lunes, 28 de abril de 2014

“La era de las máquinas espirituales”, 1999. Ray Kurzweil

  Ray Kurzweil es un exitoso empresario e ingeniero de vanguardia. Sin ser propiamente un científico, sus conocimientos acerca de las aplicaciones prácticas de la tecnología de ultimísima generación lo sitúan en una posición privilegiada para especular acerca del porvenir de la humanidad, una especie animal que está necesariamente vinculada a la tecnología.

Una vez la evolución de las formas de vida se pone en marcha, la emergencia de una especie que cree tecnología se hace inevitable. La evolución de la tecnología es entonces una continuación por otros medios de la evolución que dio lugar primeramente a la especie de creadores de la tecnología. El siguiente estadio es la computación.

  La creación de tecnología computacional supone, pues, un cambio radical con respecto a las creaciones tecnológicas anteriores, pero es, ciertamente, a la vez inevitable y necesaria. Y sin duda que los computadores que hoy conocemos son muy útiles, pero está claro que la cosa tampoco va a quedar ahí.

Alcanzar la complejidad básica y la capacidad del cerebro humano no resultará automáticamente en que los computadores igualen la flexibilidad de la inteligencia humana. La organización y contenido de estos recursos –el software de la inteligencia- es igualmente importante.

  Y tenemos que comenzar por entender primero, aunque sea a un nivel básico, la diferencia entre la inteligencia humana (neuronal) y la de los computadores actuales.

Mientras la recursión es eficiente en la búsqueda a través de vastas combinaciones de posibilidades, tales como secuencias de movimientos de ajedrez, la red neural es un método de elección para el reconocimiento de patrones. Los humanos son mucho más hábiles en reconocer patrones que en pensar mediante combinaciones lógicas, así que confiamos en esta aptitud para casi todos nuestros procesos mentales. De hecho, el reconocimiento de patrones comprende la mayor parte de nuestros circuitos neurales. Estas facultades son las responsables de la extrema lentitud de las neuronas humanas. El tiempo de encendido de la actividad neuronal es de aproximadamente cinco milisegundos, permitiendo solo aproximadamente doscientos cálculos por segundo en cada conexión neuronal. No tenemos tiempo, en consecuencia, para pensar demasiados nuevos pensamientos cuando estamos presionados para tomar una decisión. El cerebro humano funciona en base a precomputar sus análisis y almacenarlos para futura referencia, de modo que usamos nuestra capacidad para reconocer patrones a fin de reconocer una situación como comparable a aquella sobre la que hemos pensado, y entonces sacamos nuestras previamente consideradas conclusiones. Somos incapaces de pensar sobre asuntos que no hemos pensado muchas veces antes.

Para los problemas que se benefician del paralelismo masivo, tales como el reconocimiento de patrones basado en redes neurales, el cerebro humano lo hace muy bien. Para problemas que requieren extenso pensamiento secuencial, el cerebro humano es solo mediocre.

   Así pues, es posible perfeccionar la mente humana haciendo uso de las capacidades que ya poseen los computadores, sumadas a las capacidades específicas de nuestros propios cerebros: esto podría lograrse al fusionarnos con ellos gracias al uso de prótesis neurales o a la manipulación bioquímica. Y también los computadores pueden mejorar en el sentido de adquirir las cualidades específicas del cerebro humano sumadas a sus propias capacidades… o a nuevas capacidades que puedan adquirir en el futuro en base a nuevos avances tecnológicos.

Hay actualmente una formulación más poderosa llamada computación cuántica. Promete la capacidad para resolver problemas que incluso los computadores digitales masivamente paralelos no pueden resolver.

El Santo Grial en el campo de adquisición del conocimiento es automatizar el proceso de aprendizaje a fin de dejar que las máquinas salgan al mundo y reúnan conocimiento por su cuenta

  Pero la pregunta que todos nos hacemos es si podría equivaler esta inteligencia artificial a la misma idea que hoy tenemos de nuestra propia naturaleza consciente.

La inteligencia es la habilidad para usar óptimamente recursos limitados, incluido el tiempo, para alcanzar metas.

A medida que crucemos la divisoria para materializarnos en nuestra tecnología computacional, nuestra identidad estará basada en nuestro archivo mental evolutivo. Seremos software, no hardware. Y evolucionaremos. Hoy, nuestro software no puede crecer. Está limitado en un cerebro de apenas 100 trillones de conexiones y sinapsis. Pero cuando el hardware sea trillones de veces más capaz, no hay razón para que nuestras mentes sigan siendo tan pequeñas. Ellas podrán crecer y crecerán. Como software, nuestra mortalidad no será ya dependiente de la supervivencia de nuestros circuitos computacionales. Habrá todavía hardware y cuerpos, pero la esencia de nuestra identidad pasará a la permanencia de nuestro software.

Comprender la inteligencia es un poco como pelar una cebolla: penetrar cada capa solo revela otra cebolla. Al final del proceso, tenemos un montón de peladuras de cebolla, pero no cebolla. En otras palabras, la inteligencia –particularmente la inteligencia humana- opera a muchos niveles. Podemos penetrar y comprender cada nivel, pero el entero proceso requiere que todos los niveles trabajen juntos de la manera correcta. (…) La cuestión clave en el diseño de máquinas inteligentes (hasta que ellas nos libren de esa tarea) será diseñar arquitecturas adecuadas para combinar los métodos relativamente simples que comprenden la construcción de bloques de inteligencia.

Desde un punto de vista celular, cambiamos la mayor parte de nuestras células (aunque no nuestras células cerebrales) a lo largo de un periodo de varios años. Desde un punto de vista atómico, el cambio es mucho más rápido, y sí que incluye nuestras células cerebrales. No somos una agrupación permanente de partículas.(…) Esto implica que no deberíamos asociar nuestra identidad fundamental con conjuntos específicos de partículas, sino más bien con los patrones de materia y energía que representamos.

