lunes, 8 de septiembre de 2014

“La inteligencia emocional”, 1996. Daniel Goleman

  La idea de “inteligencia emocional” surge, aparentemente, como respuesta a lo inadecuado del concepto de inteligencia abstracta –o racional- que mide el justamente célebre Coeficiente “IQ”.

Tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro funcionamiento en la vida está determinado por ambos. Por ello no es el IQ lo único que debemos tener en cuenta, sino que también deberemos considerar la inteligencia emocional. (…) Nuestra intención es la de descubrir el modo inteligente de armonizar ambas funciones.

   ¿Cuál es el motivo de que sea necesario armonizar ambas funciones?

Existen miles de formas de alcanzar el éxito y multitud de habilidades diferentes que pueden ayudarnos a conseguirlo

   Así que ya estamos avisados: de lo que el señor Goleman nos informa (de forma inteligente y muy bien documentada) es de desarrollar habilidades que nos permitan alcanzar el éxito

Desarrollar lo que Aristóteles denominara la infrecuente capacidad de «enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto».

  Pero cualesquiera que sean las motivaciones del autor, lo que no podemos negar es que se trata de realidades determinantes para la convivencia humana.

La inteligencia interpersonal supone la capacidad de discernir y responder apropiadamente a los estados de ánimo, temperamentos, motivaciones y deseos de las demás personas.

El conjunto de habilidades que hemos dado en llamar inteligencia emocional (habilidades entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo) constituye el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales. 

El conocimiento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.

  En tanto que la inteligencia emocional está tan estrechamente relacionada con lo que hace propiamente humano un comportamiento, encontramos que el estudio de sus elementos estaría también directamente relacionado no solo con la búsqueda del éxito, sino con el desarrollo del humanismo en general. No sería la primera vez que motivaciones prosaicas llevan a hacer descubrimientos profundos.

Los elementos fundamentales de la inteligencia emocional: aprender a reconocer, canalizar y dominar sus propios sentimientos y empatizar y manejar los sentimientos que aparecen en sus relaciones con los demás.

Elemento constitutivo esencial de la inteligencia emocional: la capacidad de desembarazarse de los estados de ánimo negativos. (…) El objetivo de la templanza no es la represión de las emociones sino el equilibrio, porque cada sentimiento es válido y tiene su propio valor y significado.

Es precisamente sobre la base del autocontrol y la empatía sobre la que se desarrollan las «habilidades interpersonales». Estas son las aptitudes sociales que garantizan la eficacia en el trato con los demás y cuya falta conduce a la ineptitud social o al fracaso interpersonal reiterado.

  Quedan claras cuáles son las cualidades psicológicas propias del que posee las habilidades de inteligencia emocional y sus muchas utilidades para triunfar o no en la vida (dependiendo de lo que entendamos por esto). ¿Pueden aprenderse? Recordemos que la inteligencia racional del IQ varía muy poco a lo largo de la vida del individuo

Cada vez existe un convencimiento mayor de que habilidades emocionales como el dominio de los impulsos y la capacidad de leer las situaciones sociales es algo que puede aprenderse.

Si no nos familiarizamos y entrenamos en dar respuestas emocionales más positivas, nos resultará sumamente difícil poder llegar a evocarlas cuando estemos alterados. (…) Deberemos ensayarlas y practicarlas tanto en los momentos más tranquilos como en medio de la más acalorada discusión

El reaprendizaje emocional —una tarea que, ciertamente, no concluye nunca— puede remodelar hasta los hábitos emocionales más profundamente arraigados de nuestra infancia.

  Ponderar la importancia (y posibilidad) del “reaprendizaje emocional” merece la mayor atención, pero Daniel Goleman no demuestra la ceguera de antiguos autores que postulaban que el ser humano es una “tabla rasa” a partir del cual las manipulaciones intencionadas pueden convertirlo en prácticamente cualquier cosa. Existe el “temperamento”, y se nos dan buenos ejemplos de lo que significa en psicología.

