lunes, 4 de mayo de 2015

“La filosofía de la evolución humana”, 2012. Michael Ruse.

  Michael Ruse es un filósofo, y como la mayoría de los filósofos de principios del siglo XXI, hace ya mucho que renunció a separar los conocimientos biológicos (y por tanto científicos) de los conocimientos filosóficos. Si el objeto de la filosofía es conocer la naturaleza humana y sus posibilidades sociales, hoy no es posible abordar estas cuestiones si no es teniendo en cuenta los descubrimientos  que han llevado a cabo los biólogos y psicólogos al respecto. Particularmente en lo que se refiere a las investigaciones sobre el comportamiento. Comportamiento humano y de los demás animales. Después de Darwin, todo fue diferente, pero Darwin mismo fue consecuencia de una evolución en el pensamiento.

Los griegos veían el mundo como diseñado, como puesto en conjunto para alcanzar propósitos, fines. Los organismos son aquello en el mundo que más que cualquier otra cosa muestran lo que Aristóteles llamaba “causas finales”. (…)  Manos y ojos son cosas complejas, y no podrían haber llegado a existir por mera casualidad –al cabo de la acción de una ley ciega e indirecta- sino que requieren una inteligencia de alguna clase para hacerlas. Por lo tanto, la evolución –el epítome del ciego azar- es imposible. 

La Ilustración fue el momento en el que la gente, por primera vez, comenzó seriamente a adoptar la filosofía del Progreso –la creencia de que a través del talento y esfuerzo humano, sin otra ayuda, la condición humana, la ciencia, medicina, enseñanza, cultura y más, podrían ser mejorados. La Ilustración fue el momento en el que muchas personas comenzaron a rechazar la vieja filosofía de la Providencia 

  Descubrir que el ser humano proviene de la evolución del conjunto de todos los seres vivos ya supuso un golpe durísimo a las creencias en un diseño inteligente que tendría por objeto la aparición del ser humano “a imagen y semejanza de Dios”, pero todavía queda la cuestión de si podemos considerar siquiera que la aparición del ser humano es una conclusión necesaria de la evolución. Está claro, desde luego, que hoy por hoy el “Homo Sapiens” es capaz de imponerse a todos los demás seres vivos del planeta, pero esta situación ¿ha surgido por casualidad o era forzoso que llegara a darse?

No hay progreso en la naturaleza, pero sí hay una dirección. ¿Había de llevar esta dirección a los humanos o a seres como los humanos? (…) Uno podría razonablemente esperar que se llegue a la evolución de seres inteligentes de alguna clase (…) No hay una respuesta clara a la pregunta sobre la relación entre la evolución darwiniana y las esperanzas de progreso, especialmente progreso en dirección a los seres humanos. Hay argumentos que sugieren que, a pesar de lo contingente del proceso darwiniano, algún tipo de avance no es solo posible, sino probable

  Eso no implica necesidad. Los avances evolutivos que podemos ver en retrospectiva en los que se aprecia una creciente complejidad en los organismos y una inteligencia cada vez mayor en los mamíferos han sido el resultado de unas circunstancias ambientales que muy bien podían no haberse dado.

El mundo podría haber sido de tal manera que la inteligencia simplemente sería demasiado cara para ser producida y mantenida

  (La alusión al coste de la inteligencia se refiere al gran consumo de energía que hace el cerebro; ello explica por qué son tan raros los animales como el ser humano, con un cerebro tan grande en proporción al resto del cuerpo; tal aportación de energía hubiera sido imposible si los pre-humanos no hubieran comenzado a cocinar sus alimentos)

  En cualquier caso, hoy ya sabemos que la inteligencia humana no va a aumentar más mediante la evolución darwiniana (selección natural). Si bien el mismo Darwin compartía con Hitler la opinión de que unas razas humanas superiores habían de eliminar a las otras…

Darwin tenía pocas dudas acerca de lo que sucedería: “en algún periodo futuro, no muy lejano si se mide por siglos, las razas civilizadas del hombre ciertamente exterminarán y reemplazarán a las razas salvajes en todo el mundo

Darwin realmente pensaba de la vida como que era una batalla entre individuos

  … la realidad es que las diferencias intelectuales y emocionales entre razas que puedan llegar a detectarse con los medios actuales o futuros son tan mínimas que siempre resultarán irrelevantes en las condiciones que se dan en nuestra civilización globalizada. Hoy hay unanimidad en que los cambios humanos futuros vendrán de la evolución cultural (fórmulas de organización social innovadoras) y de la biotecnología. Esto también es evolución, no en el sentido darwiniano, pero evolución igualmente.

