domingo, 15 de mayo de 2016

“El animal social”, 2011. David Brooks

  “El animal social”, del divulgador científico David Brooks, es un esfuerzo más por dar a conocer al gran público lo que en los últimos años ha llegado a averiguarse acerca de la naturaleza humana y la correspondiente interpretación de estos datos desde el punto de vista de nuestra cultura convencional actual

[Pretendo] ilustrar cómo los recientes hallazgos científicos intervienen en la vida real

   Por “vida real” entendemos una particular forma cultural propia de nuestra época en la cual el éxito personal iría unido al sostenimiento de una sociedad cooperativa orientada al desarrollo de la tecnología. Desde el punto de vista del individuo eso equivale a desarrollar también ciertas habilidades (una especie de “tecnología de la mente”) que eran desconocidas por el ser humano “en estado de naturaleza” (el cazador-recolector que hemos sido durante más del 95% de la existencia de la especie humana sobre la Tierra).

Aprender consiste en tomar cosas que son extrañas y antinaturales, tales como leer y el álgebra, y absorberlas de forma constante hasta que se hagan automáticas. Esto libera la mente consciente para trabajar en cosas nuevas (…) La civilización avanza al extender el número de operaciones que podemos llevar a cabo sin pensar en ellas
 
  No somos los humanos los únicos animales sociales (las hormigas y los ciervos también son sociales), pero sí somos el tipo de animal que ha desarrollado formas más complejas de sociabilidad, que las transmite culturalmente, de generación a generación (con sus cambios evolutivos), que ha creado civilizaciones y que para ello ha debido modificar su comportamiento hasta extremos casi irreconocibles.

La cultura humana existe en gran medida a fin de refrenar los deseos naturales de la especie

Lo que los economistas llaman habilidades no cognitivas (…) es una categoría que todo lo abarca en referencia a cualidades ocultas que no pueden ser fácilmente descritas o medidas, pero que llevan a la felicidad y la plenitud en la vida real. Primero, tener buen carácter. Ser persistentes, honestos y fiables. Afrontar los fracasos y reconocer los errores. Poseer bastante confianza para asumir riesgos y bastante integridad para vivir según los compromisos. Intentar reconocer la debilidad, arrepentirse de los pecados y controlar los peores impulsos. Igual de importante es tener don de gentes. Saber cómo entender a la gente, las situaciones y las ideas.

 
  La referencia a “arrepentirse de los pecados” tiene que ver con una particular forma religiosa que solo en un momento particular de la historia se ha dado. Esta forma religiosa está relacionada tanto con el surgimiento de la civilización industrial de Occidente como con el del racionalismo liberal actual. Sin ese tipo de creencias “supersticiosas” (arrepentirse y luchar contra el pecado, por ejemplo) jamás se hubiera podido dar el autocontrol del comportamiento imprescindible para el desarrollo moderno de la cooperación mutua. Esta base irracional de la racionalidad tiene sentido porque

No somos primariamente el producto de nuestro pensamiento consciente. Somos el producto de un pensamiento que tiene lugar por debajo del nivel de consciencia. (…)Si el estudio de la mente consciente señala la importancia de la razón y el análisis, el estudio de la mente inconsciente señala la importancia de las pasiones y la percepción

   Las doctrinas religiosas cristianas, al subrayar la imposibilidad de superar el pecado (equivalente al poder sobre nuestra racionalidad de las pasiones animales, la agresividad, el egoísmo), y la consecuente necesidad de una constante vigilancia, crearon el fundamento del afán de mejora individual propio de nuestra civilización. Gracias a este punto de partida, algunas personas que alcanzaban un nivel más alto de educación –la exigua minoría de intelectuales o incluso de filósofos- pudieron valorar las pautas básicas del comportamiento humano de una forma similar a como lo hacemos hoy un porcentaje mucho mayor de la población

Los líderes de la Ilustración británica reconocían la importancia de la razón. No eran irracionalistas. Pero creían que la razón individual está limitada y es de importancia secundaria. “La razón es y debe ser solo la esclava de las pasiones, y no puede pretender tener otro fin que servirlas y obedecerlas”.

