lunes, 14 de octubre de 2013

“Los ángeles que llevamos dentro”, 2011. Steven Pinker

  El principal problema humano es, sin duda, la violencia. Sin las actitudes violentas, la capacidad humana para una cooperación inteligente por el bien común alcanzaría metas prácticamente inimaginables, así que el libro de Steven Pinker se centra en este primordial asunto, haciéndose notar en cada página la trascendencia del hallazgo de posibles soluciones. Trata de mostrarnos qué es lo que sabemos hasta ahora y, además, nos alienta con la constatación estadística de que en los últimos tiempos se han dado espectaculares progresos.

La mente es un sistema complejo de facultades emocionales y cognitivas. Algunas de estas facultades nos predisponen a cierta clase de violencia. Otras nos predisponen a la cooperación y la paz.  

Las sociedades más pacíficas también suelen ser más ricas, sanas y cultas. 

La agresividad no es un impulso único, es el resultado de varios sistemas psicológicos. Hay una violencia instrumental para obtener una serie de objetivos, y hay un deseo de dominio o autoridad. Hay también venganza, ideología y sadismo.

Los seres humanos vienen provistos de impulsos que pueden alejarnos de la violencia: empatía, autocontrol, sentido moral y razón.

   En cualquier caso, aquí tenemos datos creíbles que nos muestran que, al contrario de lo que deja ver la demagogia catastrofista supuestamente bien intencionada, la situación actual de la humanidad es comparativamente mejor de lo que nunca ha sido.

El cambio a las primeras civilizaciones fue acompañado por una disminución en las incursiones y las contiendas. (…) Entre finales de la Edad Media y el siglo XX los países europeos asistieron a una disminución entre diez y quince  veces en el número de homicidios. (…) Norbert Elias atribuía este descenso a la consolidación de un entramado de territorios feudales en grandes reinos con una autoridad centralizada. (…) En la Era de la razón, la Ilustración, se producen los primeros movimientos organizados para abolir formas de violencia hasta entonces socialmente toleradas. Algunos denominan a esto una “revolución humanitaria”.

El índice de muertes violentas en los yacimientos arqueológicos desde hace 14,000 años hasta el siglo XVIII da un porcentaje promedio del 15 %. (…) En las sociedades de caza y recolección que sobreviven, el porcentaje es muy parecido.

En el imperio precolombino de Mexico se llegaba a la cifra del 5 %, la más alta en las civilizaciones avanzadas. (...)  El índice anual medio de mortalidad violenta en las sociedades sin estado es de 524 por 100.000. En el Imperio azteca era aproximadamente la mitad. 

Un pueblo primitivo como los semai, que hacen lo posible por evitar la guerra, tiene todavía un índice de homicidio de 30 por 100,000 (el cuádruple del promedio mundial, incluyéndose en el cálculo las naciones civilizadas más violentas). (...)  Vivir en una civilización reduce la probabilidad de tener una muerte violenta.

  Tanto peor para la leyenda del "buen salvaje"

  Y yendo a datos más actuales…

En las últimas cuatro décadas del siglo XX, el porcentaje de muertes violentas en Estados Unidos, incluyendo los muertos en guerras, es inferior al 1%.(…) En general, puede ser estimado que durante el siglo XX murió de forma violenta el 0.7% de la población.

Entre 1970 y 1980 el índice de homicidios anual de Estados Unidos fue de 10 por 100,000 habitantes. (…) Si el índice llegara al 1000 por 100,000 tendríamos una probabilidad mayor del 50 % de morir asesinados.(..) El índice anual de homicidios de Estados Unidos pasó de 10,2 en 1980 a 4,8 en 2010.
  
El índice actual de homicidios en los países europeos occidentales está por debajo del 1 por 100,000. 

   Estados Unidos, aunque ha mejorado mucho desde 1980, sigue manteniendo un índice que es más del triple no sólo del de los estados europeos occidentales, sino también mucho más alto que el de Canadá, en la misma región cultural y geográfica. Dentro de los Estados Unidos, son los estados del sudeste los que cuentan con los índices más altos. Algunos estados en la frontera con Canadá tienen índices semejantes a los de Europa occidental.

