglaterra del siglo XVIII. Mannheim razonaba así: «Básicamente, en las luchas políticas los hombres tomaron conciencia por primera vez de las motivaciones colectivas inconscientes que siempre habían guiado la dirección del pensamiento. […] El descubrimiento de las raíces sociales-situacionales del pensamiento se produjo, en un primer momento, en forma de desenmascaramiento».

  Nunca debemos olvidar tampoco por qué Aristóteles no llegó a crear la ciencia tal como hoy la conocemos.

A pesar de su interés por los ejemplares de plantas o sistemas políticos, Aristóteles había descartado el conocimiento de lo particular, afirmando en sus Analíticos segundos o posteriores que «el conocimiento depende del reconocimiento de lo universal». Las cosas concretas podían ser objeto de una descripción (historia), como trató de poner en práctica el mismo Aristóteles en otra de sus obras, Historia de los animales. Sobre la base de esa descripción se podían establecer generalizaciones, pero sin que constituyeran un verdadero conocimiento por sí mismas. (…)  A partir del siglo XVI se dio más importancia que antes al conocimiento de las cosas concretas, de los detalles (cognitio singularium), en diversos ámbitos intelectuales, desde la medicina hasta la historia. Este enfoque más favorable a lo concreto lo defendieron filósofos como Bacon y Locke. El mismo término «empirismo» para designar esta nueva orientación fue acuñado en el siglo XVIII

  La transformación del mundo por la elaboración de un nuevo concepto de conocimiento ha llevado a la transformación del concepto de humanidad. Frente a las seguridades de los instintos y las tradiciones, el ser humano ha desarrollado una visión más arriesgada y valiente: en lugar de “seguridad” ahora tenemos “progreso”. La adquisición del conocimiento puede componer un elemento esencial de un proceso más amplio que lleve a la adquisición futura de la soberanía sobre las propias necesidades sociales en todos los ámbitos de expresión humana.

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