  Y la evolución cultural se parece en algunas cosas a la evolución biológica. Darwin, incluso ignorando el mecanismo hereditario, ya tenía sus propias opiniones acerca de cómo se producen los cambios a lo largo del tiempo, aunque sus conclusiones no son aceptadas del todo en nuestra época. Sorprendentemente, hoy se considera que el mecanismo evolutivo biológico es más similar al mecanismo evolutivo social humano de lo que en un principio se había pensado.

Darwin [veía] la historia de la vida como un proceso suave que llevaba de una forma a otra (…) [pero] el verdadero curso de la historia es más un proceso de detención y puesta en marcha –periodos de relativa inacción evolutiva rotos por épocas de rápido cambio.

  Como ejemplo de esto en la evolución de los homínidos, la aparición del “Homo erectus” fue relativamente repentina tras millones de años de dominio de los australopitecos (que eran algo parecido a un chimpancé que andaba a dos patas), y lo mismo se puede decir de la aparición del “Homo sapiens” tras casi dos millones de años de predominio de diversas variedades del género “Homo erectus”.

   En el proceso evolutivo hay, pues, dos elementos: la repetición de la información heredada por una parte y, por otra, los pequeños cambios que se producen regularmente y que, bajo circunstancias especiales, se acumulan hasta desencadenar crisis revolucionarias.

  Evolución es “descendencia con modificación”, y esto también se aplica a los cambios culturales, a la evolución cultural.

La cultura depende sobre todo de la imitación. Por supuesto, la innovación es muy importante, pero la fuerza de la cultura reside en que una buena idea puede ser compartida y expandida. (…) La habilidad de imitar es algo esencialmente humano que no se encuentra realmente en muchos otros organismos, incluidos nuestros primos los monos. Requiere una gran cantidad de energía cerebral

  El biólogo Richard Dawkins llevó la observación de este paralelismo entre la evolución biológica y la evolución cultural (la imitación por transmisión de patrones) hasta el punto de inventar un nuevo concepto.

[Dawkins escribió:] Necesitamos un nombre para el nuevo replicador, un nombre que concite la idea de una unidad de transmisión cultural, o una unidad de imitación.”Mimeme” viene de una raíz griega adecuada, pero quiero un monosílabo que suene un poco como “gen”. Espero que mis amigos clasicistas me perdonen si abrevio “mimeme” a “meme”. (…) Ejemplos de memes son melodías, ideas, frases hechas, estilos de vestir, formas de hacer alfarería o de construir arcos y flechas.

  De la misma forma que el “meme” (unidad de replicación cultural) se inspira en el “gen” (unidad de replicación biológica), otros hallazgos conceptuales de la evolución son dignos de tener en cuenta a todos los niveles. Por ejemplo, los conceptos de “spandrel”, de “unidad de tipo” y de “exaptación”.

  El concepto de “spandrel” (en español a veces se escribe "enjuta") fue ideado por Stephen J. Gould:

Gould argumenta que mucho del mundo vivo está hecho de rasgos tipo “spandrel”, con lo que se estaba refiriendo a las áreas triangulares no funcionales situadas encima de los pilares de las iglesias medievales –frecuentemente usados para decoración pero sin ningún propósito estructural

  Un “spandrel” sería entonces un rasgo hereditario carente de utilidad alguna para el ser vivo. El concepto de “spandrel” nos resulta muy valioso para evitar caer en la superstición de que todo rasgo hereditario obedece a una función: no tiene por qué ser siempre así.