  Sí, esto es ciencia-ficción, pero recordemos cuántas veces la ciencia-ficción ha sido superada por la realidad durante el siglo XX. Para Ray Kurzweil, la evolución de la mente humana gracias a la tecnología computacional es algo simplemente inevitable. Invenciones actuales como los implantes cocleares en los cerebros de los sordos (de manera que los sordos “oyen” con el cerebro, sin necesidad del oído) demuestran que no existe ninguna frontera insuperable entre la mente humana y las computadoras avanzadas. Y esto puede seguir progresando en un sentido acumulativo, sin más obstáculo posible que –lo que Kurzweil más teme- los prejuicios culturales antitecnológicos.

La filosofía ludita permanece muy viva como inclinación ideológica, aunque como movimiento político y económico permanece por debajo de la superficie del debate contemporáneo

  Recordemos que los “luditas” eran un antiguo movimiento contrario a la tecnología que se desarrolló durante la revolución industrial: destruían máquinas que privaban a los obreros manuales de sus empleos. Pero los nuevos avances tecnológicos podrían poner en riesgo algo más que los empleos de algunos trabajadores. Lo que estaría en juego sería la misma naturaleza humana.

La evolución basada en el DNA tendrá que ser abandonada.  La evolución basada en el DNA es buena para reparar y extender sus diseños, pero es incapaz de crear un diseño completo y ponerlo en marcha. Los organismos creados mediante evolución basada en el DNA están obstaculizadas con un tipo de circuitería extremadamente lenta y pesada.

  De momento, todavía no está desarrollada la tecnología computacional definitiva, aunque ya se da por seguro que los actuales microchips de silicio son tan solo una etapa tecnológica que pronto se verá superada. Kurzweil, en base a sus conocimientos, sugiere una preponderancia futura de la nanotecnología, es decir, la creación de estructuras microscópicas de tecnología computacional que se regirían ya en el ámbito de la física cuántica. Se le ocurren algunas posibilidades, todas ellas, por supuesto, basadas en trabajos de científicos de vanguardia en el momento en el que escribió su libro.

Los nanotubos están formados de átomos de carbono, de los que abundan en el mundo natural. Los mismos nanotubos pueden ser usados para computación extremadamente eficiente, así que la tecnología estructural y computacional del siglo veintiuno será verosímilmente construida de la misma materia. De hecho, los mismos nanotubos usados para formar estructuras físicas pueden usarse también para computación, de modo que las futuras nanomáquinas pueden tener sus cerebros distribuidos en todo su cuerpo.

  Una de las ocurrencias más impactantes de esta futurología es la aparición de los “nanobots”, computadores microscópicos capaces de agruparse y autorreplicarse: enjambres de nanobots con todo tipo de funciones…

Los nanobots lanzados dentro de nuestro sistema sanguíneo podrían suplementar nuestro sistema de inmunidad natural y buscar y destruir patógenos, células cancerígenas, placas arteriales y otros agentes de enfermedad.

Un “Foglet” sería un robot hipotético que consistiría en un mecanismo del tamaño de las células humanas con doce brazos señalando en todas direcciones. Al final de los brazos hay sujeciones a fin de que los “Foglets” puedan fijarse unos a otros formando estructuras más grandes. Estos nanobots son inteligentes y pueden fusionar sus capacidades computacionales para crear una inteligencia común.

  Esta maravilla de la nanotecnología le parece a Kurzweil muy adecuada para desafiar la relación íntima del ser humano con la realidad del entorno natural, reemplazándola por algo más conveniente a nuestros propios deseos.

Hay una variedad de propuestas para enjambres de nanotecnología en los cuales el entorno real sería construido por la interacción de multitud de nanomáquinas. En todas estas concepciones de enjambre, la realidad física se convierte en algo equivalente a la realidad virtual. Puedes estar durmiendo en tu cama un momento, y tener la habitación transformada en tu cocina al despertar.

  Por supuesto, la realidad virtual propiamente dicha estaría también al alcance de la tecnología futura.

Una vez los implantes neuronales sean algo común, tendremos la habilidad de producir no solo experiencias sensoriales virtuales, sino también los sentimientos asociados con esas experiencias.

Muchas personas usan hoy drogas para crear y ampliar ciertos sentimientos deseables, pero el método químico viene unido a muchos efectos indeseables. Con la tecnología de implante neuronal seremos capaces de ampliar nuestros sentimientos de placer y bienestar sin las secuelas indeseables.(…) La habilidad para controlar nuestros sentimientos será solo otra de nuestras vertientes resbaladizas del siglo veintiuno.

  Para ilustrar todas estas posibilidades, Kurzweil nos ofrece en su libro diversos ejemplos y predicciones concretas para los años por venir: años 2009, 2019, 2029 y 2099 (el libro se escribió en 1999). Lo más espectacular de todo sería que la nanotecnología podría permitir la inmortalidad al utilizar réplicas nanotecnológicas de nuestros propios cuerpos y mentes, y que el control de la realidad virtual nos ofrecería todos los paraísos que queramos, ya que se dispondría incluso del control de las sensaciones táctiles. Esta predicción está fechada para el año… 2019:

El entorno virtual de percepción táctil sería ampliamente disponible  y totalmente convincente. Su resolución igualaría o excedería el de la sensibilidad humana y podría simular todas las facetas del sentido del tacto, incluyendo los sentidos de presión, temperatura, textura y humedad.(…) Esta tecnología sería popular para los exámenes médicos, tanto como para las interacciones sensuales y sexuales con otros seres humanos, reales o simulados.

  "Máquinas espirituales" puede referirse tanto al sorprendente parecido de estas posibilidades futuras con muchas ensoñaciones religiosas, como al alcance, por parte de las máquinas, de las mismas capacidades intelectuales y trascendentes que siempre se han considerado propias de la mente humana.

  Y llega por tanto el momento de reflexionar al cabo de tan alucinante viaje…

  Kurzweil plantea el futuro en el sentido de que la humanidad se verá inevitablemente afectada por el desarrollo tecnológico, pues considera que la evolución tecnológica sigue su propio ritmo acumulativo. Es decir, que estamos en un sistema de “determinismo tecnológico”: no podemos evitar vernos afectados por un fenómeno (la tecnología) que sigue sus propias leyes e impulsos.