Temperamento es el trasfondo de sentimientos que configura nuestra predisposición básica, el estado de ánimo que caracteriza nuestra vida emocional. Hasta cierto punto, cada uno de nosotros posee un temperamento innato

Imagine que tiene cuatro años de edad y que alguien le hace la siguiente propuesta: «ahora debo marcharme y regresaré en unos veinte minutos. Si lo deseas puedes tomar una golosina pero, si esperas a que vuelva, te daré dos». (…)El poder diagnóstico de la forma en que los niños manejaban sus impulsos quedó claro doce o catorce años más tarde, cuando la investigación rastreó lo que había sido de aquellos niños, ahora adolescentes. La diferencia emocional y social existente entre quienes se apresuraron a coger la golosina y aquéllos otros que demoraron la gratificación fue contundente. Los que a los cuatro años de edad habían resistido a la tentación eran socialmente más competentes, mostraban una mayor eficacia personal, eran más emprendedores y más capaces de afrontar las frustraciones de la vida. Se trataba de adolescentes poco proclives a desmoralizarse, estancarse o experimentar algún tipo de regresión ante las situaciones tensas (…)En cambio, el tercio aproximado de preescolares que cogió la golosina presentaba una radiografía psicológica más problemática. Eran adolescentes más temerosos de los contactos sociales, más testarudos, más indecisos, más perturbados por las frustraciones

  Una vez tenido en cuenta esto, sí se puede afirmar que

Aun dentro de las limitaciones genéticas disponemos de la posibilidad de cambiar.

  Y aquí aparece un concepto moderno que podemos relacionar con la sabiduría ancestral. Lo que para muchos no es sino un mero servicio profesional de dudosa base científica y casi frívolo puede ser contemplado como una herramienta cultural de la mayor importancia.

La psicoterapia, es decir, el reaprendizaje emocional sistemático, constituye un ejemplo palpable de la forma en que la experiencia puede cambiar las pautas emocionales y remodelar nuestro cerebro. 

  Las pautas emocionales se forman, pues, a partir del temperamento individual pero son después alteradas radicalmente por la presión del entorno, por las circunstancias familiares, por la educación… ¿y también por la psicoterapia (“reaprendizaje emocional sistemático”)? ¿No parece entonces que esta disciplina supone un descubrimiento del más alto valor? ¡Pues no es así como lo ve hoy la mayor parte de nosotros, a pesar de que realizarnos como seres humanos en un sentido general equivale a experimentar emociones, establecer relaciones sociales, elegir acciones y gozar y soportar vivencias!

 Algunos terapeutas astutos usan sus conocimientos  para señalar el camino al triunfo social, pero ¿existe el contenido ético de estas habilidades sociales? Aparte de permitirnos manipular a los demás en nuestro beneficio para triunfar socialmente, ¿el desarrollo de las habilidades sociales incrementa nuestra capacidad para vivir dentro de una comunidad humana altamente cooperativa, no conflictiva y en la cual el bienestar ajeno vaya unido al bienestar propio?

  Por una parte, a Daniel Goleman no se le pasa desapercibido el hecho de que el desarrollo de “habilidades sociales” se parezca mucho a desarrollar la capacidad para la manipulación. Y nos recuerda la existencia de

personas cuyas habilidades sociales las convierten en verdaderos camaleones sociales, campeones en causar buena impresión (…) Esta especie de mercantilismo emocional suele ocurrir cuando las habilidades sociales sobrepasan a la capacidad de conocer y admitir los propios sentimientos 

  Sin embargo, se supone que esto no tendría nada que ver con que

los hombres que poseen una elevada inteligencia emocional suelen ser socialmente equilibrados, extravertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez y a rumiar sus preocupaciones. Demuestran estar dotados de una notable capacidad para comprometerse con las causas y las personas, suelen adoptar responsabilidades, mantienen una visión ética de la vida y son afables y cariñosos en sus relaciones. 

  Quizá resulte un poco simplista hablar de manipuladores  “camaleones sociales” con habilidades sociales digamos malignas, y equiparar luego el desarrollo de unas habilidades sociales digamos benignas al desarrollo ético…

Podríamos decir que quienes se hallan a merced de sus impulsos, —quienes carecen de autocontrol—, adolecen de una deficiencia moral porque la capacidad de controlar los impulsos constituye el fundamento mismo de la voluntad y del carácter.

