lunes, 5 de septiembre de 2016

“Altruismo en humanos”, 2011. C. Daniel Batson

  El psicólogo social C. Daniel Batson lleva más de treinta años investigando acerca del comportamiento altruista. Define el altruismo como

un deseo de beneficiar a alguien por su propio bien, en lugar de a uno mismo

  La importancia del comportamiento altruista es enorme, pues se trataría de la base más firme de la prosocialidad: no hay mejor forma de cooperar que si cada individuo obra espontáneamente por el bien ajeno. Se dirá que la cooperación recíproca también es productiva, pero evidentemente es difícil que se den con frecuencia las condiciones en las cuales podemos estar seguros de que obrando en bien de otro nos vamos a ver beneficiados por una contraprestación correspondiente. Lo ideal sería que cada uno obrara en todo momento de forma que beneficiase a todo aquel que se encuentre en estado de necesidad, de modo que todos acabaríamos por vernos igualmente beneficiados en base a nuestra necesidad y no en base a las prestaciones a las que por reciprocidad tuviéramos derecho.

  El planteamiento de Batson sostiene que es posible promover comportamientos altruistas genuinos en los individuos. Y esto es así porque en el ser humano habría una valiosa predisposición al altruismo (en unos individuos puede darse más que en otros, naturalmente). Hay, sin embargo, psicólogos que niegan tal cosa, que aseguran que lo que tomamos por comportamiento altruista en los seres humanos está motivado por deseos egoístas encubiertos.

Quiero sostener el presupuesto de que el altruismo sí que existe en los humanos. Esto incluye delinear una teoría de la motivación altruista, comprobando la evidencia obtenida de los tests directos del cuerpo central de la teoría, comprobando la evidencia relevante a las cuestiones relacionadas y considerando las implicaciones de la teoría tanto a nivel conceptual como práctico. (…) La evidencia sugiere que el altruismo es mucho más constante y poderoso de lo que ha sido reconocido. El error en apreciar su importancia ha estorbado los intentos de comprender por qué los humanos actúan como lo hacen y en qué reside la felicidad. Este error también ha estorbado los esfuerzos para promover unas mejores relaciones interpersonales y una sociedad humana más considerada. (…) Argumentaré que el altruismo es un estado motivacional por el que virtualmente todos nosotros pasamos con frecuencia. Si bien sus orígenes no se han comprendido del todo, sospecho que se hallan al menos en parte en el impulso de crianza de los padres humanos al cuidar de sus jóvenes. Este impulso ha sido fuertemente seleccionado dentro de nuestra historia evolutiva.

  A primera vista, nadie negaría que hay casos claros de comportamiento altruista como, por supuesto, el cuidado maternal y paternal, pero esto también lo tienen en cuenta quienes niegan el altruismo.

Equiparar el altruismo con el comportamiento de ayuda ha sido común entre los biólogos evolutivos, que han aplicado el término altruismo a un espectro filogenético muy amplio- de los insectos sociales a los humanos (…) [Pero] el altruismo psicológico se refiere a un estado motivacional con el fin último de incrementar el bienestar de otros 

  Los animales conocen el instinto, pero no la “motivación”, que es una reacción tanto cognitiva (reconocimiento de intención) como emocional (experimentación de afecto o aversión) que se da solo en los humanos.

Todas las posibles alternativas egoístas plausibles propuestas hasta la fecha [contra la teoría del altruismo empático] han sido variaciones de apenas tres temas principales: reducción de la reacción aversiva [al daño que sufren otros, que resulta desagradable de presenciar], evitación del castigo, y búsqueda de recompensa

  Batson denomina “altruismo empático” lo que podríamos también llamar “altruismo genuino”, es decir, el comportamiento humano cuya motivación última es aliviar el sufrimiento o estado de necesidad percibido en otros. Es al percibir tal estado de necesidad cuando entra en juego la empatía: no solo valorar el estado anímico y emocional de otros, sino también vernos afectados por esa percepción del estado ajeno de forma semejante a como si nosotros mismos lo experimentáramos.

La hipótesis del altruismo empático (…) [supone]–la afirmación de que la preocupación empática produce la motivación altruista

Usaré el término “emoción empática” para referirme a las emociones orientadas hacia otros desencadenadas por y congruentes con el estado de bienestar (o malestar) percibido por algún otro. Usaré la expresión “preocupación empática” y, más a mano, “empatía” para referirme a una emoción orientada hacia otro desencadenada por y congruente con el estado anímico percibido de alguien en necesidad.

