viernes, 15 de abril de 2016

“Psicología del desarrollo moral”, 1984. Lawrence Kohlberg

  El psicólogo Lawrence Kohlberg tuvo la iniciativa de clasificar moralmente a los seres humanos de acuerdo con “seis estadios de moralidad psicológica”.

Nuestros estadios morales (…) representan claramente unas crecientes orientaciones interiorizadas hacia las normas morales que se mueven desde una preocupación por las sanciones, hasta una preocupación por la alabanza y la culpa, hasta una preocupación por los principios internos

  El comportamiento moral, en términos generales, supone la actitud del individuo ante los dilemas que presenta la convivencia con unos semejantes que, como él mismo, se hayan fuertemente motivados por sus naturales deseos egoístas.

La conducta honesta es el resultado de un conflicto entre una tentación y un estándar moral. Un test de conducta moral debe de tener un fuerte componente emocional.

  Se distinguen tres grupos de estadios morales: de moralidad preconvencional, convencional y postconvencional. El sistema de Kohlberg no es el único, pero sí el más sólido y generalmente aceptado hasta el momento.

  Estadio 1. Premoral [preconvencional].  Orientación al castigo y la obediencia.
  Estadio 2. Premoral [preconvencional] . Ingenuo hedonismo instrumental.
  Estadio 3. Moralidad de conformidad con el rol convencional. Moralidad de mantenimiento de buenas relaciones, aprobadas por parte de todos.
  Estadio 4.    Moralidad de conformidad con el rol convencional. Moralidad de mantenimiento de la autoridad.
  Estadio 5. Moralidad de principios morales autoaceptados [postconvencional].  Moralidad de compromiso de derechos individuales y de la ley democráticamente autoaceptada
  Estadio 6. Moralidad de principios morales autoaceptados [postconvencional].  Moralidad de principios individuales de conciencia.

El nivel moral preconvencional [1 y 2] es el nivel de la mayoría de los niños menores de nueve años, de algunos adolescentes y de muchos adolescentes y adultos delincuentes. El nivel convencional [3 y 4] es el nivel de la mayoría de adolescentes y adultos de nuestra sociedad y de otras sociedades. El nivel postconvencional [5 y 6] se alcanza por una minoría de adultos y, normalmente, solo después de los veinte años

  En resumen: la moral preconvencional consiste en obedecer la reglas por temor al castigo, la convencional en obedecer las normas por ser las aceptadas socialmente y la postconvencional consiste en obedecer las propias normas morales autoaceptadas e interiorizadas. Kohlberg lo tenía muy claro. También tenía claro que el individuo suele evolucionar a lo largo de los años por estos estadios (y casi nunca se produce una regresión). Un proceso que muchos llamaríamos “madurez”.

  Para realizar la medición, los psicólogos recurren a poner a prueba a los individuos ante los “dilemas éticos”. Para no extendernos, plantearemos el más usado de todos, el llamado “dilema de Heinz”:  “Existe un hombre llamado Heinz, cuya esposa está muy enferma. Un rico farmacéutico vende el medicamento que puede curarla. Heinz no tiene dinero para comprarlo y no puede llegar a ningún arreglo con el farmacéutico que le permita salvar la vida de su esposa. Entonces, roba el medicamento. ¿Merece Heinz ser castigado penalmente por su acción?”

  En todos los estadios es posible posicionarse a favor y en contra, pero siempre en base a criterios diferentes.