  Consecuencia de este planteamiento es que Kurzweil ve un mundo futuro de forma parecida a como lo veían los escritores de ciencia-ficción de los años 1950: se trata, desde el punto de vista cultural, de nuestra misma forma de vida (mismos vicios, virtudes y costumbres), pero con inmortalidad, máquinas voladoras, realidad virtual y viajes por el espacio. No se le ocurre considerar que el desarrollo tecnológico está condicionado por el desarrollo cultural, y que el desarrollo tecnológico, a la vez, acabará dando lugar a nuevos desarrollos culturales. Por poner un ejemplo que nos es familiar, fue la demanda de conocimiento al final de la Edad Media lo que permitió la aparición de la imprenta, un tipo de tecnología que estaba perfectamente al alcance de la Roma clásica... pero una vez inventada la imprenta, y alcanzado un tan alto grado de difusión del pensamiento, este desarrollo tecnológico conllevó formidables consecuencias en el desarrollo cultural. El mundo ya no pudo volver a ser el mismo.

  Sin embargo, en las predicciones de este libro tenemos un mundo futuro con familias felices que practicarán sexo virtual lúdico y gratificante, mientras crían a niños traviesos y juguetones con acceso a extraordinarias aplicaciones informáticas de efectos parecidos a la magia, siempre protegidos todos por una tecnología que nos proporcionará grandes comodidades muy por encima de los electrodomésticos actuales, con mentes artificiales que se convertirán en asistentes amables y altruistas… y puesto que la tecnología generará más riqueza, el capitalismo y las empresas privadas continuarán con su magnífico juego de economía global solo que manejando ahora cantidades inmensas de trillones de dólares. El único posible problema sería la aparición de sectas luditas que siguieran el ejemplo del profeta "Unabomber"

  Aquí, por lo tanto, toca hacer un par de advertencias:

  La primera, es que las predicciones que Kurzweil hace en este libro de 1999 para los años 2009 y 2019 no parecen haberse cumplido, a pesar de que se alardea de no precipitarse en ellas, como habrían hecho sus antecesores.

Se dice que la gente sobreestima lo que puede llegar a cumplirse a corto plazo y subestima los cambios que pueden ocurrir a largo plazo. Con el ritmo de cambio continuo acelerándose, podemos considerar que la primera década del siglo veintiuno constituirá un periodo a largo plazo.

   Pero de la misma forma que se reconoce que los programas informáticos tardaron treinta años más de lo que se pensaba en derrotar al campeón mundial de ajedrez, también ha resultado que ni hoy hemos suprimido los teclados de los computadores, muy pocos de los cuales usan sistema de reconocimiento de voz, ni la educación de los niños se lleva a cabo en los hogares mediante medios informáticos, ni hemos automatizado las autopistas, ni los parapléjicos caminan y suben escaleras gracias a prótesis, ni parece viable la realidad virtual táctil, ni hemos curado el cáncer con bioingeniería, ni…

  La segunda advertencia, más grave, es que, en cierto modo, ya deberíamos estar viviendo en un paraíso tecnológico, porque la tecnología de 1999 (y la de 1950) ya podía habernos proporcionado niveles de confort universales. Todos podríamos vivir ya en chalets con piscina, trabajar tres horas al día y vivir apaciblemente hasta los cien años rodeados de todas las seguridades y con acceso a placeres sanos gracias a la tecnología derivada de la electricidad, el acero, el carbón y el petróleo... pero no es posible porque persisten los conflictos políticos, la corrupción, las neurosis sociales, la criminalidad y otras muchas miserias del comportamiento social humano.

  Hoy tenemos, en lugar de millones y millones de jóvenes estudiando alta tecnología para desarrollar grandes programas científicos que permitan la cura del cáncer y todo lo demás, millones y millones de jóvenes estudiando derecho, marketing, finanzas, psicología, publicidad y cientos de otras ramas de disciplinas académicas que nada tienen que ver con la economía productiva. El paraíso tecnológico ya ha llegado, pero no podemos acceder a él debido a problemas culturales, de psicología social.

  El capitalismo, nuestro sistema de desarrollo económico más eficaz, sigue basándose en principios de codicia y competitividad individualistas claramente antisociales que llevan a un altísimo despilfarro de recursos. Y, de momento, no aparecen alternativas viables.

  Una humanidad socialmente organizada de esta forma ¿estará en condiciones de sacar provecho de las mejoras tecnológicas que nos esperan?

A pesar de correcciones ocasionales, los diez años que llevarán hasta el 2009 habrán visto una expansión económica y una prosperidad continuadas debidas al dominio del contenido de conocimiento en los productos y servicios. Continuará habiendo grandes ganancias en el mercado de ganancias bursátiles. 

  Evidentemente, Kurzweil no previno el desastre bancario del año 2008 y la crisis mundial subsiguiente…

   Quizá no sería una mala cosa que un poquito del talento que se está aplicando al desarrollo de alta tecnología (y no digamos el talento que se despilfarra en litigios, mercadotecnia, publicidad e “ingeniería financiera”) se dedicara a buscar mejoras en la organización social y en el desarrollo de pautas culturales más cooperativas mediante el uso de técnicas psicológicas eficientes. La auténtica materia prima de la alta tecnología es la capacidad humana para trabajar eficientemente en condiciones de mutua confianza y cooperación, y el trabajo intelectual no puede hacerse si previamente no se ha llevado a cabo un trabajo eficiente en el ámbito de lo emocional.

  Y acabamos con un detalle simpático: Ray Kurzweil, puesto que piensa que el desarrollo de la vida inteligente debe necesariamente conducir al desarrollo de la más alta tecnología, y puesto que piensa que la ciencia tenderá a sacar provecho de las posibilidades de la nanotecnología (tecnología microscópica), ha encontrado una ingeniosa respuesta a la inevitable objeción de por qué no hemos entrado aún en contacto con inteligencia extraterrestre:

Es verosímil que las naves espaciales sean más pequeñas que un grano de arena, posiblemente de tamaño microscópico. Quizá ésa es una razón de por qué no nos hemos apercibido de su presencia. 

lunes, 21 de abril de 2014

"Cómo detectar mentiras", 2005. Paul Ekman.