  Si queremos llegar hasta el final, es decir, hasta el mayor índice posible de no-violencia social, tenemos que averiguar cuáles han sido los factores que han llevado a ese cambio y trabajar a partir de ahí. Steven Pinker refleja en su libro una asombrosa lista de teorías y reflexiones sobre el particular, pero, de todas ellas, la más convincente (aunque no lo explica todo) es la que parte de la teoría del ya mencionado Norbert Elías.

Norbert Elias atribuye el descenso de la violencia a un cambio psicológico. Los europeos inhibieron cada vez más sus impulsos, previeron las consecuencias a largo plazo de sus acciones y tuvieron en cuenta los pensamientos y sentimientos de otras personas. Una cultura del honor dio paso a una cultura de la dignidad (la disposición a controlar las propias emociones). Estos ideales tuvieron origen en instrucciones explícitas que ciertos árbitros dieron a los nobles y aristócratas.

  Norbert Elías se fija sobre todo en el cambio de la Edad Media, desde el feudalismo, que implicaba constantes luchas por el dominio de la tierra, hasta los estados absolutos, donde el poder político cada vez más concentrado en manos de los reyes permitió la imposición de un mayor orden. Pero está claro que los señores feudales jamás hubieran cedido su poder de no haberse dado la convicción de que el bien común podía justificar ciertas cesiones en la "cultura del honor".

  Veamos qué sería esta “cultura del honor” a la que Steven Pinker hace numerosas referencias (y a la que atribuye también la relativa alta tasa de homicidios en Estados Unidos, particularmente en los estados del sudeste del país):

La clave de la política de disuasión es la credibilidad de la amenaza a la que vamos a responder. Si nuestro adversario cree que puede eliminarnos al primer golpe, no tiene motivos para temer represalias.(…) Hay que refutar cualquier sospecha de debilidad. Puede actuarse por pequeñeces, como un signo de menosprecio. Hobbes, el autor de “Leviatan”, lo llamaba “gloria”, puede ser también “honor”, o, más funcionalmente, “credibilidad”.

   A propósito de Hobbes, la idea de la “trampa hobbesiana” es la de una escalada de intimidaciones preventivas a fin de alcanzar una disuasión creíble: has de atacar para disuadir que te ataquen, y lo mismo se espera que haga el otro… El circuito de ataques preventivos y consecuentes venganzas es lo que lleva al altísimo porcentaje de muertes violentas entre los pueblos de cazadores-recolectores.

    Sin embargo, una aproximación lúcida a la psicología humana nos demuestra cómo esta actitud ancestral puede ser contrarrestada para beneficio de la gran mayoría.

La disminución de la violencia acaso se deba en parte a una expansión de la empatía, pero también debe mucho a facultades de cocción más lenta, como la prudencia, la razón, la ecuanimidad, el autocontrol, las normas, los tabúes y las concepciones sobre los derechos humanos.

Las reformas humanitarias se producen por una mayor sensibilidad hacia las experiencias de los seres vivos y a un deseo genuino de aliviar su sufrimiento. El proceso cognitivo de la adopción de perspectivas y la emoción de la solidaridad deben figurar en la explicación de numerosas disminuciones de violencia.

Una cultura del honor. en la que se respetaba a los hombres por arremeter contra los insultos, se convirtió en una cultura de la dignidad, en la que se respetaba a los hombres por controlar sus impulsos.

  ¿Cómo pudo producirse este cambio?  Steven Pinker, como hemos visto arriba, ha llamado la atención acerca de la existencia de “ciertos árbitros” que dieron “instrucciones explícitas a nobles y aristócratas”, y que se hicieron notar en el mundo de la Edad Media al influir en el sentido de que se promoviera el apaciguamiento.

Lancelot tenía la costumbre de no matar nunca a un caballero que le pidiera clemencia.

La Europa medieval se calma un poco cuando los caballeros quedan bajo el control del rey.

El descenso europeo de la violencia estuvo acompañado por un descenso de la violencia entre la élite.

Había códigos militares de honor que intentaban inútilmente prohibir las matanzas de civiles en la guerra, y ocasionales protestas de pensadores de la modernidad temprana como Erasmus y Grotius.
  
Inglaterra fue el primer país en pacificarse.

  Las reformas humanitarias de la Ilustración tuvieron lugar bastante después de Erasmus y Grotius, y antes de ellos tuvo lugar el proceso de disminución de la violencia en la sociedad feudal a la que Norbert Elías hace referencia y que fue promovida por los “árbitros” mencionados. El cambio tuvo que comenzar antes y, sorprendentemente, en su largo libro, Steven Pinker no dedica mucho espacio a ello.