    Sin embargo, para otros, como los ilustrados franceses, la razón sería reconocida universalmente como fuente de la felicidad humana, al ser capaz de vencer las pasiones. Hoy, los logros de la era moderna han hecho dudar a muchos acerca de si seguimos o no necesitando esforzarnos en controlar nuestros instintos destructivos y anticooperativos. Con todo, el irracionalismo ha sido descubierto en todos los aspectos de nuestras vidas, de tal forma que se ha alejado la esperanza infundada de que la mera razón, libre albedrío y “libre pensamiento” se basten para controlar nuestros peores instintos.

  ¿Comprendemos la importancia del inconsciente en nuestras vidas, en nuestra cultura y civilización?  Es vital que se difunda este conocimiento, porque, de lo contrario, no podremos reaccionar en consecuencia. Es preciso que desarrollemos el control consciente de nuestro comportamiento mediante la adopción de estrategias psicológicas efectivas capaces de poner en marcha un comportamiento inconsciente más acorde con nuestras expectativas (“cambiar nuestra forma de ser”). Si no educamos nuestras emociones siempre estaremos dependiendo de causas ajenas a nuestro control. 

No es bueno simplemente dar sermones para que los demás hagan las cosas por las buenas. La prosperidad depende de las habilidades inconscientes que sirven como prerrequisito para los logros conscientes

La verdad humanista central es que la mente consciente puede influenciar el inconsciente (…) Si se quieren poner las implicaciones filosóficas en términos simples, la Ilustración francesa, que enfatiza la razón [Rousseau, por ejemplo], pierde; la Ilustración inglesa, que enfatiza los sentimientos [Hume, por ejemplo], gana

 
  Para esto sirve el conocimiento acerca de la naturaleza humana. Sabemos, por una parte, que determinadas características psíquicas hereditarias pueden facilitarnos el éxito social. Si aprendemos a  manipularlas podemos mejorar nuestras posibilidades.

La mente interior (…)el ámbito inconsciente de emociones, intuiciones, sesgos, deseos, predisposiciones genéticas, rasgos de carácter y normas sociales. (…) Éste es el ámbito donde se forma el carácter y crece el don de gentes

  La misma inteligencia, lo que miden los justamente celebres tests de IQ  (“Cociente Intelectual”), supone un dato fundamental en una sociedad compleja como la de hoy.

La forma más fácil de medir la inteligencia de algún otro es gracias a su vocabulario

   Aunque la mayor parte del IQ nos viene dado por la herencia genética, la educación en la infancia puede ser también muy importante.  Y una vez más, la educación tiene que ver más con el mundo inconsciente de las emociones que con los contenidos didácticos.
 
Se estudió a huérfanos mentalmente deficientes que estaban viviendo en una institución y fueron adoptados subsecuentemente. Tras cuatro años, sus IQ divergieron en unos asombrosos cincuenta puntos de aquellos huérfanos que no fueron adoptados. Y lo más notable es que los chicos que fueron adoptados no mejoraron gracias a una tutoría y enseñanza. Las madres que los adoptaron eran también mentalmente disminuidas y vivían en otra institución. Fueron el amor maternal y la atención los que produjeron la subida en IQ 
 
  David Brooks no participa en el estéril debate acerca de si las capacidades innatas son más importantes que las que se adquieren en el entorno y crianza. Lo que sí señala son las opciones con las que contamos para tener éxito social. 

 Un elemento a destacar es la “demora de la gratificación”, que parece innata en medida parecida a la del IQ (es decir, que aunque se parte de una capacidad innata inicial, puede desarrollarse después mediante condicionamientos del entorno y estrategias aprendidas). En la demora de la gratificación el individuo reprime su deseo automático de buscar la satisfacción inmediata al tener en cuenta las posibilidades de futuro.  En los experimentos, el ejemplo clásico es pedirle a un niño que no se coma un caramelo y en su lugar espere un determinado tiempo, tras el cual será premiado con un número mayor de caramelos. La capacidad para demorar la gratificación es una característica propiamente humana y hoy se sabe que está relacionada con el éxito social.

El hallazgo crucial [en los experimentos con niños pequeños acerca de la demora en la gratificación] tenía que ver con la naturaleza de las estrategias que funcionaban. Los chicos que lo hacían mal dirigían su atención directamente a los caramelos. Pensaban que si ellos los miraban directamente podrían de alguna forma controlar su tentación de comerlos. Los que podían esperar  se distraían a sí mismos de los caramelos. Pretendían que no era real, que no estaba allí, o que no era realmente un caramelo. Tenían técnicas para ajustar su atención.