En el estadio 1, la acción está motivada para evitar el castigo, y “la conciencia” es un miedo irracional al castigo.(…) En el estadio 2, [se da una] acción motivada por el deseo del premio o beneficio. Se ignoran las posibles reacciones de culpa y el castigo se ve de una forma pragmática [ya no es un miedo irracional] (…) Estadio 3: acción motivada por anticipación de la desaprobación de otros (…) Estadio 4: acción motivada por anticipación del deshonor y por culpa del daño concreto hecho a otros   (…) Estadio 5: preocupación por mantener el respeto de iguales y de la comunidad. (…) Preocupación por mantener el respeto de uno mismo (…) Estadio 6: preocupación por la autocondena por violar los principios propios de uno mismo

  En el estadio 2, la motivación para robar el medicamento que salve a la esposa es que “Heinz” quiere que su esposa viva (“porque su esposa le gusta, le satisface”), mientras que, por otra parte, el castigo, en caso de que lo atrapen, no sería muy grande. Evidentemente, eso solo en caso de que “Heinz” desee tanto prolongar la vida de su esposa como para que le compense el riesgo del castigo. Pero en el “estadio 1”, la motivación a favor de salvar a la esposa sería simplemente que se le podría acusar de no haber hecho todo lo posible para salvarla. Es evidente, por tanto, que las acciones morales, prosociales, favorecedoras de un comportamiento benévolo (que es el que despierta la confianza de los otros y facilita la cooperación dentro de una comunidad), serían menos probables para los “preconvencionales” de los “estadios 1 y 2”.

  Todavía podemos comprobar mejor esto si estudiamos la reacción ante el terrible “Experimento Milgram", en el cual se coacciona –no violentamente, solo psicológicamente- a unos sujetos para que hagan daño a personas inocentes. Cuando por primera vez se llevó a cabo este experimento de psicología social, fueron solo una minoría los que se negaron a obedecer, ¿los “estadios de moralidad de Kohlberg” permitirían anticipar la reacción de cada individuo?

En este estudio, solo los sujetos de estadio 6 se supone que se cuestionan el derecho moral de la autoridad para pedirles que hagan daño a otro. Los sujetos de tipo “contrato social” de estadio 5, tenderían a sentir que la voluntaria participación de la víctima con previo conocimiento les salvaría de la responsabilidad para con el investigador, mientras que su acuerdo en participar les obligaría a llevarlo a cabo. Tal y como se preveía, el 75% de un grupo pequeño de sujetos de estadio 6 se retiran, comparado al solo 13 % del restante número de sujetos en estadios morales más bajos. 

  Por lo tanto, Kohlberg creyó haber encontrado una medida del comportamiento prosocial, bien que imperfecta y sujeta a numerosas variables a la hora de determinarla. Lo más valioso sería que la “prosocialidad” –la “bondad”- puede medirse, y que los individuos son "mejores" o "peores" de acuerdo con criterios objetivos. Además, averiguaríamos ciertas cosas, como que existe una relación entre la inteligencia y la moralidad. De acuerdo con las conclusiones de un estudio en particular:

Lo que tiene más interés es la interacción entre el cociente intelectual y los estadios morales. Agrupando a los adolescentes según convencionales y preconvencionales, vemos que los dos grupos que más probablemente [engañaban] eran los sujetos preconvencionales de alto cociente intelectual y los sujetos convencionales de bajo cociente intelectual

  Recordemos que “los convencionales” son aquellos que se someten a los dictados de lo que es generalmente aceptado por la sociedad: al ser poco inteligente puedes no darte cuenta de lo que la sociedad exige de ti.  Por lo tanto, el comportamiento antisocial siempre está relacionado con un bajo coeficiente intelectual de “los convencionales”, o con las deficiencias cognitivas -compatibles con una gran inteligencia- propias de la etapa preconvencional (extrema inmadurez por juventud, o incluso psicopatía).

  Uno de los problemas más preocupantes es que, si la mayoría de las personas se encuentran en los “estadios convencionales” 3 y 4, del “contrato social” (obrar de acuerdo con las costumbres de tu entorno), la historia nos demuestra que todo tipo de brutalidades son posibles (matanzas, desigualdad social extrema, intolerancia…) en tanto que el entorno lo fomente, permita o tolere. Si queremos un mundo mejor, por lo tanto, deberíamos interesarnos por promover los estadios superiores, postconvencionales, en los que se obra en base a derechos y principios de conciencia “autónomos”, independientes de la presión social. La capacidad para afirmar juicios morales debe proceder de la formación interna e intelectual del individuo. Esto era el viejo sueño de Kant.