  Se puede debatir si el triunfar en la vida y en las relaciones sociales esté realmente vinculado al desarrollo ético. Los manipuladores son muy hábiles, y entre ellos destacan los tristemente célebres psicópatas, pero, por otra parte, se diría que son las sociedades más prósperas en su conjunto aquellas donde, por comparación, se da menos violencia y deshonestidad, de modo que sí parece haber, en términos generales, un cierto vínculo entre el progreso ético y el triunfo social…

  En cualquier caso, el desarrollo de la capacidad del individuo para comprender sus emociones y las ajenas va unido al enriquecimiento del vocabulario emocional y a profundizar en la introspección de las relaciones entre individuos. Eso lo equipara al conocimiento espiritual, las ciencias humanas, el arte y la literatura…

  El papel que la psicoterapia pueda tener en todo esto quizá sea escaso aún, casi anecdótico. Sobre todo si parece ser que muchos consideran que el desarrollo de las “habilidades sociales” tiene fines prácticos relacionados con “alcanzar el éxito”…

  Daniel Goleman, en su libro, viene y va por estos terrenos alejados: la psicoterapia como un gran negocio que responde a las necesidades prácticas de una forma de vida competitiva, y las posibilidades humanistas de la educación emocional de grandes y pequeños.

La raíz del altruismo radica en la empatía, en la habilidad para comprender las emociones de los demás (…) lo cual implica asumir su punto de vista y respetar las diferencias existentes en el modo en que las personas experimentan los sentimientos. (…) Cuanto más abiertos nos hallemos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás.

  La trascendencia nos lleva inevitablemente también a los contenidos culturales del mundo emocional…

El cerebro emocional está estrechamente ligado a los contenidos simbólicos y a lo que Freud denominaba «procesos primarios», el tipo de pensamiento propio de la metáfora, el cuento, el mito y el arte. Una modalidad, por cierto, utilizada con frecuencia en el tratamiento de los niños traumatizados.

La lógica de la mente emocional es asociativa, es decir, que considera a los elementos que simbolizan —o activan el recuerdo— de una determinada realidad como si se tratara de esa misma realidad. (…) Los símbolos y los rituales religiosos tienen poco sentido desde el punto de vista racional, porque se expresan en el lenguaje del corazón.

La pérdida de un ser querido, por ejemplo, provoca universalmente tristeza y aflicción, pero la forma en que expresamos esa aflicción -el tipo de emociones que expresamos o que guardamos en la intimidad— es moldeada por nuestra cultura, como también lo es, por ejemplo, el tipo concreto de personas que entran en la categoría de «seres queridos» y que, por tanto, deben ser llorados. 

   Veamos ahora algunos de los detalles, las indicaciones concretas del “reaprendizaje emocional”

Tal vez no haya habilidad psicológica más esencial que la de resistir al impulso. Ese es el fundamento mismo de cualquier autocontrol emocional, puesto que toda emoción, por su misma naturaleza, implica un impulso para actuar

   Cuando no hay autocontrol, puede darse el llamado “secuestro emocional”

Durante un secuestro emocional, las capacidades de escuchar, pensar y hablar con claridad se ven claramente mermadas (…)El pensamiento de que uno es una víctima desencadena a un secuestro emocional (…) La frecuencia cardíaca constituye un claro indicador del momento en que se produce un secuestro emocional

   O, simplemente, puede darse la preocupación obsesiva

El problema surge cuando la preocupación se hace crónica y reiterativa, cuando se repite continuamente sin procuramos nunca una solución positiva

Se puede cortar el círculo vicioso de la preocupación cambiando el foco de la atención.

La preocupación es, en cierto modo, una respuesta útil aunque desencaminada, una especie de ensayo mental ante la previsión de una amenaza. Pero este ensayo mental se convierte en un auténtico desastre cognitivo cuando nuestra mente se queda atrapada en una rutina obsoleta que captura nuestra atención e impide todo intento de focalizarla en cualquier otro sitio.

  El reaprendizaje emocional, por lo tanto, busca ante todo evitar estas situaciones de pérdida del control. Emoción y pensamiento deben orientarse hacia estados más positivos.

Los cambios más ligeros de estado de ánimo pueden llegar a modificar nuestros pensamientos.

El optimismo y la esperanza —al igual que la impotencia y la desesperación— pueden aprenderse. Detrás de los dos existe lo que los psicólogos denominan autoeficacia, la creencia de que uno tiene el control de los acontecimientos de su vida y puede hacer frente a los problemas en la medida en que se presenten.

   Veamos ahora cómo entra en el esquema del autocontrol el conocimiento de las reacciones inconscientes.

