viernes, 14 de agosto de 2015

“Dentro de la mente neolítica”, 2005. Lewis-Williams y Pearce

  Los arqueólogos no solo reúnen una inmensa cantidad de datos a partir de los vestigios materiales de la humanidad del pasado, sino que también se encuentran en la mejor situación para hacer averiguaciones en profundidad acerca de cómo y por qué vivían aquellos hombres y mujeres. Sus motivaciones, sus deseos… la naturaleza humana universal que compartimos con ellos. Este enfoque hasta cierto punto filosófico se suele llamar “arqueología cognitiva”, y en el caso de este libro de David Lewis-Williams y David Pearce casi podría hablarse de “arqueología neurológica”…

[La] generalidad de este libro se basa en el funcionamiento del cerebro humano que, con toda su complejidad electroquímica, crea lo que nosotros llamamos nuestras mentes. El funcionamiento neurológico del cerebro al igual que la estructura y el funcionamiento de otras partes del cuerpo, es un universal humano. (…) La forma en que interacciona la estructura cerebral con el contenido para producir patrones vitales y sistemas de creencias únicos es una cuestión clave que vamos a tratar.

  Puesto que muchos de los restos dejados por las primeras civilizaciones (llamadas “neolíticas”) tienen que ver con sus prácticas religiosas, funerarias y ceremoniales, es en este importante ámbito de la actividad social donde mejor podemos especular.

   Una de las primeras precisiones que conviene hacer: la vida espiritual del neolítico (y también la de los primeros cazadores-recolectores, por supuesto) partía de la experiencia de los llamados “estados alterados de consciencia”:

Todas las religiones tienen un componente extático, y todas incluyen la alteración de la consciencia humana en cierto grado mediante la oración, la meditación, el canto y muchas otras técnicas. 

Fue la naturaleza cambiante de la consciencia humana la que llevó a la gente a suponer que había otra esfera de existencia y que los seres de dicha esfera interactuaban con las personas del mundo material. Cuanto más habitaba una persona, o un grupo de ellas, el extremo introvertido del espectro de consciencia, más cerca se consideraba o consideraban de ese otro mundo.

Las tres dimensiones interconectadas de la religión: la experiencia religiosa eufórica y trascendente que  proviene del sistema nervioso humano; las creencias religiosas que proceden fundamentalmente de los intentos de codificar las experiencias religiosas; y las prácticas religiosas que introducen a la gente en las experiencias religiosas y manifiestan las creencias.

  “Experiencias”, “creencias” y “prácticas”. El enfoque de los autores contempla el fenómeno religioso desde la perspectiva de las civilizaciones antiguas, no desde el punto de vista actual.

La religión, fundamentalmente, está basada en la creencia en reinos sobrenaturales y entidades no materiales. Las percepciones  de esos reinos invisibles derivan del funcionamiento electroquímico del cerebro (…) El contacto con ese reino es lo que denominamos experiencia religiosa

   En la historia más reciente hemos observado algunos hechos espectaculares, como las ideologías políticas de masas del tipo del marxismo, que hacen pensar que el fenómeno de cohesión social desatado por el efecto emocional de los símbolos no requiere necesariamente tener en consideración tales supuestos fenómenos sobrenaturales. Pero en la época de las primeras civilizaciones, en el Neolítico, el mundo de lo sobrenatural (lo irracional) estaba presente en toda expresión de la vida social y aun de la vida individual.

La suposición de que la toma racional de decisiones y procesos como la adaptación sensible al entorno pueden explicar todo comportamiento humano perteneciente al pasado no tiene fundamento alguno (…) Debemos ser conscientes de la irracionalidad del pasado (y de la del presente)

  Lo que exploran los autores de este libro son los mecanismos de la irracionalidad humana que fueron capaces de marcar las particularidades del desarrollo social. Consideramos habitualmente que la civilización existe a partir de un propósito común razonado de los seres humanos en sociedad. Pues no es así. En el principio fue lo irracional…

  Sabemos algunas cosas acerca de los “estados alterados de consciencia”… y de cómo pudieron ser interpretados en un sentido social, también en relación con las condiciones económicas y de jerarquía:

Las atesoradas experiencias de origen neurológico constituían los cimientos del trabajo ordenado por los videntes que llevaba a la construcción de las enormes tumbas, las cuales, a su vez, presentaban una imagen de las relaciones materiales de explotación tan eterna e inmutable como las propias tumbas