La preocupación empática no es una emoción discreta y aislada, sino que incluye toda una constelación. Incluye sentimientos de simpatía, compasión, ternura, pesar, tristeza, irritación, desánimo y duelo

Ayudar a una persona por la cual uno siente una preocupación empática es probable que permita al que ayuda obtener recompensas de satisfacción personal y social, que evite el autocastigo personal y social, y que reduzca la reacción aversiva causada por constatar el sufrimiento ajeno. Pero según la hipótesis del altruismo empático, estos beneficios para el individuo no son la meta final de la motivación para ayudar que produce la empatía. Son o bien consecuencias no buscadas o el producto de otras acciones. La hipótesis del altruismo empático afirma que la meta última de la motivación producida por la preocupación empática es hacer desaparecer la necesidad ajena que despierta la empatía propia.

  Es decir, en la medida en que comprendemos cuál es el estado de necesidad ajeno, éste nos afecta y nos hace reaccionar buscando paliarlo. Casi es lo ideal en lo referente a prosocialidad. Tiene algún inconveniente, ya que podemos tener constancia de que algunos individuos se hayan en estado de necesidad aún más grave, pero al estar distanciados no podemos percibirlo con la misma exactitud y en consecuencia no reaccionamos –no empatizamos- igual (todos estamos familiarizados con esta situación, y por supuesto puede remediarse hasta cierto punto si buscamos formas racionales de hacer más presente el sufrimiento de quienes objetivamente más nos necesitan, aunque circunstancialmente no nos estén tan próximos). El impulso del altruismo empático también tiene el inconveniente de que la empatía y la motivación altruista pueden resultar psíquicamente exigentes (dependen de la capacidad de percepción), y el individuo puede agotarse en su estado motivacional (no es fácil ser un santo todo el tiempo).

  Con todo, es valioso considerar que

la hipótesis [del altruismo empático] no afirma que la preocupación empática es la única fuente de la motivación altruista. Más bien, afirma que la preocupación empática es una fuente de motivación altruista, sin determinar la posible existencia de otras fuentes

  Luego si hay otras fuentes del altruismo, entonces podríamos hacer uso de ellas para complementar las flaquezas que puedan darse en la motivación empática... 

  Batson cree haber demostrado su teoría en el curso de la realización de diversos experimentos de psicología social.

La evidencia adecuada por o contra la hipótesis del altruismo empático (…) requiere diseños experimentales que den lugar a una inferencia sobre la naturaleza de los motivos para ayudar.

  Por supuesto, siempre se podrá tener alguna duda acerca de lo representativos y significativos que sean los resultados de los experimentos.

  Veamos uno:

En cada uno de dos experimentos, unas chicas estudiantes observaban a una mujer joven, Elaine, que ellas creían que estaba recibiendo incómodas descargas eléctricas. A estas estudiantes se les dio una inesperada oportunidad para ayudar a Elaine si se presentaban voluntarias para recibir las descargas en su lugar (…) Tanto la cantidad de empatía sentida por Elaine como la facilidad de escapar a estar expuestas al sufrimiento de Elaine fueron manipuladas experimentalmente. La empatía (baja y alta) fue manipulada de forma diferente en dos experimentos. En el primero se usó información de similaridad [se sabe que experimentamos más empatía por personas de las que creemos que sus circunstancias personales son parecidas a las nuestras]; en el segundo una técnica de desatribución específicamente emocional [atribuyendo a la persona observada características que suelen generar rechazo emocional]. Para manipular la facilidad de escape, algunas participantes en cada una de las condiciones de empatía fue informada de que si no ayudaban a Elaine tomando su lugar, continuarían observándola mientras recibía las descargas (condición de escape difícil); las otras fueron informadas de que dejarían de observarla (condición de escape fácil).

  Como se ve, se siguen guías del comportamiento preestablecidas acerca de cómo generar más o menos empatía con respecto a un sujeto dado, y se crean situaciones en las cuales las reacciones reflejas entran en juego de maneras que no son ciertamente las que podrían darse en las situaciones reales más complejas. Pero sin duda Batson y los psicólogos sociales obran correctamente cuando descomponen el comportamiento social complejo en elementos simples típicos de situaciones de laboratorio. No solo se trata de la única opción posible para hacer averiguaciones exactas acerca del comportamiento humano, sino que también los datos observados en la vida real suelen coincidir con estas observaciones de laboratorio.

  El objetivo de todos estos experimentos es delimitar claramente si el comportamiento altruista, benéfico, es genuino en el sentido de ser un puro deseo de ayuda. Ya se ha mencionado el “escape” de situaciones desagradables. Algo parecido es el “contagio emocional”.

El contagio emocional (…) es bastante diferente de la preocupación empática que se afirma produce la motivación altruista

  Si vemos a alguien sufrir, es posible que ese sufrimiento se contagie al que observa (sucede con los animales y los bebés, que al ver sufrir a otro sujeto reproducen en ellos mismos ese sufrimiento de forma refleja). Como queremos evitar ese tipo de situaciones es importante tener presente la opción de “escapar”. A muchos les fastidian los noticieros televisivos que nos muestran niños hambrientos y llorando. El escape fácil es apagar el televisor.