   ¿Quiénes eran, pues, los “árbitros” a los que Steven Pinker hace referencia y que actuaron antes de la Ilustración?, ¿cómo lograron ser escuchados?, ¿por qué Lancelot es clemente mientras que Aquiles es colérico e implacable?

  ¿Y antes de la Edad Media? Al fin y al cabo, esos "árbitros" no pudieron surgir de la nada...

En los siglos recientes, la Biblia ha sido reinterpretada, metaforizada y sustituida por textos menos violentos, como el Nuevo Testamento y el Talmud.

Los israelitas alardeaban de que su dios era moralmente superior al de las tribus vecinas porque exigía que se le sacrificaran vacas y ovejas, no niños

El profeta Isaías expresó la esperanza de que con las espadas se forjaran arados.

La prohibición del infanticidio quedó más clara en el Talmud y en el cristianismo, de donde pasó al Imperio Romano tardío; la prohibición provenía de una ideología según la cual la vida pertenece a Dios. 

  Lo que nos sitúa en la época romana e incluso un poco antes. ¿Se trata de la aparición del cristianismo? Steven Pinker no dice cosas muy amables sobre esta religión, ni sobre las religiones ni las ideologías en general…

Los martirólogos cristianos describen los tormentos de los mártires con un deleite pornográfico.

El voyeurismo de los martirologios no fue suscitado para suscitar indignación ante la tortura sino para inspirar respeto por la valentía de los mártires.

La costumbre de los sacrificios humanos cayó en desuso entre los judíos, si bien sobrevivió como ideal en una de sus sectas disidentes, según la cual Dios aceptaba el sacrificio-tortura de un hombre inocente a cambio de no infligir un destino peor al resto de la humanidad. La secta se llamaba cristianismo.

Es la ideología lo que ha desencadenado  las peores cosas que los individuos se han hecho unos a otros.

La teoría de que la religión es una fuerza de paz no cuadra con los hechos históricos.

   Y sin embargo, todo apunta a que fueron invenciones cognitivas (ideas) las que marcaron la diferencia en cuanto a la actitud del individuo frente a la violencia a lo largo del proceso histórico.

Las creencias y las prácticas religiosas responden a las corrientes intelectuales y sociales. Cuando las corrientes se mueven en direcciones ilustradas, las religiones suelen adaptarse a ellas.

  ¿”Corrientes intelectuales y sociales”?, ¿cómo se originan?, ¿cómo se expanden? Si logramos averiguar esto, tal vez tendríamos la clave para alcanzar niveles de apaciguamiento aún mayores.

El sentido moral humano, en las ocasiones en que se desarrolló adecuadamente,  puede reivindicar algunos progresos monumentales, incluidas las reformas humanitarias de la Ilustración.

    Pero, una vez más, volvamos al tiempo anterior a la Ilustración, que nos resulta imprescindible para conocer cómo la Ilustración misma tuvo lugar: ¿qué “corrientes intelectuales y sociales” llevaron a la necesaria situación previa? Según Pinker, no pudo ser la religión cristiana que se profesaba en la Europa pre-Ilustrada.

Se pasó de valorar almas a valorar vidas. La doctrina del carácter sagrado del alma suena vagamente a elevación del espíritu, pero en realidad es algo muy maligno. Reduce la vida en la Tierra a una fase temporal. (…) A la gradual sustitución de almas por vidas ayudó el ascenso del escepticismo y la razón. Las creencias debían estar justificadas por la experiencia y la lógica. (…) Las creencias deben fundarse en la razón.

  ¿Escepticismo y razón?, ¿creencias fundadas en la razón? ¿Eran los mencionados “árbitros” de la Edad Media predicadores del escepticismo y la razón? ¿Cómo es posible que nunca hayamos oído hablar de ellos? Veamos de nuevo:

Norbert Elias atribuye el descenso de la violencia a un cambio psicológico. Los europeos inhibieron cada vez más sus impulsos, previeron las consecuencias a largo plazo de sus acciones y tuvieron en cuenta los pensamientos y sentimientos de otras personas. Una cultura del honor dio paso a una cultura de la dignidad (la disposición a controlar las propias emociones). Estos ideales tuvieron origen en instrucciones explícitas que ciertos árbitros dieron a los nobles y aristócratas.