  Observemos ahora la distinción entre los dos estadios superiores, 5 y 6:

[En el estadio 5 se opina, con respecto al dilema de Heinz, que] “el juez debería inclinarse más hacia el punto de vista moral”. (…) La ley, como la moralidad, se deriva de los derechos y valores individuales, y los dos están más o menos al mismo nivel. En un estadio 6, [en cambio,] la obligación se define según unos principios universales éticos de la justicia.

  En el nivel 5, se espera una armonía entre el mundo legal y el de la moralidad autónoma. En el estadio 6 se abandonan estas esperanzas, lo que quiere decir que el hombre justo no necesita que ninguna autoridad le imponga criterios de moralidad, puesto que él ya tiene su propio criterio. El postconvencional de estadio 5 es un socialista ingenuo, mientras que el postconvencional del estadio 6 es un anarquista abnegado, cuya moralidad se origina en una práctica sistemática y racional de la empatía acorde con sus propias emociones. ¿Cómo puede este anarquista asegurarse de obrar correctamente, sin el auxilio de la ley ni de la opinión pública democráticamente expresada?

En nuestra concepción teórica, un sexto estadio se basa en un proceso de toma de rol ideal o “sillas musicales morales” en el que cada persona en su imaginación cambia de lugar con cada una de las personas del dilema antes de establecer su postura como la correcta.

  Planteado así el asunto, Kohlberg encuentra cuatro opciones de tipo filosófico para la estructura esencial de la moralidad:  de orden normativo, utilitaria, de justicia y de “yo ideal”. Para ver cómo se expresan estas opciones, pensemos, simplemente, en cómo explicar el mandato de “no robarás”:

Orden normativo: el robar está siempre mal. Si empiezas a quebrantar las normas del robo, se desmoronaría todo.
Utilitario: Hieres a otra gente.
Justicia: El [propietario de los bienes que se roban] trabajó mucho para ganar dinero
El yo ideal: una persona que no es honesta no vale mucho.

  La conclusión de Kohlberg:

Aunque todas estas orientaciones se pueden utilizar por un individuo, mis colegas y yo afirmamos que la estructura esencial de la moralidad es una estructura de justicia (…) Posiblemente, la razón más importante para centrarnos en la justicia es que es la característica más estructural del juicio moral. 

  No todo el mundo está de acuerdo en esto. Kohlberg menciona que

al centrarnos en la justicia no estamos negando la posibilidad de extender la idea de los estadios de juicio moral a otros, y posiblemente más amplios, conceptos del campo moral

    Las conclusiones de Lawrence Kohlberg le llevaron al enfrentamiento con muchos de sus discípulos y colaboradores. El caso más conocido fue el de Carol Gilligan, la creadora del concepto de “ética del cuidado”, según la cual la estructuración de los criterios de justicia, basados en la adjudicación de castigos y no-castigos a quienes se atengan a las normas, desdibuja la dimensión real de las relaciones humanas. Al fin y al cabo, si se da por sentado que existe una ética autónoma, una acción puramente altruista, la justicia (castigos, premios, asignación de méritos…) estaría de más en los casos de moralidad más avanzada (el anarquista moralmente autosuficiente).

  Desde esta perspectiva, parece más aceptable el criterio del “yo ideal”, en el que las relaciones humanas se basan en la visión que tenemos de nuestros semejantes y de nosotros mismos en relación con ellos. Si interiorizamos una concepción moralista, altruista y racional (postconvencional) del comportamiento, entonces tenemos un camino para la reforma de la vida social que pasa por nuestra propia afirmación moral.  Y este “yo ideal” también engloba el criterio “utilitario” (el mayor bien para el mayor número)… Mientras que si lo que interiorizamos es la idea de que los individuos deben ser sujetos por la coacción de las normas socialmente aceptadas de acuerdo con criterios distributivos y de mérito (El [propietario de los bienes que se roban] trabajó mucho para ganar dinero) entonces a lo mejor nuestra conducta no puede ser tan prosocial, porque siempre dependerá de la conflictividad entre particulares ideas de mérito e intereses privados.

