domingo, 28 de abril de 2013

"Supercooperadores", 2011. Martin Nowak

  El dilema del prisionero es una especie de experimento mental acerca de la naturaleza humana que consiste en lo siguiente: dos individuos han sido arrestados por presuntamente haber cometido un delito y son sometidos a un interrogatorio durante el cual se les ofrece a cada uno traicionar al otro a cambio de un acortamiento de la pena, lo cual conllevaría, a su vez, una mayor pena para su compañero.

  Tal como se plantea el juego, las opciones son: 

Si ninguno delata al otro y ambos cooperan entre sí, se verán perjudicados por igual con una pena moderada.
Si los dos desertan y no cooperan entre sí, ambos se verán perjudicados con una pena más grave.
La mejor opción, la pena más leve, es para el desertor que traiciona al que se mantiene leal.
La peor opción, la pena más grave, es para el que se mantiene leal mientras el otro lo traiciona.

  ¿Cuál es la actitud más lógica y de qué variables depende que se adopte una u otra?

  Este dilema lo que plantea, en suma, es el conflicto general que se da entre interés particular y cooperación, lo cual supone la raíz de todo problema social, y de ahí su relevancia.

Simplemente, todos sabemos que la cooperación es la mejor forma de obtener beneficios para todos con el trabajo común, sin embargo, todos sabemos que, durante el proceso de cooperación, uno puede eludir el trabajo, hacer trampa, y beneficiarse por igual del trabajo de los demás. De esta forma, el costo es muy bajo y el beneficio alto. Resolver este dilema supone resolver todo el dilema humano hasta límites inimaginables. 

  Martin Nowak ha escrito “Supercooperadores” en buena parte desarrollando algunas de las infinitas variaciones del “dilema del prisionero” mediante la utilización de fórmulas matemáticas en sus aplicaciones estadísticas y combinatorias. El objetivo sería averiguar qué mecanismos lógicos permitirían que predominase la cooperación sobre la “deserción”, es decir, sobre la actitud del prisionero egoísta que, movido también por la desconfianza aparte de por su egoísmo, hace inviable la cooperación perjudicando al semejante y también a sus propios intereses.

En el dilema del prisionero, lo más seguro es desertar, pero a la vez se revela que si ambos eligen la estrategia dominante mejor y más racional (que es desertar), el resultado que obtienen es peor que si cooperan. El dilema muestra el enfrentamiento entre el interés individual (desertar) y el de grupo (cooperar). La cooperación es mejor para todos, pero es contraria al interés individual.

  Quizá lo más valioso de este libro para el lector común no son las disertaciones acerca de complicadas formulaciones matemáticas (cálculo de probabilidades y otras evaluaciones de factores), sino las constantes referencias que se hacen, en relación a éstas, de lo que conocemos acerca del comportamiento humano e incluso acerca de otros hechos de la naturaleza en general (biología y el origen mismo de la vida a partir de un desencadenamiento espontáneo de las reacciones químicas). No es que haya que restar importancia a los cálculos matemáticos en absoluto, ya que estos se demuestran de extraordinario valor en muchas investigaciones biológicas (en las que Martin Nowak ha trabajado con gran brillantez), y por supuesto que también pueden ser aplicados a este tipo de cuestiones de orden social y psicológico, pero, ya que las conclusiones obtenidas no difieren en gran cosa de las observaciones acerca de la condición humana realizadas mediante medios clásicos, lo más interesante es ver cómo estas conclusiones se ven en cierto modo confirmadas por las matemáticas.

Hay cinco mecanismos básicos para favorecer la cooperación a pesar de las tendencias egoístas de la selección natural: reciprocidad directa (quid pro quo), reciprocidad indirecta (reputación), selección espacial (los cooperadores son favorecidos al formar redes y agrupamientos), selección multinivel (selección entre grupos, donde los grupos de cooperadores superan en eficiencia a los grupos de desertores) y selección por parentesco (tendencia a cuidar unos de otros en clave genética: favorecer a los parientes). 

    Estos mecanismos básicos se ven confirmados por la antropología y la psicología, y sus implicaciones invalidan una excesiva confianza en los modelos matemáticos ya que estos dejan de ser fiables debido a la influencia de las circunstancias ambientales y aleatorias en general. 

  En lo que se refiere a la reciprocidad, no está claro aún si existe un “instinto de reciprocidad” (dar algo a cambio de algo de forma instintiva) o si la reciprocidad es un producto cultural, pero en lo que se refiere a la “reciprocidad indirecta” (la reputación) está claro que depende de multitud de factores culturales: el comportamiento del jugador en el dilema del prisionero se ve influenciado por la experiencia de cada uno en episodios similares que se recuerdan: la gente confía en aquel que ha demostrado merecer la confianza en anteriores ocasiones.