  El psicólogo Paul Ekman ha llegado a hacerse célebre por su pormenorizado estudio de las reacciones emocionales humanas, sobre todo en el ámbito del lenguaje no verbal (expresiones faciales, ademanes, rubor, sudoración...). Una de las aplicaciones más llamativas de este conocimiento es que podría utilizarse para detectar mentiras. A este respecto, Ekman admite que el polígrafo, el famoso “detector de mentiras” mecánico, puede ser útil, y también admite que el estudio profundo del lenguaje no verbal solo puede tener éxito hasta cierto punto en lo que se refiere a la detección de mentiras. De modo que el conocimiento desarrollado por él y sus colaboradores no ha supuesto, de momento, una revolución en los viejos intentos, desde hace tiempo, de hacer frente a los casos específicos de las mentiras y los mentirosos...

   Ahora bien, estudiando las reacciones emocionales observables de los seres humanos aprendemos algo más que a detectar mentiras con mayor o menor acierto. Podemos aprender mucho, asimismo, sobre la naturaleza de las relaciones humanas y de la asignación de sentido a la vida social.

Sospecho que en el entorno de nuestros antepasados no había muchas oportunidades de mentir y salir bien librado y que las consecuencias de ser pillado mintiendo debían ser bastante graves. Si esta sospecha es correcta, la selección no habría favorecido a las personas que tuvieran unas aptitudes extraordinarias para detectar mentiras o para mentir. (…) En una sociedad donde la supervivencia de un individuo dependía de la cooperación con el resto del poblado, la mala reputación resultante de ser pillado en una mentira importante podría llegar a ser mortal. Es posible que nadie cooperara con alguien conocido por haber mentido sobre algo importante. A estas personas no les sería fácil cambiar de pareja, de trabajo o de poblado.

En las sociedades industriales modernas la situación es prácticamente la contraria a las de la sociedad primitiva. Las oportunidades para mentir abundan (…) Ahora vivimos en unas circunstancias que en lugar de desalentar la mentira la fomentan

  Sin embargo, es un hecho que, aparte de alguna situación excepcional (como la del médico que miente al paciente con una enfermedad terminal para ahorrarle un sufrimiento inútil), todos estamos de acuerdo en que las mentiras son un obstáculo para la convivencia, ya que impiden las relaciones de extrema confianza, que son las más beneficiosas para la plena cooperación (con todo, el avance de la mentira en una sociedad compleja no parece haber impedido el progreso humano… ¿o es que tal vez el uso antisocial de la mentira ha servido como alternativa menos mala al uso de la violencia bruta con los mismos fines?).

  Para Ekman, la mentira incluye también la ocultación deliberada, y podemos observar que, en sus diversas versiones, el ocultamiento deliberado de las emociones propias varía según las diversas culturas como consecuencia de la educación recibida en la infancia.

Ya en los primeros años de vida los niños aprenden a controlar alguna de sus expresiones faciales, ocultando así sus verdaderos sentimientos y fingiendo otros falsos. Los padres se lo enseñan con el ejemplo y, más directamente, con frases del tipo de: «No pongas esa cara de enfadado»; «¿No sonríes a tu tía que te ha traído un regalo?»; «¿Qué te pasa que tienes esa cara de aburrimiento?». A medida que crecen, las personas aprenden tan bien las reglas de exhibición que éstas se convierten en hábitos muy arraigados. Después de un tiempo, muchas de esas reglas destinadas al control de la expresión emocional llegan a operar de manera automática, modulando las expresiones sin necesidad de elegirlas o incluso sin percatarse de ellas. Aunque un individuo sea consciente de sus reglas de exhibición, no siempre le es posible —y por cierto nunca le es fácil— detener su funcionamiento. Una vez que se implanta un hábito, y opera automáticamente sin necesidad de tomar conciencia de él, es muy difícil anularlo.(...) El control de las emociones equivale a las reglas de exhibición.

Los japoneses, al serles proyectadas películas cinematográficas que les despertaban diversas emociones, no las expresaban de manera distinta a los norteamericanos si estaban a solas; en cambio, si había otra persona presente mientras veían la película (y en particular si era una persona dotada de autoridad), se atenían, en medida mucho mayor que los norteamericanos, a reglas de exhibición que los llevaban a enmascarar toda expresión de emociones negativas con una sonrisa diplomática

   No somos conscientes de ello, pero la educación del lenguaje emocional como parte de los condicionamientos propios de una cultura determinada nos deja en un igualmente determinado cauce para sacar adelante nuestras vivencias. Si existiera un entorno de extrema confianza planetario (equivalente al del concepto universal de "“familia"”) no necesitaríamos para nada condicionarnos para la ocultación y el fingimiento.

Las encuestas de opinión pública demuestran una y otra vez que la sinceridad se encuentra entre las cinco características principales que la gente desea encontrar en un líder, un amigo o un amante. 

  En contra de lo que muchos creen, las consecuencias de vivir sin mentiras, sin “"reglas de exhibición"”, serían extremadamente enriquecedoras…... aunque compondrían una realidad cultural muy diferente a la de nuestro mundo actual. Debemos tener en cuenta que, debido al control público de exhibición de las emociones, la capacidad expresiva queda tan restringida como lo estaba hace unos siglos la capacidad de expresar emociones mediante ideas e introspecciones psicológicas en la literatura. En nuestra forma de vida actual podemos engañar o evitar ser engañados, podemos ocultar emociones comprometedoras encubriéndolas con emociones convencionales…, pero no podemos salirnos de estas mecánicas prefijadas, ya que el objetivo a lograr siempre es la supervivencia en una sociedad competitiva que discrimina al diferente: seguir el juego prefijado de las “"reglas de exhibición"” (que incluye la mentira y el ocultamiento) no es , por tanto, muy distinto de lo que sucedía en los siglos pasados en el ámbito de la expresión literaria, cuando se seguían clichés dramáticos prefijados hasta que llegaron las etapas siguientes de desarrollo (por ejemplo: la aparición de la novela psicológica).

   Y si un mundo de ocultación y fingimiento es un mundo emocionalmente restringido, de acuerdo con unas reglas culturales prefijadas, ¿nos perjudica eso a la hora de buscar las posibilidades de la extrema confianza y la extrema cooperación? Parece claro que el aumento de la expresión emocional a través de la literatura e incluso a través de la ética religiosa (que funciona como una especie de psicoterapia de masas) está correlacionado con el proceso civilizatorio, ya que supone un desarrollo de la empatía y, en consecuencia, un desarrollo de los comportamientos que favorecen la confianza.