La clave que nos permite acceder a las emociones de los demás radica en la capacidad para captar los mensajes no verbales (el tono de voz, los gestos, la expresión facial, etcétera). (…) Más del 90% de los mensajes emocionales es de naturaleza no verbal (la inflexión de la voz, la brusquedad de un gesto, etcétera) y este tipo de mensaje suele captarse de manera inconsciente

La empatía exige la calma y la receptividad suficientes para que las señales sutiles manifestadas por los sentimientos de la otra persona puedan ser captadas y reproducidas por nuestro propio cerebro emocional.

    Captar las emociones no puede hacerse si no sabemos identificarlas, nombrarlas y clasificarlas. En la vivencia humana, las cosas, de hecho, no suelen llegar a existir hasta que les ponemos un nombre…

Una de las lecciones emocionales fundamentales es la de aprender a diferenciar entre los sentimientos

El hecho de relacionar un sentimiento con un nombre y con la expresión facial que le corresponde puede parecer tan elemental que no requiera ningún tipo de enseñanza. Pero lo cierto es que, en cualquiera de los casos, constituye un verdadero antídoto contra las extraordinarias lagunas que suelen existir en torno al tema de la alfabetización emocional.

  Y aquí nos llega una idea de gran valor que (junto con la de “alfabetización emocional” que veremos más adelante) podría tener aplicaciones de mayor alcance que la mera resolución de problemas emocionales particulares.

Mediante un proceso no consciente de imitación de los movimientos que reproduce su expresión facial, sus gestos, su tono de voz y otros indicadores no verbales de la emoción, el sujeto recrea en sí mismo el estado de ánimo de la otra persona en una especie de versión libre del método Stanislavsky (un método en el que el actor recurre al recuerdo de las posturas, los movimientos y otras expresiones de alguna emoción intensa que haya experimentado en el pasado para evocar la actualización de esos mismos sentimientos).(…) Cuando las personas ven un rostro sonriente o un rostro enojado, la musculatura de su propio rostro tiende a experimentar una transformación sutil en el mismo sentido, una transformación que, si bien no resulta evidente, si que puede manifestarse mediante el uso de sensores electrónicos.

También existen emociones que vienen porque uno las evoca. Un ejemplo de esto lo constituye el sentimiento intencionalmente manipulado, el repertorio del actor, como las lágrimas que llegan cuando deliberadamente evocamos recuerdos tristes (…)  Del mismo modo que una fantasía sexual puede llevamos a sensaciones sexuales, así también los recuerdos felices nos alegran y los melancólicos nos entristecen.

  Es decir, que podemos recurrir a determinados métodos para mejorar nuestra propia actitud ante los demás. Podemos ser conscientes de la actuación emocional en nuestras relaciones incluso hasta el punto de cambiarnos a nosotros mismos mediante la mera imitación. ¿No guarda esto ciertamente relación con los ritos religiosos que buscan apaciguar nuestra conducta mediante la oración, o mediante la solemnidad litúrgica, o mediante la confesión, o mediante la meditación?

  Los especialistas parecen estar seguros de que determinadas actitudes emocionales aparentemente poco importantes (tan aparentemente poco importantes como los pequeños detalles que tanto cuidan los buenos actores dramáticos) pueden ser decisivos incluso para prevenir el rumbo de nuestras vidas en el futuro inmediato…

Gottman ha rastreado los altibajos de más de doscientas parejas, algunas de ellas recién casadas y otras que llevaban unidas mucho tiempo. La precisión del análisis realizado por Gottman sobre el ecosistema matrimonial ha sido tal que, en uno de sus estudios, le permitió predecir con una exactitud del 94% (¡una precisión ciertamente inaudita en este tipo de estudios!) qué parejas, de entre todas las que pasaron por su laboratorio, terminarían separándose en los próximos tres años (…) Gottman realiza un análisis secuencial de todas las expresiones faciales (utilizando un sistema de lectura de las emociones desarrollado por Paul Ekman) que le permite detectar los matices más sutiles y fugaces de los sentimientos. Después de finalizar la sesión, cada participante se dirige a un laboratorio separado para mirar la cinta de video y hablar de los sentimientos que experimentó durante los momentos más álgidos de la conversación. El resultado de este tipo de estudios constituye el equivalente a una radiografía emocional del matrimonio.