  Mucho nos tememos que Steven Pinker se hace un lío llevado por sus prejuicios personales contra religiones e ideologías en particular (Steven Pinker se ha definido públicamente a sí mismo como “ateo y judío”)… porque no existían escépticos en la Edad Media europea (y, desde luego, si había alguno, no era en absoluto influyente) y los únicos pensadores racionalistas de la Antigüedad clásica (muy lejos también, en cualquier caso, de la Edad Media) apenas si tuvieron un mínimo eco entre las élites durante un breve período. Lo que sí existió fue una evolución del pensamiento religioso y de la correspondiente ideología. Erasmus y Grotius  procedían de la Reforma (si bien Erasmus no se posicionó públicamente contra la Iglesia católica). La misma Reforma que dio lugar al desencadenamiento de terribles guerras de religión… pero que no sólo dio lugar al desencadenamiento de terribles guerras de religión.

La ideología surge de muchas de las facultades cognitivas que nos hacen inteligentes: prevemos largas y abstractas cadenas de causalidad; adquirimos conocimientos de otras personas y utilizamos abstracciones.

   En realidad, para que el escepticismo y la razón lleguen a tener alguna influencia, sólo pueden conseguirlo a través de las ideologías de masas, que antes del siglo XVIII sólo podían tener forma religiosa. El cristianismo era una versión del judaísmo fuertemente influida por el racionalismo de la filosofía griega, y los “árbitros” de la Edad Media que Steven Pinker y Norbert Elías mencionan, de forma un tanto vergonzante (no atreviéndose a señalarlos por su nombre), eran eclesiásticos que instigaron a las élites aristocráticas y guerreras la adopción parcial de las técnicas de autocontrol del comportamiento que se practicaban en los monasterios: la reglamentada caballerosidad medieval resultaba ser una versión atenuada de las reglas monásticas, de la misma forma que el amor cortés del caballero por su dama estaba inspirado en el culto a la Virgen María.

  Estas innovaciones, por supuesto, no equivalían aún al gran cambio de la Ilustración que tendría lugar después

Para que la actitud de rechazo a la guerra no dependa de la decisión de cada uno de ser virtuoso, debe estar cimentada en instituciones y políticas. Fue en la era de la Razón y la Ilustración cuando el pacifismo evolucionó desde un sentimiento piadoso pero inútil a un movimiento con una agenda factible. (…) En el siglo XVIII se produjo la aparición de teorías  según las cuales la guerra era irracional y evitable.

  Pero hasta el siglo XVIII era precisamente la voluntad de “ser virtuoso” la única forma en que los deseos de apaciguamiento podían realizarse en alguna medida. El “sentimiento piadoso” no era inútil, como el mismo Steven Pinker ha señalado veladamente al referirse al “proceso de civilización” que tuvo lugar al final de la Edad Media. Lo que sucede en el siglo XVIII es un gran avance al producirse el reconocimiento de los derechos individuales por las instituciones políticas, ahora ya independientemente de los ideales religiosos, pero este avance se dio en el mismo sentido ya marcado por las tendencias pacifistas que inspiraron la aparición del cristianismo, dos mil años antes de la “revolución humanitaria" (el pacifismo cristiano no surge de la nada: es la versión popular de los ideales elevados de la virtud de los filósofos).

  Otra teoría, sin embargo, habla de que el origen de todos estos cambios estuvo no en la mera expansión de ideas humanitarias (al principio religiosas, luego políticas), sino en el beneficio económico que comportarían:

Los individuos mostraron más autocontrol y desarrollaron mayor empatía. No lo hicieron como ejercicio de mejora moral, sino para afinar su capacidad de introducirse en la cabeza de burócratas y comerciantes y prosperar en una sociedad que dependía cada vez más de las redes de intercambio.

  A esto se puede responder que todo sistema económico es perfecto para las costumbres de su época y que las riquezas materiales no son siempre las más valoradas. El deseo de prestigio social, por ejemplo, puede favorecer que se busquen las riquezas mediante el saqueo a los enemigos, y no tanto mediante la cooperación. El guerrero, de fortuna variable, durante muchos siglos ha recibido mucho más reconocimiento que el acaudalado mercader.