Tenemos pruebas de que hay más expresiones faciales diferentes que las palabras que existen en la lengua para nombrar una emoción cualquiera.  El rostro ofrece un mapa de señales sutiles y de matices que el lenguaje no ha podido trazar en palabras únicas. 

 Por lo tanto, mientras que el mundo de las "reglas de exhibición" sociales es el resultado de condicionamientos contingentes propios de una cultura determinada (los ejemplos que se han dado de educar desde la infancia para reprimir ciertas emociones), siempre buscando evitar las situaciones inesperadas, un mundo de expresividad emocional no restringido dependería de esa capacidad innata que nos es en buena parte desconocida, hasta el punto de que no hemos sido capaces de poner nombre a todas sus posibilidades. Un mundo sin mentirosos no sería, por tanto, un mundo sin poesía, ni creatividad, ni complejidad, sino que, muy al contrario, al dar rienda suelta a la espontaneidad del lenguaje emocional no restringido poblaría la vida social de experiencias más profundas.

Hay un sector del cerebro especializado en el reconocimiento de los rostros

El rostro (…) está directamente conectado con zonas del cerebro vinculadas a las emociones, en tanto que no sucede lo propio con las palabras. Cuando se suscita una emoción, hay músculos del rostro que se activan involuntariamente; sólo mediante el hábito o por propia decisión consciente aprende la gente a detener tales expresiones y a ocultarlas, con éxito variable.

  Podemos pensar que la capacidad para detectar mentiras es una gran suerte, y sin embargo, suele suceder que los desconfiados lo son como consecuencia de las desgracias experimentadas.

Los niños que han sido objeto de malos tratos y que viven en un entorno institucional detectan las mentiras a partir de la actitud mejor que otros niños.

  Igualmente, la incapacidad para detectar mentiras, y el autoengaño, que nos parecen inconvenientes graves, en la realidad, son síntomas de una mejor adaptación social.

Por regla general preferimos no pillar a los mentirosos porque, a pesar de los posibles costes, una actitud de confianza enriquece más la vida que una actitud suspicaz. Dudar permanentemente, hacer falsas acusaciones, no sólo es desagradable para quien duda sino que también reduce mucho las oportunidades de tener intimidad con la pareja, con los amigos, con los compañeros de trabajo. ()Si colaboramos con la mentira casi siempre salimos mejor parados a corto plazo aunque las consecuencias a largo plazo puedan ser mucho peores.

  Así pues, una educación para la desconfianza puede sernos muy útil… para sobrevivir en un mundo basado en el permanente conflicto, pero es del todo contraproducente si nuestro objetivo de vida en comunidad tiene que ver con la extensión, hasta el mayor grado posible, de las relaciones de confianza y cooperación.

  Supongamos ahora que aspiramos a una meta opuesta a la desconfianza por las razones ya dichas de fomentar la cooperación (que se vincula a la confianza), ¿es posible aprender a revelar las emociones en lugar de a ocultarlas?, ¿es posible aprender a confiar en lugar de a desconfiar?

  Hay ciertas enseñanzas al respecto que resultan de lo más curiosas.

La técnica de Stanislavski vuelve a los actores diestros en el recuerdo y reaviva las emociones, técnica que los actores practican a fin de utilizar sus recuerdos sensoriales cuando les toca representar un papel en particular. (…)La técnica de la actuación de Stanislavski le enseña al actor a mostrar una emoción precisa aprendiendo a recordarla y darle vida

   La capacidad de llevar a cabo actuaciones nos permitiría explotar nuestras emociones inhibidas a partir de una elección racional, rechazando las emociones socialmente prefijadas, siempre con el fin prosocial de hacer florecer emociones positivas (las que promueven la confianza) que nos hayan podido parecer hasta entonces inaccesibles o impracticables, ya que las consecuencias de la actuación pueden ser cambios permanentes para las pautas de comportamiento del que actúa:

Un mentiroso puede llegar a creer en su propia mentira con el correr del tiempo; en tal caso, dejaría de ser un mentiroso

  Es decir, que incluso nuestro comportamiento espontáneo podría mejorar mediante la interiorización de determinadas actuaciones de entre el riquísimo repertorio que nos ofrece nuestra capacidad innata. De la misma forma que el mentiroso se cree sus propias mentiras, el creyente en un ideal ético –de conducta también puede acabar por interiorizarlo. Igualmente, si no inhibimos nuestras conductas instintivas antisociales (porque la agresividad, por ejemplo, es innata, en algunos individuos es más viva que en otros) al revelarse éstas al entorno próximo, podemos contar con que será más fácilmente corregida que si las mantenemos ocultas. Todo esto nos debería sonar un poco, porque forma parte de las estrategias psicológicas de muchas religiones… y también de las de muchos manuales de psicoterapia. Tampoco es muy diferente de otras técnicas de conducta prosocial, como el consumo de la literatura de ficción (tan relacionada, parece ser, con la extensión de una cultura humanista e ilustrada).

     Éste no es, claro está, el contenido central del libro del profesor Ekman (una entretenida relación de experiencias con respecto a la detección de la mentira) pero sí es  la conclusión que se deriva de sus observaciones del comportamiento humano.

La mayor parte de los sujetos no son capaces de mover de forma voluntaria los músculos específicos necesarios para simular con realismo una falsa congoja o un falso temor. El enojo y la repulsión no vivenciados pueden desplegarse con algo más de facilidad, aunque se cometen frecuentes equivocaciones. Si la mentira exige falsear una emoción negativa en lugar de una sonrisa, el mentiroso puede verse en aprietos.

   Lo que faltaría sería el desarrollo de este tipo de técnicas no tanto para detectar mentiras por parte de policías o abogados, sino para profundizar en las relaciones humanas de confianza (las relaciones prosociales) mediante el enriquecimiento de la expresividad emocional de la misma manera que se hizo en otros tiempos al desarrollar reglas de urbanidad y etiqueta, como forma de apaciguamiento en las relaciones de proximidad (prevención de la agresividad).