  Partimos de que en toda sociedad primitiva existen “chamanes” (videntes, adivinos, profetas…), muchos de los cuales podrían hoy ser calificados incluso de enfermos mentales que pasaban por experiencias de comportamiento excéntrico, bien fuese por ser genuinos esquizofrénicos o psicóticos, o bien por ingerir drogas o por someterse a otras actividades perturbadoras (bailes frenéticos, pérdida intencionada de sangre, ejercicios parecidos a los del yoga actual…) o, lo más probable, por una combinación de todas estas cosas. Estos individuos contaban con una gran capacidad para influir la sociedad. ¿Por qué?, probablemente porque los relatos imaginativos de tales experiencias tenían la cualidad de aplacar o consolar en alguna medida la incertidumbre constante de la vida azarosa de los seres humanos, con sus inmensos cerebros, en medio de una naturaleza hostil e incomprensible. Las visiones y otras “experiencias” no eran mera invención: realmente sucedían dentro de las mentes de los chamanes sin que interviniera su propia voluntad para nada. “Aquello” venía de alguna parte. Para el hombre primitivo, nada podía quedar inexplicado (el descubrimiento de la ignorancia, el escepticismo aceptado socialmente, fue una creación muy moderna de la humanidad).

Las experiencias de consciencia alterada parecen estar ligadas inextricablemente a nociones de una perspicacia extraordinaria, de una agudeza más allá de lo normal

  En un mundo de sucesos inexplicables, de incertidumbre constante, las experiencias de “estados alterados de consciencia” proporcionaban, pues, una posible respuesta…

  Ahora bien, parece ser que estas respuestas no podían ser muy variadas.  El funcionamiento del cerebro humano no es demasiado diferente en cada caso particular. Sometidos a experiencias neurológicas parecidas, las visiones de los chamanes de pueblos muy distantes también se parecían un poco…

Las sensaciones del movimiento a través de un pasadizo subterráneo hacia un inframundo y también la del vuelo hacia mundos superiores para encontrarse con seres y animales estaban integradas en sus cerebros.

  Los arqueólogos encuentran muchas pautas como éstas: pasadizos, mundos estratificados, vuelos de los pájaros, seres prodigiosos (mitad hombre, mitad animal…)

La universalidad casi total de la creencia en un cosmos estratificado y en un desplazamiento entre ellos puede ser atribuida al funcionamiento del sistema nervioso humano en cierta variedad de estados alterados

Para la gente del Paleolítico Superior, el viaje físico a través de las cuevas era probablemente idéntico al viaje psíquico a través del cosmos estratificado.

En el Neolítico, la gente construyó modelos del cosmos en superficie (…) Al hacer esto, escaparon de la diversa maraña de pasadizos y cámaras laberínticas y subterráneas que recorría la gente del Paleolítico Superior. Cada caverna tiene una topografía diferente de la de todas los demás. La gente del Neolítico eliminó el laberinto variable y lo sustituyó con estructuras más simples y predecibles de su propio diseño. Gracias a esto consiguieron un mayor control sobre el cosmos.

  Al examinar los vestigios de los grandes monumentos funerarios neolíticos se suele encontrar el reflejo de otros fenómenos neurológicos –aparte de laberintos, estratificaciones y vuelos- que hoy en día están siendo clasificados:

Fenómenos entópticos (…) Imágenes mentales geométricas integradas

La poliopsia (…) Una sola imagen puede multiplicarse de repente en una serie de imágenes repetidas, de manera muy similar a los infinitos reflejos de dos espejos situados en paralelo (…) [El repetir] un solo elemento entóptico (…) [es] una de las maneras en que los videntes experimentaban las imágenes mentales de los estados alterados (…) [A esto se le daba el significado] de multiplicar los accesos a otras dimensiones y, por ello, al poder en este mundo

Integración (…) Diferentes formas entópticas se unen para formar alucinaciones geométricas más complejas (…) En el arte megalítico se dan integraciones de imágenes “naturalistas” y elementos entópticos. Por ejemplo (…) arco, flechas y hachas insertos entre curvas concéntricas, espirales y líneas curvas (…) Las hachas de piedra eran, probablemente, signos de poder político

  Partiendo, pues, de un repertorio de imágenes parecidas (pues proceden de cerebros semejantes), lo que hace peculiar a cada cultura es la interpretación social de tales percepciones dentro del mundo solemne de la sobrenaturalidad.

El contrato social (…) es el escenario de la manipulación [del mito]: personas y grupos de personas cuentan mitos de formas y con énfasis que les convienen en contextos y en momentos particulares. Las unidades estructurales pueden ser articuladas en diversas combinaciones y transformaciones. 