  Como el mismo Martin Nowak admite, los criterios de elección a la hora de afrontar el dilema varían según las culturas (culturas nacionales especialmente, pero es de suponer que también a partir de otro tipo de diferenciaciones culturales, como períodos históricos, clase social o grupos de edad). También variarán en base a las ideologías arraigadas. Sin embargo, el mundo emocional, que es la "materia prima" del comportamiento humano, no cambia según las culturas: el lenguaje emocional es universal, y hay que tener en cuenta que lo que hace la cultura es intentar el bloqueo de algunas emociones y el estímulo de otras.

  De ahí también la importancia del mecanismo de “selección espacial”, si bien éste sí que podría ser más mensurable según modelos matemáticos: cooperamos o desertamos según nos encontremos formando grupos grandes o pequeños, según si estos grupos son o no homogéneos, o según si disponemos de capacidad de cambiar de grupo con determinada frecuencia.

  Finalmente, la “selección multinivel” es la base, parece ser, del progreso evolutivo, pues consiste en cómo los grupos compiten unos contra otros y cómo los intereses del individuo que integra cada grupo se ponen al servicio no del interés general, sino al servicio del interés del grupo en el que se está integrado (selección de grupo). Entre otras cosas, se considera que la guerra no sólo permitió el progreso material, sino también el progreso moral al instigar a los individuos a sacrificarse por la victoria de su grupo sobre otro grupo.

  El instinto de selección por parentesco no requiere mayor explicación: se da en todas las especies animales, pero

los seres humanos son los únicos organismos en la tierra capaces de hacer uso de estos cinco mecanismos de cooperación al mismo tiempo, por eso somos "supercooperadores" (el lenguaje mismo existe porque permite extender la reputación, la reciprocidad indirecta).

  En cualquier caso, sí podríamos resaltar algunas conclusiones novedosas que, por lo visto, se hacen evidentes gracias al estudio de los modelos matemáticos aplicados al famoso dilema del prisionero “cooperador-desertor”.

El optimismo, la generosidad y la indulgencia son estrategias que favorecen la cooperación: esto permite dar oportunidades iniciales a los recién llegados y corregir errores que no se atribuyen de forma inmediata a actitudes antisociales (“se ha equivocado, no pretendía aprovecharse”, “lo ha hecho mal, pero lo corregiremos”)

  Lo que podría hacernos pensar que

la evolución podría preparar y desarrollar un comportamiento generoso, altruista, quizás incluso santo, como el de mayor aptitud. Las enseñanzas de las religiones pueden verse como recetas para la cooperación.

  Conviene extenderse un poco acerca de este punto de vista que podríamos considerar optimista: los individuos cooperan si logran crear una reputación que fomente la confianza; es decir, que vale la pena arriesgarse a ser engañado en ocasiones (cooperar con un tramposo) si contamos con experiencia abundante de que la mayoría de quienes nos rodean no suelen engañar, mientras que, si partimos de una actitud de desconfianza porque tendemos a creer que siempre nos están engañando o que siempre están a punto de hacerlo, estamos desaprovechando un gran número de oportunidades de cooperación.

 Es por eso que una actitud generosa, incluso ingenua, puede ser conveniente. Puede haber malentendidos, errores que confundimos con engaños, fallos de comunicación, pero si ante el menor tropiezo actuamos con prevención y nos negamos a cooperar, nos estamos perjudicando injustificadamente.

Si se sigue la regla de no ser nunca el primero en desertar se tiene siempre la oportunidad de establecer confianza entre oponentes.

  Esto es importante porque permite anular la desconfianza básica que implica el principio de que, en el dilema, “lo mejor siempre es desertar”.

   No desertar por sistema permite desarrollar actitudes “ingenuas” en las cuales nos exponemos a ser engañados al dar nuevas oportunidades a un tramposo, pero, si lo pensamos bien, eso es lo que sucede en las sociedades más prósperas del mundo actual, ya que las naciones donde se castiga con más levedad a los delincuentes resultan ser aquellas donde menos delitos se cometen, lo cual, para la persona menos avisada, supone ir contra el sentido común: el texano entusiasta de la pena de muerte cree que liquidando a los asesinos estará más seguro porque disuadirá mediante el terror a futuros delincuentes... y le da exactamente igual la realidad estadística de que en Canadá, donde no hay pena de muerte, se cometen tres veces menos asesinatos que en Texas, cuyas leyes penales son tan duras.

  Este tipo de aplicaciones sociales hace inevitable abordar variantes más complejas del "dilema del prisionero" en las cuales hemos de tener en cuenta, como ya hemos visto, la organización por grupos y por condiciones espaciales, y también las variables de reiteración (la reiteración del juego con los mismos jugadores, que es lo que permite que aparezca el importante factor de la reputación). La variedad más notable del dilema es la del “juego de bienes públicos”.

El dilema del prisionero es un juego para dos personas. Si se añade alguna más, se acaba participando en un juego de bienes públicos.  

El primer ingrediente para la cooperación en un juego de bienes públicos es la información. Si las contribuciones benéficas se hacen públicamente la búsqueda de la reputación tiene un gran efecto.