  Por ejemplo:

El denominador común de la mayoría de las sonrisas es el cambio que produce en el semblante el músculo cigomático mayor, que une los malares con las comisuras de los labios, cruzando cada lado del rostro. Al contraerse, el cigomático mayor tira de la comisura hacia arriba en dirección al malar, formando un ángulo.  (…)La acción conjunta de algunos otros músculos y del cigomático mayor da lugar a los diferentes miembros de la familia de las sonrisas; (…)la sonrisa auténtica expresa todas las experiencias emocionales positivas (…) en la sonrisa auténtica no participa ningún otro músculo de la parte inferior del rostro

En una expresión facial asimétrica se ven las mismas acciones en ambos lados de la cara, pero son más intensas o marcadas en un lado que en el otro. No debe confundírsela con una expresión facial unilateral, que sólo aparece en un lado; las expresiones faciales unilaterales no son signos de emoción, salvo las expresiones de desdén en las que se alza el labio superior o se aprieta la comisura del labio en un solo extremo. Las expresiones unilaterales se emplean en emblemas tales como el guiño o la elevación de una sola ceja como muestra de escepticismo. Las expresiones asimétricas son más sutiles, mucho más frecuentes e interesantes que las unilaterales.

   Este tipo de contenidos no se refiere a pequeñeces. Como ya hemos visto, se trata de capacidades comunicativas innatas controladas por zonas específicas del cerebro humano. Las expresiones faciales son universales, las mismas en cualquier cultura, se trata de un lenguaje universal y, en consecuencia, la gran mayoría sabemos reconocerlas instintivamente...… pero no sabemos ponerles nombre, clasificarlas, y en consecuencia evaluarlas ética y socialmente. Detectamos un gesto hostil o una expresión dolida, pero al carecer de una formación humanista al respecto dudamos en su identificación,infravaloramos su trascendencia y con ello restringimos nuestra reacción.

   Una educación en la comunicación no-verbal podría tener parecida trascendencia a la que tuvo la educación de "urbanidad" en siglos pasados, o la que tuvo la profundización psicológica propia de la literatura moderna. Sin duda que los sentimientos compasivos que despertaban los personajes de Dickens en el siglo XIX no eran desconocidos en el siglo VII, pero llevó siglos el que fuesen reconocidos, evaluados y clasificados a fin de que se los promoviera como modelos de conducta prosocial.

  No sería tan importante el aprender a detectar mentiras como el aprender a vivir sin necesidad de ellas mediante la interiorización de pautas de conducta social, verbales y no verbales de acuerdo con principios éticos que faciliten la extrema confianza. El desarrollo de la expresividad emocional conllevaría, inevitablemente, la capacitación para el reconocimiento de todo ese complejísimo mundo innato de la vida emocional comunicable... lo que tal vez incluiría también el detectar a los mentirosos de inmediato, pero ya no como secuela de haber sido educados en un entorno de desconfianza (probablemente podríamos anticipar la misma disposición individual a mentir, o los mismos estados emocionales que nos pondrían en la situación que llevase a mentir).

   En un mundo así, la detección del mentiroso ya no tendría las consecuencias simples que tiene ahora, ya que al mentiroso se le vería menos como infractor de unas reglas convencionales y más como víctima de un desequilibrio antisocial que le dificulta vivir en relaciones de plena confianza. En un mundo sin mentiras, por el hecho de hacerse imposible el ocultamiento también sería difícil el que se diesen situaciones angustiosas que empujasen a mentir.

lunes, 14 de abril de 2014

"Por qué fracasan los países", 2012. Acemoglu y Robinson

  Los economistas Daron Acemoglu y James Robinson han escrito un libro más de entre los varios que intentan  explicar el extraño fenómeno de la pobreza humana. Se trata de un fenómeno sin duda extraño porque hace mucho que los seres humanos poseemos la tecnología capaz de proporcionarnos, cuando menos, y con solo unas pocas horas de trabajo al día, una vida lo suficientemente confortable en lo que se refiere a la obtención de alimento, cobijo, cuidados médicos y acceso a la educación. En lugar de eso, buena parte de la población mundial sigue viviendo en la precariedad, y casi todos los demás nos encontramos amenazados por la incertidumbre de unirnos a su desgracia en cualquier momento.

  En algunos países, la precariedad es mucho menor que en otros. Se supone que eso se debe a que en esos países la gente se organiza mejor.

Son la política y las instituciones políticas las que determinan las instituciones económicas que tiene un país. 

La tesis central de este libro es que el desarrollo y la prosperidad económicos están asociados con instituciones económicas y políticas inclusivas, mientras que las instituciones extractivas normalmente conducen al estancamiento y la pobreza

  ¿Qué son las "instituciones políticas inclusivas" y las "instituciones políticas extractivas"?

Denominaremos instituciones políticas inclusivas a aquellas que están suficientemente centralizadas y que son pluralistas. Cuando falle alguna de estas condiciones, nos referiremos a ellas como instituciones políticas extractivas.

Para ser inclusivas, las instituciones económicas deben ofrecer seguridad de la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial y servicios públicos que proporcionen igualdad de condiciones en los que las personas puedan realizar intercambios y firmar contratos; además de permitir la entrada de nuevas empresas y dejar que cada persona elija la profesión a la que se quiere dedicar. (…) Las instituciones económicas inclusivas implican la existencia de derechos de propiedad seguros y oportunidades económicas no solamente para la élite, sino también para la mayor parte de la sociedad.

  Los autores pretenden combatir la posición comúnmente aceptada de que la diferencia entre países ricos y pobres se encuentra en “la cultura”, es decir, en los particulares hábitos de convivencia que son  interiorizados por cada individuo dentro de un entorno social determinado (naciones, clase social, comunidad religiosa…). La teoría “de la cultura” es bastante antigua, surge hacia el siglo XVIII, pero su propagandista estrella fue Max Weber, que a principios del siglo XX identificó el progreso de las sociedades industriales con la expansión de la religión protestante.

Max Weber defendía que la Reforma protestante y la ética protestante que estimuló tuvieron un papel clave a la hora de facilitar el ascenso de la sociedad industrial moderna en la Europa occidental. La hipótesis de la cultura ya no se basa solamente en la religión, sino que destaca también otros tipos de creencias, valores y ética.