Se dice que las personas se vuelven más compasivas a medida que su vida mejora. (…) Sin embargo, muchos de los estados más ricos de la época, como el Imperio Romano, eran un hervidero de sadismo. (…) De hecho, entre 1200 y 1800, ciertos patrones de bienestar económico, como los ingresos, calorías per capita, no revelaban una tendencia ascendente en ningún país europeo. 

La tesis del “doux commerce” (dulce comercio) consiste en que el comercio es una forma de altruismo recíproco que ofrece beneficios de suma positiva a ambas partes. (…) A los escépticos les gusta remarcar que en los años anteriores a la primera guerra mundial se alcanzaron niveles sin precedentes de mutua dependencia financiera entre Inglaterra y Alemania.

    Otro ejemplo de que el origen de la revolución humanitaria estuvo en el idealismo y no en la búsqueda de beneficios económicos es el mantenimiento de la institución de la esclavitud.

Los historiadores llevan tiempo discutiendo hasta qué punto la abolición de la esclavitud fue impulsada por la economía o las preocupaciones humanitarias.(…) La esclavitud del sur de los Estados Unidos no dio paso gradualmente a técnicas de producción más rentable, sino que fue abolida por una guerra. (…) La decisión británica de abolir la esclavitud fue por motivos humanitarios.

    Y Pinker se olvida de mencionar que, aún en el siglo XX, Hitler y Stalin demostraron que la esclavitud podía seguir siendo económicamente rentable. Eso no niega, por supuesto, el que tampoco nadie desaprovechara las oportunidades económicas que el proceso civilizatorio ofrecía.

A lo largo de la historia, las personas han ampliado  el abanico de semejantes cuyos intereses valoran como propios. Una cuestión interesante es saber qué amplió el círculo empático. Y una buena hipótesis es la expansión de la cultura. 

Cuando una comunidad lo bastante grande de agentes libres y racionales discute sobre cómo una sociedad debe llevar sus asuntos, guiándose por la coherencia lógica y el feedback del mundo, su consenso virará en ciertas direcciones.

Parte del mérito de la revolución humanitaria corresponde al incremento del cosmopolitismo de los siglos XVII y XVIII.

A finales del siglo XVIII aumentó el consumo de libros y aparecieron las bibliotecas de donde se podían sacar libros en préstamo. (…) Durante el siglo XVII se duplicó en Inglaterra la alfabetización. 

La moral es una consecuencia  del carácter intercambiable de las perspectivas.

  En resumen: el origen del humanitarismo está, muy anteriormente a la consolidación política de éste en el siglo XVIII, en el cambio psicológico que implica la gradual comprensión del “carácter intercambiable de las perspectivas”, y este cambio tuvo lugar, y siempre muy paulatinamente, primero en determinados entornos de la Antigüedad, como las islas griegas, con sus abundantes intercambios comerciales, con sus primeros viajeros y su constante mezcla de religiones, que llevaron a la aparición de los primeros filósofos, dramaturgos y teóricos políticos, y también en la India, donde surgirían religiones psicológicas que buscaban el apaciguamiento de la violencia individual.  Es en Grecia donde surgen el escepticismo y la razón modernos, y aquí se reciben, en la época helenística, las primeras noticias de religiones compasivas y pacifistas en tierras lejanas, como el budismo, originado en la India unos pocos siglos antes. Estas corrientes de pensamiento influirán en el judaísmo (judíos y griegos coexistían en el Mediterráneo oriental) para dar origen a una religión pacifista de masas, el cristianismo, que, con todas sus imperfecciones desde el punto de vista actual, seguirá promoviendo un proceso de autocontrol de la violencia individual (proceso de control que llevaría a las experiencias monásticas, donde se reglamentaba el comportamiento a niveles minimalistas con el objeto de obtener resultados radicales).

  Pero el deseo de vincular a los diferentes individuos, en la medida de lo posible, en torno a un sentimiento común de identificación (que en alguna medida debe excluir las luchas mutuas también entre los no emparentados consanguíneamente), se encuentra en la raíz de la misma idea religiosa.

La teoría de progreso moral explica que la selección natural dotaba a los seres humanos de un núcleo de empatía hacia parientes y aliados, que ha ido expandiéndose gradualmente a círculos cada vez más amplios de seres vivos.