La asertividad consiste en expresar los sentimientos directamente —algo, por cierto, muy distinto a la agresividad y a la pasividad—

  Lo que la idea de “inteligencia emocional” nos transmite es algo importantísimo: la capacidad racional de operar conscientemente sobre nuestras deficiencias sociales. Nuestras actitudes antisociales (y no solo nuestras dificultades para triunfar en el mundo de los negocios o en el mercado sexual) pueden ser mejoradas siguiendo una serie de métodos en apariencia sencillos… pero todos en función de nuestra propia voluntad de superación.

Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar

Cada emoción nos predispone de un modo diferente a la acción; cada una de ellas nos señala una dirección que, en el pasado, permitió resolver adecuadamente los innumerables desafíos a que se ha visto sometida la existencia humana

  La llamada “alfabetización emocional” está sobre todo dirigida a niños y a jóvenes. En un principio, no impresiona mucho porque parece solo tratarse de una serie de sencillos consejos acerca de mantener un buen comportamiento con nuestros próximos…

Se les alentaba a tratar de encontrar soluciones alternativas (en lugar de recurrir exclusivamente a las peleas) si tenían problemas con las reglas del juego; a comunicarse con los demás y a hacerles preguntas mientras estaban jugando; a escuchar y observar a los otros niños para averiguar cómo se sentían; a decir algo agradable cuando los demás hacían algo bien; y a sonreír y a brindar su colaboración, sus propuestas y su aliento. 

  Pero es cierto que

aunque el contenido cotidiano de las clases de alfabetización emocional pueda parecer trivial, sus efectos —el logro de seres humanos completos— resultan, hoy en día, más necesarios que nunca para nuestro futuro.

    Ahora salgamos un poco (solo aparentemente) de lo emocional y prestemos atención a una lista de las así llamadas “habilidades cognitivas”

Hablar con uno mismo: mantener un «diálogo interno» como forma de afrontar un tema, u oponerse o reforzar la propia conducta.

•Saber leer e interpretar indicadores sociales: reconocer, por ejemplo, las influencias sociales sobre la conducta y verse a uno mismo bajo la perspectiva más amplia de la comunidad.

Dividir en pasos el proceso de toma de decisiones y de resolución de problemas: por ejemplo, dominar los impulsos, establecer objetivos, determinar acciones alternativas, anticipar consecuencias, etcétera.

•Comprender el punto de vista de los demás.

•Comprender las normas de conducta (lo que es y lo que no es una conducta aceptable).

•Mantener una actitud positiva ante la vida.

•Conciencia de uno mismo: por ejemplo, desarrollar esperanzas realistas sobre uno mismo.

  Pero es que la cognición puede crear nuestra emoción, y ahí está el sentido de todos los esfuerzos del “reaprendizaje emocional”.

Existe un tipo de reacción emocional, más lenta, que se origina en nuestros pensamientos. (…)  Solemos ser muy conscientes de los pensamientos que conducen a ella. En este tipo de reacción emocional hay una valoración más amplia y nuestros pensamientos —nuestra cognición- determinan el tipo de emociones que se activarán. Una vez que llevamos a cabo una valoración —«este taxista me está engañando», o «este bebé es adorable»— tiene lugar la respuesta emocional apropiada. Este es el camino que siguen las emociones más complejas

   Sírvanos de advertencia final el que hay numerosos equívocos en la cultura popular acerca del desarrollo de las habilidades sociales

El simple hecho de reunir a la gente procedente de diferentes grupos contribuye poco o nada a menoscabar la intolerancia. 

Los psicólogos comprobaron experimentalmente los efectos de la catarsis y descubrieron que el hecho de airear el enfado de poco o nada sirve para mitigarlo (…)Los arranques de ira incrementan necesariamente la excitación emocional del cerebro y hacen que la persona se sienta todavía más irritada

   Las posibilidades de estas enseñanzas para el futuro quedan claras cuando se reconoce que el desarrollo de las habilidades sociales tiene lugar en el conjunto de nuestra forma de vida. Recibir buenos consejos en la infancia, ir unas horas a la psicoterapia para resolver un problema acuciante o incorporar a nuestro vocabulario términos como “empatía” o “asertividad” quizá no puedan resolver nuestras vidas por sí solo,… pero el hecho es que nuestras vidas están compuestas realmente por nuestras experiencias emocionales

El campo de pruebas de los programas de solución de problemas sociales no es el aula sino la cafetería, las calles y el hogar

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