   Hay que decir que Weber no se hubiera opuesto a la distinción entre instituciones “extractivas” e “inclusivas”, pero que habría atribuido el origen de las instituciones más eficaces a la ética protestante. Es decir, habría afirmado que ese tipo de instituciones son las que acaban surgiendo en países donde se ha extendido previamente la ética protestante. Pero no es ése el punto de vista de los autores de este libro.

Hasta qué punto la gente confía en los demás o es capaz de cooperar, es importante, pero sobre todo lo son los resultados de las instituciones, no se trata de una causa independiente.

La Europa occidental del siglo XV en sí era resultado de un proceso contingente de deriva institucional marcado por coyunturas críticas, y nada de esto había sido inevitable. Las potencias europeas occidentales no podrían haber logrado ventaja y haber conquistado el mundo sin varios puntos de inflexión históricos. Éstos incluían el camino específico que tomó el feudalismo, sustituyendo la esclavitud y el poder debilitador de los monarcas en el proceso; el hecho de que siglos después del cambio del primer milenio en Europa fueran testigos del desarrollo de ciudades independientes y comercialmente autónomas; de que los monarcas europeos no estuvieran tan amenazados y, en consecuencia, no intentaran desalentar el comercio extranjero como hicieron los emperadores chinos durante la dinastía Ming, y la llegada de la peste negra, que hizo temblar los cimientos del orden feudal. 

  Ésta es la tesis del libro: hacia el siglo XV se consolidarían los cambios institucionales en Europa Occidental  (centralización del Estado, más pluralismo político y fomento de cierta libertad y seguridad) que acabarían llevando al desarrollo industrial. Y todo esto vendría a ser “contingente”, es decir, que se habría producido por una acumulación de circunstancias históricas casuales, nada que ver con un supuesto desarrollo acumulativo de las costumbres a partir de una transformación religiosa (la transformación atribuida al cristianismo, luego refinado en el cristianismo “más puro” que representaría el protestantismo).

En Inglaterra aparecieron las instituciones inclusivas a partir de la interacción entre la coyuntura crítica creada por el comercio atlántico y la naturaleza de las instituciones inglesas preexistentes.

    Los autores pretenden demostrar su teoría recurriendo, entre otros ejemplos, al del reciente éxito económico de las naciones de Asia Oriental: no son cristianos, no tienen nuestras costumbres, y sin embargo han prosperado enormemente en la época actual.

Si miramos más hacia el este, veremos que ninguno de los éxitos económicos del este de Asia tiene nada que ver con ningún tipo de religión cristiana, así que no hay muchos argumentos que apoyen la existencia de una relación especial entre el protestantismo y el éxito económico en este aspecto.

   Lo que da pie a los siguientes comentarios:

Las actitudes culturales, que, en general, tardan mucho en cambiar, es poco probable que puedan explicar por sí solas el milagroso desarrollo del este de Asia y China. 

Muchos creyeron también una vez que la cultura china y los valores del confucianismo eran perjudiciales para el desarrollo económico, aunque ahora la importancia de la ética de trabajo china como motor del crecimiento en China, Hong Kong y Singapur se pregona a los cuatro vientos.

  Lo que, según Acemoglu y Robinson, se habría dado en estos países sería un cambio de instituciones como resultado de unas contingencias históricas. La principal de ellas, la de que China y Japón se vieran forzados, por la amenaza de intervención militar de las potencias imperialistas del siglo XIX, a cambiar sus instituciones políticas y económicas.

  Para el origen de la misma prosperidad económica de Occidente, también se encuentra una explicación contingente:

La enorme escasez de mano de obra que originó la peste negra de 1346 sacudió violentamente los cimientos del orden feudal. Animó a los campesinos a exigir que cambiaran las cosas. (…)Los campesinos empezaron a liberarse de los trabajos obligatorios y de las muchas obligaciones que tenían con sus señores. Los sueldos empezaron a aumentar.

No ocurrió lo mismo en Europa oriental. Tras la plaga, los terratenientes de la parte oriental empezaron a adueñarse de grandes extensiones de tierra para ampliar sus posesiones, que ya eran más grandes que las de Europa occidental. Las ciudades eran más débiles y estaban menos pobladas y los trabajadores, en lugar de llegar a ser más libres, empezaron a ver atacadas las libertades que ya tenían

La peste negra es un ejemplo claro de una coyuntura crítica, un gran acontecimiento o una confluencia de factores que trastorna el equilibrio económico o político existente en la sociedad. 

  Así que éste sería el origen de un mayor pluralismo en Occidente: la peste negra

En 1346 había pocas diferencias entre Europa occidental y oriental en lo referente a instituciones políticas y económicas, en el año 1600 eran dos mundos distintos

Las diferencias institucionales más importantes que aparecieron tras la peste negra crearon el trasfondo en el que se producirían las divergencias más significativas entre Oriente y Occidente durante los siglos XVII, XVIII y XIX.

  En Inglaterra, además, se habría sumado otro factor

A partir de 1492, la Corona española tenía un vasto imperio americano y se beneficiaba intensamente del oro y la plata que encontraba allí. En Inglaterra, la situación era distinta. Isabel I era mucho menos independiente desde el punto de vista financiero, así que tenía que pedir al Parlamento que recaudara más impuestos. A cambio, el Parlamento exigía concesiones
 
  El problema para esta teoría es que los mismos autores se contradicen en sus argumentaciones al respecto:

Tanto el poder político de los barones como la influencia de la Carta Magna perduraron. Inglaterra había dado su primer paso vacilante hacia el pluralismo. (…) El primer Parlamento electo en el año 1265 limitó aún más el poder de la monarquía.

  Estamos, por tanto, ante acontecimientos institucionales de envergadura que tuvieron lugar en Inglaterra antes de 1346…

  Además, la explicación no es nada convincente debido a que explica poca cosa…

Como en el año 1346, los campesinos de Europa occidental tenían más poder y autonomía que en Europa oriental, la peste negra condujo a la disolución del feudalismo en la parte occidental y a la Segunda Servidumbre en la oriental. 

  Habría que explicar entonces por qué los campesinos de Europa occidental tenían más poder y autonomía a la hora de afrontar lo que los autores llaman una “coyuntura crítica”.