  El concepto de “unidad de tipo”, ideado por el mismo Darwin, es hasta cierto punto parecido:

[Darwin escribió:] Por unidad de tipo se quiere decir un patrón fundamental en estructura, la cual vemos en los seres orgánicos de la misma clase, y que es bastante independiente de sus hábitos de vida. Según mi teoría, la unidad de tipo se explica por la unidad de descendencia

  Es el concepto que surge de la observación, por ejemplo, de la mano humana, que es una derivación de las zarpas de otros mamíferos pero que no ha sido todavía por completo adaptada a nuestra forma de vida inteligente. Sí, contamos con el pulgar oponible que sirve para producir y manejar herramientas, pero los otros dedos, sobre todo el meñique y el anular, no son tan útiles. ¿No nos vendrían mejor dos pulgares oponibles en cada mano, y no uno solo?,  ¿por qué la evolución no nos ha dotado de ellos?: por la unidad de tipo, que nos vincula con la especie de la que procedemos: en la morfología de chimpancés y australopitecos no encontramos el pulgar oponible, y es solo a partir del “Homo erectus” que éste aparece. Bastante es, por tanto, que tengamos UN pulgar oponible. El que no tengamos más pulgares oponibles se debe a las características hereditarias que tardarán mucho en que desaparezcan pese a su “inutilidad” (de hecho, con nuestra cultura tecnológica actual, ningún mutante que naciera con dos pulgares oponibles iba ya a obtener ventaja reproductiva alguna por ello…).

  El concepto de exaptación (también atribuido a Gould) es aún más interesante:

Exaptación, algo que va fuera de su propio curso (quizá con su propia función) sin estar conectado a su origen o primera función

  Ejemplo de exaptación es la vejiga natatoria de los peces que acabó sirviendo a los primeros anfibios como pulmón para la oxigenación de la sangre, una función totalmente diferente de la original: la evolución trabaja con los materiales que encuentra, de la misma forma que tampoco puede desechar tan fácilmente aquellos que con el tiempo se han vuelto inútiles.

  Todo este tipo de peculiaridades nos ayudan a comprender no solo la evolución biológica sino también la cultural. Las supersticiones acerca de seres sobrenaturales pueden ser casos de “spandrels”: un subproducto de la urgencia de la mente humana en hallar causas a los hechos pero que carece de utilidad cuando nos lleva a considerar falsas causas (el hombre primitivo se pregunta por qué el rayo ha quebrado el árbol y le resulta mentalmente insoportable no hallar una explicación… es entonces cuando lo atribuye a la voluntad de un espíritu). La persistencia de algunas monarquías en los estados modernos podría ser un caso de “unidad de tipo”: simplemente, en algunas sociedades hemos heredado instituciones monárquicas que hoy ya no serían necesarias en nuestros sistemas políticos basados en un cuerpo de representantes elegidos por sufragio. Un ejemplo de exaptación sería la celebración de la Navidad: en un principio era una ceremonia religiosa, ahora se trata de una festividad familiar sin contenido religioso que transfiere un oportuno sentimiento de hermandad civil.

  Con todo, estas precauciones que hemos de tomar a la hora de juzgar la alteración de la funcionalidad, o la funcionalidad o no funcionalidad de muchos rasgos hereditarios, biológicos o culturales, no deben hacernos olvidar la realidad básica del hecho evolutivo:

Tal como existe una lucha por la existencia, con la consecuente evolución en la dirección de la excelencia adaptativa en el mundo de los animales y las plantas, así de forma parecida existe una lucha por la existencia entre las ideas, con la consecuente evolución en la dirección de la excelencia adaptativa en el mundo del conocimiento.

   Observamos que la evolución biológica ha llevado al ser humano a una forma de vida que ya no es exactamente la más adecuada en base a los principios de la evolución cultural. La evolución biológica se quedó en que el “Homo Sapiens” era un tipo de animal gregario cazador-recolector, de vida nómada, que se agrupaba en bandas de poco más de cien individuos mientras que la evolución cultural nos ha llevado por otro camino al adaptarnos para fórmulas cooperativas mucho más complejas.