  Una fórmula fácilmente comprensible –y necesariamente discutible- sería decir que habríamos de obrar de tal modo que puedas beneficiarte de la gratificación afectiva dentro de una comunidad de extrema confianza (basada en el “yo ideal”). Si esta comunidad existe, aunque sea una posibilidad o incluso aunque sea imaginaria, obras en base a ganarte una reputación dentro de ella. Eres fiel a la propia imagen que quieres dar de ti y te ves incentivado por la aprobación de tus semejantes que comparten el mismo ideal humano. En el caso de Heinz, a favor de robar el medicamento estaría que salvas a una persona inocente y eres comprensivo con tu propia necesidad de amar y ser amado por tu esposa; y en contra estaría el hecho de que dispones de un bien que otros pueden necesitar y la posibilidad de que practicar el robo tenga malas consecuencias sociales –indirectas- que conducirían a un mayor sufrimiento para todos en el futuro (todos robarían y en la industria farmacéutica no se iban ya a esforzar en alcanzar grandes logros debido a que no obtendrían beneficios).

3 comentarios:

  1. Definitivamente Lawrence Kohlberg, se convirtió en el personaje que llevó el estudio de la moral a importantes niveles, no exagero en la expresión, considerando que Piaget inicio con su estudio al respecto. Pero la importancia de Kohlberg no solo fue la de entregar a la comunidad científica este trascendental aporte, sino la de abrir las puertas para otros estudios, y no solo desde la psicología, desde muchos campos, ampliando sobremanera el “asunto” de la moral humana. Por citar un ejemplo, el juicio moral fue enriquecido por científicos como Turiel y Nucci, aclarando que existen dominios diferenciados como; el personal, el social y el moral dentro de este proceso de enfoque cognitivo. Hoy consideramos a la moral, no como un proceso único y aislado, o donde prime solo la cognición, ya que como resultado de la vivencia real de cada individuo apreciamos que el juicio o razonamiento muchas veces está divorciado de la conducta. Es importante entonces conocer los procesos reales que interactúan, como la sensibilidad, el juicio, la motivación; y el carácter y conducta, donde la emoción y la cognición determinan finalmente la conducta moral. Muchos autores han dedicado extensos ensayos, que en su mayoría coinciden o justifican interprocesos. Todo ello es válido en cuanto sea materializado y aplicado en programas, estrategias, tecnologías, procesos etc., con el objetivo de desarrollar nuestra moral, que a ciencia cierta hoy necesitamos con urgencia.

    Luis Enrique Olaya Céspedes.

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  2. Muchas gracias por la aportación, que incluye sugerencias de autores para posteriores lecturas. La moralidad es el elemento cultural clave del "proceso civilizatorio" y el principal objeto de toda "sabiduría". Psicólogos como Kohlberg han abordado la cuestión con brillantez. Lo que todavía no ha hecho ninguno aún es extraer una alternativa coherente a la moralidad convencional a partir de sus descubrimientos. Eso se sigue dejando en manos de las costumbres y el devenir de la opinión pública. La ciencia, so pretexto de una escrupulosa "neutralidad" (que no es tal), renuncia con ello a convertirse en "sabiduría". De todas formas, mejor ciencia sin sabiduría que sabiduría sin ciencia, pero...

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  3. Muy cierto, tenemos mucho por hacer aún. Por lo pronto podemos aportar algo (conocimiento e información) a la gran masa social que conduce y reafirma consuetudinariamente lo que se aceptará o no moralmente. Y esta página lo intenta de manera formidable con “un poco de sabiduría”. Gracias y felicitaciones por tremendas lecturas y autores. Saludos.

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