    El aprendizaje de técnicas parecidas a éstas tan sencillas puede ser vital en la mejora de las relaciones sociales.

La investigación de los últimos treinta años sugiere que algunas personas se han enseñado a ellas mismas a percibir con más habilidad que otras. La persona con buen carácter se ha enseñado a sí misma, o ha sido enseñada por los que la rodean, a ver las situaciones de la forma correcta. (…) Acciona todo un conjunto de redes de juicios y respuestas inconscientes en su mente, sesgándole a actuar en cierta forma. Una vez el juego ha sido trucado, entonces la razón y la voluntad lo tienen mucho más fácil (…)Los hombres decentes aprenden a ver las propiedades de otras personas de una forma que reduce la tentación de robar. Aprenden a ver un arma de una forma que reduce la tentación a hacer mal uso de ella. Aprenden a ver a las muchachas de una forma que reduce la tentación a abusar de ellas. Aprenden a ver la verdad de una forma que reduce la tentación de mentir

Usamos la inteligencia para estructurar nuestro entorno de manera que podamos tener éxito con menos inteligencia


Los rasgos que se correlacionan más poderosamente con el éxito son la atención al detalle, la persistencia, eficiencia, capacidad analítica para resolución de problemas y capacidad para trabajar muchas horas. Es decir, la habilidad para organizar y ejecutar
 
   Aunque se admite la capacidad del entorno de mejorar las capacidades  personales, Brooks, un individualista conservador, no puede evitar enfatizar que cualquier desarrollo pasa por impulsar la iniciativa particular para el éxito (una idea convencional del éxito; el éxito dentro de una sociedad capitalista estratificada, consumista y competitiva). En ese sentido, señala la “movilidad social” como un gran logro civilizatorio.

El desarrollo personal y la movilidad social están en el centro de [una viable] visión de una gran sociedad (…) La movilidad social reduce el conflicto de clases porque nadie está sentenciado a pasar sus días en la casta en la que nació.

   Suponiendo que esta movilidad social esté justificada –es decir, si justificamos la estratificación social, ese tipo de sociedad-, el aumentar las oportunidades para cada individuo exige un cambio profundo. Por una parte es importante tener buenas escuelas, pero más importante aún es contar con un entorno humano que desarrolle las capacidades de éxito social, especialmente en la infancia. Aquí se presta atención a los condicionamientos psicológicos, al desarrollo de las capacidades cognitivas, de forma parecida a como se han relatado las estrategias buenas o malas a la hora de afrontar la demora en la gratificación.

Si lees parte de una historia a los niños de un parvulario en un barrio rico, aproximadamente la mitad de ellos serán capaces de predecir qué pasará después en la historia. Si lees el mismo fragmento a niños en un barrio pobre, solo el 10%  serán capaces de anticipar el curso de los sucesos.

  Las limitaciones por el entorno quedan confirmadas cuando se estudia a los individuos que han vivido en culturas muy diferentes (exitosas o no, o bien exitosas en un sentido o en otro). Las diferencias en la capacidad intelectual y en la organización del pensamiento son notables.

En un famoso experimento en el cual se mostraron imágenes de una pecera a norteamericanos y japoneses, y se les pidió que describieran lo que veían, los americanos describían el pez más grande y prominente en la pecera [mientras que] los japoneses hicieron, en un sesenta por ciento, más referencias al contexto y elementos del entorno de la escena, como el agua, las piedras, las burbujas y plantas en la pecera. La conclusión es que, en conjunto, los occidentales tienden a centrarse estrechamente en los individuos que emprenden acciones, mientras los asiáticos es más probable que se centren en el contexto y las relaciones

Sobre la opinión de que “sin tener en cuenta las cualidades y defectos de nuestros padres, uno siempre debe amarlos y respetarlos”, el 95% de asiáticos y de hispanos estaban de acuerdo, comparado con solo el 31% de los holandeses y el 36% de los daneses.


  Este tipo de diferencias tienen mucho que ver con las instituciones de cada cultura, que son la influencia más notable en el entorno.