Se especula sobre si hay estructuras organizativas que favorezcan a los cooperadores sobre los desertores. No se sabe si el origen de las ciudades está en los templos, o si las murallas defendibles fueron las primeras obras comunes de interés público. Otros consideran que el origen de las primeras comunidades modernas llegó con un cambio cognitivo, un nuevo software intelectual. 
 

  Señalemos que en el libro de Nowak parecen faltar dos observaciones acerca del comportamiento humano cooperativo, en tanto que todo comportamiento humano posee siempre aspectos irracionales y emocionales.

    La primera observación que conviene hacer es que las recompensas, los costos y los pagos a los que se hace constante referencia en el desarrollo del “dilema del prisionero” no son siempre de tipo material. Es decir, no todo consiste en salir bien librado en cuanto a meses de cárcel que se evitan, o dólares de ganancia que se obtienen. La “reputación” se crea a veces operando directamente sobre la base emocional humana. De hecho, el factor emocional es importantísimo, y no consiste solamente en una señal que nos permite optar por la esperada recompensa material. Las personas actúan motivadas por la afección, por estímulos psicológicos, y el comportamiento religioso suele estar basado en muchos fenómenos de este tipo. A veces la reputación, el estatus o el prestigio no tienen por qué ser reconocidos socialmente: uno actúa en un ámbito privado, a cambio de bienes de tipo moral, y son este tipo de actitudes las más valiosas a nivel de desarrollar la cooperación social puesto que son materialmente muy poco costosas. Esto es muy parecido a la “selección por parentesco”, sólo que no requiere necesariamente que se dé entre parientes consanguíneos: podemos construir nuestras propias relaciones familiares e incluso extenderlas universalmente, como sucede en las religiones compasivas. Esto podemos relacionarlo con la teoría del "círculo expansivo" de Peter Singer, que el gran divulgador Steven Pinker ha popularizado en varios de sus libros: los comportamientos altruistas y de confianza dentro del reducido círculo de las relaciones familiares van expandiéndose gradualmente fuera del círculo de las relaciones de parentesco para alcanzar a individuos que previamente se encontraban más alejados. En teoría, y según se invita a ello en muchos discursos religiosos y humanistas, el círculo en expansión podría abarcar a toda la especie humana…

  La segunda objeción que puede hacerse al planteamiento en el libro de Martin Nowak es que parece saltarse la irracionalidad del comportamiento humano. Una cosa es señalar el error objetivo de la actitud de selección individual y su “la mejor elección siempre es desertar”, y otra muy distinta son los factores de comportamiento totalmente irracionales, incluso en casos en los que se hace evidente (sea por el mecanismo de reciprocidad directa o indirecta, o por la selección espacial) que lo mejor es cooperar. Hay numerosos factores irracionales que influyen en el comportamiento. Por ejemplo, el amor propio, o el resentimiento, o la agresividad. Martin Nowak sí hace alguna observación de pasada a este respecto, como cuando se refiere a que, en algunos jugadores de determinadas culturas, se observa un gusto por castigar incluso cuando se hace evidente con claridad que esto es contrario al interés propio.

  Martin Nowak se olvida de mencionar la famosa fábula del escorpión y la rana, que era la favorita de Orson Welles: “un escorpión pidió a una rana que lo ayudara a cruzar un río montado en su lomo, la rana le dijo que no quería hacer eso porque el escorpión podría clavarle su aguijón y matarle, a lo que el escorpión respondió que sería estúpido hacerlo, pues entonces no sólo la rana moriría, sino que él se ahogaría con ella; la rana entonces accede, monta al escorpión en su lomo y comienza a nadar cruzando el río, pero a la mitad del trayecto el escorpión le clava su aguijón; antes de que ambos mueran (la rana, envenenada, el escorpión, ahogado), la rana pregunta a su asesino por qué ha hecho algo tan estúpido, y la respuesta es: no pude contenerme, es la naturaleza”.   

2 comentarios:

  1. Buenísimo resumen.
    Me gustaría encontrar mas cosas en esta linea. Como bien dices, deja muchas cosas fuera del alcance de su proyecto. Entre otras, sacar conclusiones para mejorar estructuras de inteligencia colectiva.

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  2. Gracias por el juicio favorable a mi intento de hacer más accesible el texto de Martin Nowak (que, de todas formas, es de por sí accesible).

    Dentro de este mismo blog, te sugiero el resumen de los estudios de Robert Trivers

    http://unpocodesabiduria21.blogspot.com.es/2014/10/seleccion-natural-y-teoria-social-2002.html

    Los biólogos han estudiado con cierta aplicación las fórmulas de cooperación entre los seres vivos y sus mecanismos inconscientes de origen evolutivo. El descubrimiento del "altruismo recíproco" y la "adaptación inclusiva" han supuesto, según algunos, las más notables innovaciones desde Darwin y su clásica selección individual (conocida popularmente como "supervivencia del más apto")

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