[Darwin escribió:] El término “bien general” puede ser definido como referente al mayor número posible de individuos que pueden ser criados en pleno vigor y salud, con todas sus facultades perfectas, bajo las condiciones a las cuales son expuestos.

   Aunque hoy las condiciones son mucho mejores que en los tiempos de los cazadores-recolectores del Pleistoceno, ya no existe interés en producir muchos individuos, y los individuos que propiamente gozan de las mejores condiciones de vigor y salud (las clases sociales más altas) se reproducen mucho menos que quienes no disponen de ellas, lo cual parece contradecir el principio darwiniano del “éxito reproductivo” (los mejor adaptados al medio habrían ser los que dejasen más descendencia).

  De igual forma, el cambio de las condiciones actuales ha llevado el desarrollo de la cooperación humana a nuevas posibilidades. Los instintos altruistas siempre han existido en los seres humanos, pues son vitales para que se produzca una cooperación fructífera, sin embargo, el altruismo ha tomado proporciones sorprendentes en las culturas humanas avanzadas. Sorprendentes y prometedoras para el progreso futuro de la cooperación eficiente…

El altruismo en el sentido biológico está muy bien documentado, y los humanos, como animales completamente sociales están muy necesitados del altruismo. Si no lo hubieran desarrollado, estarían en graves problemas. Pero ¿por qué, todavía hablando biológicamente, hemos dado el paso extraordinario al altruismo literal? ¿Por qué no somos simplemente como las hormigas, las cuales parecen estar programadas para hacer lo que hacen, sin ninguna necesidad de entrenamiento moral o cualquier cosa de esa naturaleza?

  No hay respuesta de momento a semejante pregunta. El caso es que los homínidos han elaborado formas de cooperación cada vez más complejas y cambiantes para las cuales la moralidad ha resultado un factor clave.

   Tenga o no sentido desde un punto de vista evolutivo (y sea o no aceptable hablar de “sentido” en este caso), el comportamiento humano, para incrementar la eficacia de la cooperación, requiere de actitudes totalmente altruistas, no solo de “altruismo recíproco” (el caso de que ayudes ahora a otro solo a cambio de que ese otro te ayude inmediatamente después). Requerimos cada vez más de la disposición personal de dar voluntariamente bienes y servicios sin tener certeza de que se vaya a recibir  bienes y servicios equivalentes a cambio… ni a corto ni a medio ni a largo plazo.

  Finalmente, el libro del profesor Ruse nos transmite muchos más datos que los científicos evolutivos han reunido acerca de las tendencias innatas del ser humano…

¿Dice el darwinismo que la monogamia es antinatural? Para empezar, en las sociedades occidentales no tenemos exactamente monogamia –“monogamia serial” sería un término mejor (y quizá “poligamia serial” sería incluso mejor). En las sociedades de la Antigüedad había una gran cantidad de segundos matrimonios después de la muerte temprana de la esposa (los partos eran un factor regular de esto), mientras que hoy, con el fácil divorcio, hay mucho cambio de parejas y, por la misma naturaleza de las cosas (tanto en términos sociales como biológicos), es más verosímil que el macho vuelva a casarse y comience una nueva familia.

Algunas profesiones fuertemente vinculadas a las matemáticas y la ciencia tienen proporcionalmente más varones. Podría haber algún factor biológico –quizá los varones necesitaban grandes habilidades espaciales para salir a forrajear- pero, si la hay, no es gran cosa y lo más probable es que se deba simplemente a que las mujeres toman otras rutas vitales.

  Ignorar la fuerte probabilidad de que existan ciertas diferencias hereditarias por géneros o incluso por razas supondría ignorar datos reales… aunque mucho peor sería darles una relevancia que no tienen. En materia tan sensible, no debemos hacer como el mismo Darwin hizo en ocasiones, dejándose llevar, cuando abordaba las cuestiones de la raza y el sexo, por prejuicios propios de su medio y época en lugar de atenerse a los datos disponibles. Darwin, como hemos visto, creía en la inferioridad general de las razas de los pueblos colonizados, y también creía en la inferioridad intelectual de las mujeres.

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