A medida que vamos por la vida, viajamos a través de las instituciones – la primera familia y la escuela, después las institución de una profesión o una ocupación (…) Las instituciones mejoran y progresan porque son las que suministran la sabiduría duramente ganada. La raza progresa porque las instituciones progresan

   La conclusión es que solo podemos mejorar nuestra sociedad partiendo del conocimiento de nuestras limitaciones para impulsar la racionalidad, sean estas impuestas por la cultura, por la educación, por los particulares condicionamientos de la infancia o por las estrategias psicológicas aprendidas. En teoría, parece fácil organizar una convivencia armoniosa y productiva que permitiese sacar el máximo partido de la cooperación inteligente, pero, en la práctica, solo podemos hacerlo si nos enfrentamos a problemas de nuestro comportamiento inconsciente que solo reconociéndolos previamente podríamos superar.

    Fallamos en reconocerlos, por ejemplo, al dejarnos confundir con las adscripciones políticas. En teoría, nos adherimos a ellas porque reflejan nuestra forma de pensar pero

tú primero eres [del partido ]Demócrata [norteamericano], y entonces das cada vez más valor a la igualdad de oportunidades, o te haces [del partido] Republicano primero y después das cada vez más valor a un gobierno limitado. La afiliación al partido frecuentemente forma los valores, no al revés

   O, en un caso aún más dramático, cuando te ves condicionado por tu propio origen…

Si les recuerdan a unos estudiantes afroamericanos que ellos son afroamericanos justo antes de hacer un examen, sus registros serán mucho más bajos que si no se lo hubieras recordado. En un caso, a unas mujeres asiático-americanas se les recordó su etnicidad antes de hacer un test de matemáticas. Lo hicieron mejor. Entonces se les recordó que eran mujeres. Lo hicieron peor.
   
  Incluso las estrategias que supuestamente son más racionales acaban teniendo sus vicios

El modo de pensamiento [científico] es reduccionista; rompe los problemas en partes discretas y está ciego a los sistemas emergentes

  La consecuencia más negativa de esto es el cientificismo

El cientificismo es tomar los principios de la investigación racional, extenderlos sin límite y excluir cualquier factor que no encaje en las fórmulas

  Esto es falsa ciencia, y cuando se aplica a las llamadas ciencias sociales, puede llevarnos al totalitarismo y todo tipo de absurdos abusos

   En cambio, una aproximación adecuada a la relación entre racionalidad e irracionalidad es la que tiene en cuenta el control que podemos ejercer sobre nuestra propia irracionalidad

La gente de Alcohólicos Anónimos ponen el sentimiento de forma más práctica con el eslogan: “fíngelo hasta que lo que consigas”.(…) Una de las más firmes lecciones de la psicología social es que el cambio del  comportamiento frecuentemente precede a los cambios en actitud y sentimientos.

Entre todas las cosas que no controlamos, tenemos algún control sobre nuestras historias. Tenemos un poder decisorio consciente al seleccionar la narrativa que usaremos para organizar las percepciones

 
Los programas que funcionaron mejor [en la prevención de conductas que llevan al SIDA] intentaron cambiar todo el modelo de vida. No intentaban meramente cambiar decisiones acerca del sexo seguro, intentaron crear gente virtuosa que no se pondría en el sendero de la tentación. Estos programas eran frecuentemente conducidos por líderes religiosos. Estos hombres y mujeres hablan en el lenguaje de lo correcto y lo equivocado, del vicio y la virtud. La gente que lideraba estos programas hablaban del lenguaje del “debes”. Hablaban sobre salvación y verdad bíblicas, y la actividad sexual más segura era un subproducto de un cambio mucho mayor de visión

  A pesar de que, en muchos sentidos, el relato de David Brooks es  marcadamente tendencioso en un sentido conservador (no contempla cambios sociales futuros, ignora las incongruencias del sistema económico actual, rechaza el impulso estatal al igualitarismo social y subraya indebidamente el papel de la iniciativa personal de autosuperación) de lo que no cabe duda es de que se trata de un valioso llamado de atención acerca de la necesidad de utilizar criterios racionales para afrontar la problemática de la naturaleza humana. Estos criterios racionales nos llevarán siempre a la misma conclusión:  es imposible mejorar la vida humana sin dar por sentado que nos dominan impulsos irracionales innatos que contradicen nuestra voluntad de vivir en paz y armonía. Somos nuestro propio enemigo, hemos de aprender a controlar nuestras tendencias destructivas, supersticiosas y conformistas. Y eso no puede hacerse mediante mero voluntarismo ni mucho menos ateniéndonos a las doctrinas de la tradición: hemos de adoptar estrategias firmes y a la vez flexibles para controlar nuestro inconsciente a partir de un conocimiento lo más profundo posible de nuestras contradicciones y debilidades.

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