   Si, una vez alcanzada la “revolución humanitaria” a partir del escepticismo y la razón ya ha finalizado la necesidad de ideologías y religiones, en tal caso, habría que ver qué métodos nos permitirían seguir avanzando hacia un control de la violencia mayor aún”
  
El desencadenante exógeno de solidaridad más poderoso es la adopción de perspectivas que realizan los individuos cuando consumen obras de ficción, biografías y reportajes.(…) Las reformas humanitarias se deben en parte a una mayor sensibilidad hacia las experiencias de los seres vivos y a un deseo genuino de aliviar su sufrimiento. El proceso cognitivo de la adopción de perspectivas y la emoción de la solidaridad deben figurar en la explicación de numerosas disminuciones de violencia.
 
  En cuanto al futuro, el libro de Steven Pinker es convencionalmente escéptico, y nos recuerda algunos supuestos inconvenientes de una expansión indefinida de los sentimientos humanitarios.

La empatía puede subvertir el sentido de la justicia: por ejemplo sentir empatía por un doliente próximo y perjudicar al mismo tiempo a otros muchos que están demasiado alejados para afectarnos.
    
Hace falta la argumentación moral abstracta para superar las restricciones intrínsecas de la empatía. Los objetivos fundamentales deben ser políticas y normas que lleguen a ser connaturales y que consigan que la empatía sea innecesaria.

  Ahora bien, otra posibilidad es seguir expandiendo la capacidad del autocontrol individual, que puede prescindir de los inconvenientes y superficialidades de las políticas y normas.

Aparte de la inteligencia, ningún otro rasgo presagia con tanta precisión una vida sana y próspera como el autocontrol.(…) El autocontrol guarda una correlación parcial con la inteligencia.

El autocontrol supone la contención de algunos de nuestros instintos básicos al servicio de motivos que somos más capaces de justificar.

En el caso de la violencia, una estrategia de autocontrol puede ser la reelaboración cognitiva de una ofensa.
  
Puede ser que las personas que aprendan estrategias de autocontrol disfruten de la sensación de dominar sus impulsos y transfieran  sus recién descubiertos trucos de disciplina desde una parte de su repertorio conductual a otro.

En una sociedad en las que los otros controlan su agresividad, una persona tiene menos necesidad de estar constantemente alerta ante posibles represalias, lo que a su vez elimina presión de los demás, y así sucesivamente.
  
  Incluso no son descartables nuevas ideologías que incidan más agudamente en el autocontrol de la violencia.

Según Martin Luther King, un tabú sobre la violencia impide que un movimiento se vea corrompido por matones y agitadores atraídos por la aventura y el caos; y preserva la moral y los objetivos entre los seguidores cuando el movimiento sufre las primeras derrotas. Al eliminar cualquier pretexto de represalia legítima por parte del enemigo, se mantiene en el lado positivo del libro de contabilidad moral a ojos de terceros.

  Ante estas posibilidades, el escepticismo convencional propio de quien favorece el statu quo de la época en que el autor escribe, parece un planteamiento pobre.

Siempre será necesario un grado moderado de violencia, aunque sólo se mantenga como reserva, en forma de fuerzas militares y policiales para impedir la depredación o neutralizar a quienes no pueden ser disuadidos.

  Cuando mucho más racional es pensar que

si los miembros de la especie tienen la facultad de razonar entre sí, así como suficientes oportunidades para ejercer esa facultad, tarde o temprano se encontrarán con los beneficios mutuos de la no violencia. (…) ¿Por qué necesitó la racionalidad humana miles de años para llegar a la conclusión de que quizás había algo malo en la esclavitud?

Uno de los medios en virtud de los cuales las personas pueden reconsiderar sus responsabilidades morales es entrar en un mundo hipotético y explorar sus consecuencias. (…) El tipo de razonamiento pertinente al progreso moral no es la inteligencia general en el sentido de capacidad intelectual en bruto, sino el cultivo del razonamiento abstracto. (…) La clase de razón que expande las sensibilidades morales no procede de grandes sistemas intelectuales, sino del ejercicio de la lógica, la claridad, la objetividad y la proporcionalidad. (…) A medida que la gente es más inteligente, hay menos violencia.

De vez en cuando el poder blando de terceros influyentes o la amenaza de la vergüenza y el ostracismo acaso tengan el mismo efecto que la policía o los ejércitos que amenazan con el uso de la fuerza.

La empatía es un círculo que se puede ensanchar, pero su elasticidad está limitada por el parentesco, la semejanza y el atractivo. (…) Es la razón la que nos enseña los trucos para ampliar la empatía. 

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