  El auténtico altruismo, por el contrario, busca aliviar realmente la situación de necesidad.

La preocupación empática aumenta la sensibilidad para la necesidad real de la persona por la que se siente empatía, promoviendo la consideración a largo plazo tanto como las consecuencias a corto plazo de una ayuda

   Lo del “largo plazo” es importante, porque podemos sentirnos aliviados ayudando a alguien “para salir del paso”, pero si el altruismo es genuino, deseamos ir mucho más allá. El poder pensar en situaciones futuras es una capacidad específicamente humana.

  Con todo, Batson recuerda la objeción de que algo que podemos llamar “principismo” (desarrollo e interiorización de “principios” morales) podría teóricamente ser más eficaz que el altruismo empático. Este principismo sería la actitud de obrar el bien por sentido del deber, en base a una ideología racional. Recordemos el problema de que la empatía se siente sobre todo por aquellos cuya situación más fácilmente puede ser percibida, es decir, por los próximos, de modo que podemos ser injustos al beneficiar a alguien porque está cerca y olvidarnos de los que están lejos. Esto no sucedería con el principismo, cuyos mandatos morales terminantes (a lo Kant) son totalmente equilibrados y objetivos. Nos consta el desarrollo de este "principismo" a lo largo del registro histórico (¿proceso civilizatorio?).

Tenemos la evidencia empírica –limitada y con frecuencia débil- de que esposar al menos algunos principios morales (…) principios de justicia universal, está asociado con un comportamiento prosocial cada vez mayor

  Así sucede en las sociedades modernas más humanitarias, en comparación con la insensibilidad por la desgracia ajena, mucho más notable, en las sociedades de la Antigüedad. Pero

el principal problema con el principismo como fuente de motivación para beneficiar a otros o a la sociedad en general es su corruptibilidad (…) Los principios morales son afirmados, pero la motivación para sostener estos principios parece débil (…) La gente puede convenientemente olvidar el pensar sobre sus principios morales si una omisión de estos sirve a sus intereses

  La doctrina socialista es un buen ejemplo de esto. Aunque la teoría política socialista no podría ser más altruista, ésta se veía fácilmente corrompida (el terrible "el fin justifica los medios") y era raro que se extendiera a la motivación personal.

  La propuesta final de Batson es que deberíamos ser lo suficientemente hábiles para combinar todos los elementos compatibles de pautas de conducta tendentes al altruismo.

Encontrar apoyo para la hipótesis del altruismo empático en modo alguno excluye la posibilidad de que puede haber fuentes de motivación altruista diferentes de la preocupación empática. Algunas han sido propuestas, incluyendo una “personalidad altruista”, razonamiento moral como principio y valores prosociales interiorizados (…) Casi ciertamente necesitamos ir más allá de la simplicidad del egoísmo universal a un pluralismo de motivos prosociales que también incluya el altruismo –y posiblemente el colectivismo y el principismo

  (El colectivismo es hacer objeto de la acción altruista no solo a individuos, sino a un colectivo en su conjunto; el problema es que ese colectivo podría excluir a otros colectivos)

  Esta conclusión sin duda es correcta pero ¿cómo construir un sistema social eficaz basado en un altruismo efectivo?

  Batson no hace una propuesta concreta, pero cada uno puede presentar la suya. Por ejemplo, la de generar un modelo cultural específico, construido coherentemente como un sistema social en el cual la conducta altruista, generada por diversos impulsos, se vea reforzada por compensaciones emocionales, no por recompensas materiales. Los individuos empáticos y altruistas suelen ser capaces de generar compensaciones afectivas en su entorno (proporcionar afecto es también beneficiar a los semejantes, es una de las más exquisitas muestras de benevolencia), de modo que un sistema ideológico (principios) basado en el altruismo, activo dentro de un entorno cultural que fomente la empatía y sustentado por unas costumbres sociales que generen compensaciones afectivas constantes parece una combinación prometedora. La religión nos enseña cómo producir, mediante lenguaje simbólico, entornos coherentes, enseñanza culturalmente transmisible, valores emocionalmente interiorizables (al insertarse estos valores de conducta en el ámbito de “"lo sagrado") y una red social de apoyo autosostenible. No habría inconveniente en utilizar los elementos de desarrollo altruista independientes (altruismo empático, colectivismo, principismo...), a modo de “bloques de construcción”, para generar una alternativa global, un sistema que podría equivaler a una auténtica “religión del comportamiento” (donde los símbolos y dogmas no se refieran a abstracciones ambiguas de remotas tradiciones, sino a los mismos principios de comportamiento altruista depurados de cualquier otra influencia tendenciosa).

   El principal inconveniente para llevar a cabo esto, por supuesto y como siempre, es su carácter anticonvencional y las inevitables resistencias de los prejuicios propios de nuestra cultura actual, que se halla condicionada por tradiciones de todo tipo, intereses de clase y costumbres muy arraigadas.

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