Las prácticas y las construcciones arquitectónicas [de los rituales de sacrificio neolíticos] (…) apuntan probablemente a discriminaciones sociales, a una sociedad jerárquica en la que una élite emergente manejaba los excedentes de riqueza

El chamanismo animal clásico fue abandonado (…) El patrón común en el Neolítico posterior de Anatolia y Oriente Próximo no incluye los elementos que concuerdan con una sociedad chamanística clásica de cazadores-recolectores

  Hasta aquí, es el modelo que más o menos nos resulta familiar: partiendo de una serie de fenómenos ilusorios se crea una trama simbólica al servicio de los intereses sociales de quienes, de una manera u otra, han tomado el control de las tradiciones.

Marx y Engels reconocieron que la apropiación de los medios materiales de producción (los recursos alimenticios y también los instrumentos de producción, como las hachas) conlleva también la apropiación de lo que ellos llaman “los medios mentales de producción”. Los estados alterados de consciencia son una parte frecuentemente  ignorada de los medios mentales de producción

   Pero los últimos descubrimientos arqueológicos apuntan en una dirección diferente a la que señalaban los viejos marxistas, que hacían depender toda la organización social de los problemas económicos…

Al igual que Gordon Childe y otros marxistas, la mayoría de los investigadores sitúan la base material de la sociedad, la infraestructura, en el punto de cambio. Los cambios en la creencia eran, desde su punto de vista, simples creencias populares que no tenían un verdadero impacto sobre el cambio. Ha llegado la hora de que los arqueólogos tomen en cuenta las explicaciones émicas [subjetivas]. Lo que antes se veía, de manera bastante comprensible, como insustanciales divagaciones fantásticas, debe ser ahora revaluado a la luz de unos contratos social y de consciencia interconectados que no pueden ignorarse. 

  ¿Qué es el “contrato de consciencia”?

El contrato de consciencia (lo que uno podría llamar el componente psicológico), junto con su cosmología estratificada asociada, proporciona las unidades estructurales, episodios que constituyen parte de la estructura profunda de un mito (…) Estas unidades estructurales liberan profundas emociones (…) Estos contextos cargados de emoción facilitan la evocación de significados “profundos” (…) La emoción (…) interioriza los mitos y  los graba a fuego en las mentes de las personas

  Es decir, frente a un “contrato social” por el cual se estructura la autoridad política, existe un “contrato de consciencia” por el cual se estructura la función psicológica en la sociedad.

  Esto es relevante porque podría explicar por qué la sociedad se ha transformado. No ha sido por causas económicas. Hasta el momento, nadie ha sido capaz de explicar de forma convincente por qué se abandonó la forma de vida de la caza y recolección por la complejidad de la estratificada vida de las primeras civilizaciones neolíticas.

La gente cambió su religión y su simbolismo antes de convertirse en agricultores, no como resultado de ello (…) Existen pruebas irrefutables de la precedencia de la religión en este punto particular de la historia humana

  Así parecen demostrarlo algunos sorprendentes restos arqueológicos aparecidos en Próximo Oriente (el santuario de Göbekli Tepe es el ejemplo más conocido) que nos informan de que, hace más de diez mil años, y aprovechando buenas condiciones para la caza y la recolección, grupos organizados de seres humanos que aún no eran agricultores dedicaron su tiempo y su esfuerzo a construir lo que hoy llamaríamos “monumentos religiosos” o “lugares de culto”.

  Para los autores de este libro, tales iniciativas “religiosas” llegaron aún más lejos:

El cambio a la domesticación [de animales y plantas] se dio como resultado de las frecuentes actividades rituales 

Los usos económicos del animal habrían sido un subproducto de una domesticación de origen religioso (…) La domesticación de animales ya estaba insertada conceptualmente en la visión del mundo y el complejo socio-ritual (…) antes de que la gente comenzara realmente a pastorear a los uros (…) [Aunque] no estamos sugiriendo que la domesticación de los animales tuviera lugar del mismo modo en todas las partes del mundo

  Y

El orden social en el mundo material fue imitado mediante una jerarquía de seres espirituales “en el otro mundo” (…) Durante el Neolítico había una jerarquía social en desarrollo que formaba parte de una cosmología global (…) La religión, alojada en la cosmología, validaba los derechos sobre la tierra y la autoridad de aquéllos que se encargaban de la construcción de monumentos y su uso.

  En conclusión:

El comportamiento económico no puede ser separado del comportamiento simbólico.

Es imposible analizar las religiones y cosmologías antiguas de una forma que no sea superficial y perifrástica si no se admite la contribución del sistema nervioso humano, ya que éste produce diariamente diversos estados de consciencia

  Un valor de la religión, incluso de la más primitiva, implica también un cambio social prometedor: el compromiso del individuo para llegar, mediante el uso de su capacidad intelectual, a identificaciones universales con sus semejantes:

La religión (…) fue la primera herramienta de discriminación social que no se basaba en la edad, el sexo o la fuerza física 

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