 Y, por otra parte, se hace una lectura de los acontecimientos históricos que parece poco profunda:

El papel de la contingencia puede ilustrarse a través de los orígenes de las instituciones políticas inclusivas de Inglaterra (…)El monarca español, Felipe II, envió una flota potente, la armada española (…)Sin aquella improbable victoria inglesa, los acontecimientos que habrían creado la coyuntura crítica transformadora y que generaron las instituciones políticas distintivamente plurales del período posterior a 1688, Inglaterra nunca se habría puesto en movimiento. 

  La “Spanish Armada” es poco probable que hubiera cambiado mucho la historia de Gran Bretaña. De haber desembarcado en Inglaterra y haber conquistado Londres, los invasores hubieran podido conseguir, a lo más, una vuelta temporal de los británicos al catolicismo, de la misma manera que la Restauración después de Cromwell consiguió una vuelta temporal al absolutismo. Pero difícilmente eso hubiera cambiado la cultura de los británicos, más pluralista y psicológicamente compleja. No hay más que comparar las obras de Shakespeare con las de Lope de Vega para comprender que estas diferencias no iban a desaparecer por un mero cambio dinástico. Igual que la Carta Magna no necesitó de la peste negra, tampoco el protestantismo británico necesitó de la victoria naval de 1588

  En cuanto al éxito económico actual de los paganos de Asia Oriental, que supuestamente pondría en cuestión la influencia acumulativa del cambio cultural (evidenciado por el cambio gradual de las instituciones políticas), es cierto que el confucionismo, tal como se vivió en China durante muchos siglos (una ideología autoritaria, paternalista y conservadora), no implicaba creencias humanistas, pluralistas e igualitarias, pero cuando en el siglo XIX los imperialistas occidentales fuerzan a China y a Japón a abrirse al comercio exterior también los fuerzan a abrirse a la ideología cristiana a la manera de Europa Occidental (la ideología de los triunfadores) y el cristianismo sí surgió en las clases populares, ponía en cuestión las tradiciones, predicaba la igualdad de las almas ante Dios, y era compasivo y racional… elementos ideológicos que fueron los ejes del proceso acumulativo que acabaría llevando, entre otras cosas, a la desaparición de la esclavitud y a una mayor libertad de las ciudades en la Edad Media.

   Y, con todo, ciertas características de la preexistente cultura propia de Asia Oriental les permitió a estas naciones adaptarse mejor a la ideología extranjera que otras (el confucionismo también es compasivo y racional, aunque no predica la igualdad, ni pone en cuestión las tradiciones, y surgió de la élite).

   Se puede objetar de forma parecida a las otras presuntas pruebas de la no influencia cultural o religiosa

Francia, país predominantemente católico, copió rápidamente los resultados económicos de los holandeses y los ingleses en el siglo XIX e Italia es tan próspera como cualquiera de esos países hoy en día. 

  Francia, país católico, no protestante… pero cristiano… y republicano, condiciones que, como el confucionismo chino, favorecieron la absorción no solo de las instituciones de los países protestantes, sino también de su cultura. El republicanismo francés, originado en la Ilustración, es una consecuencia indirecta de las guerras religiosas en Francia. En cuanto a Italia, hay pocas dudas de que, de no ser por su proximidad geográfica a los países de Europa noroccidental, que tanto le ha influido culturalmente, su sistema institucional no habría dado mejores resultados que los de Latinoamérica.

 Hemos de tener en cuenta, por lo demás, que el protestantismo no es más que la consecuencia final de un proceso de evolución cultural acumulativa. La derrota militar de los protestantes en Francia forzó a quienes defendían ideales más pluralistas y humanistas a tomar caminos alternativos con otras denominaciones, como el jansenismo (una corriente de la teología católica) y finalmente el pensamiento Ilustrado que llevaría a la revolución republicana.

Quizá el legado cultural europeo superior sea la base de la prosperidad (y el último refugio de la hipótesis de la cultura). Sin embargo, esta versión de la hipótesis de la cultura tiene tan poco potencial explicativo como las demás. La mayor parte de la población argentina y uruguaya, en comparación con la canadiense y estadounidense, es de ascendencia europea, pero el resultado económico de Argentina y Uruguay deja bastante que desear. Japón y Singapur nunca tuvieron más que unos pocos habitantes de ascendencia europea y, no obstante, son países tan prósperos como muchas partes de Europa occidental.

  El resultado económico de Argentina y Uruguay deja bastante que desear… según con quien se les compare. Se trata de las naciones más prósperas y desarrolladas de Latinoamérica, que en sus buenos tiempos alcanzaron un nivel de bienestar económico bastante por encima del de los países de la Europa del Sur (y hoy siguen sin estar demasiado por debajo de estos).

 Es significativo y sorprendente, por lo demás, que los autores no mencionan para nada los cambios institucionales en Holanda, que sin duda están en el origen de muchos cambios que tuvieron lugar en Gran Bretaña. El capitalismo y la economía moderna así como las tradiciones pluralistas tienen su origen en Flandes, y no en Inglaterra. Y no podemos concebir la sociedad de los Países Bajos sin su protestantismo y su apertura al comercio internacional mediante la navegación.

  De todas formas, los autores vuelven a contradecirse cuando argumentan que

las normas sociales, que están relacionadas con la cultura, importan y pueden ser difíciles de cambiar y, en ocasiones, apoyan diferencias institucionales, la explicación de este libro de la desigualdad mundial. 

    En lo demás, las opiniones de los autores acerca de lo inclusivo y lo extractivo, la “destrucción creativa” (cómo las nuevas tecnologías destruyen organizaciones económicas menos avanzadas), así como las tendencias que se ponen en marcha a partir de tales instituciones (círculos virtuosos y viciosos) son de gran valor, e incluyen anécdotas poco conocidas, como la supervivencia de una cierta paz social en Botsuana, una pobre nación africana que, por razones geográficas y un poco de suerte, logró escapar de las atrocidades del esclavismo y el colonialismo.

Su interacción con la coyuntura crítica que creó la independencia del control colonial sentó las bases para el éxito político y económico de Botsuana. Es otro caso que demuestra la importancia que tienen las pequeñas diferencias históricas.

  Desde luego, nadie puede negar la importancia, en algunos casos, de ciertas "pequeñas diferencias históricas". Si Hitler hubiera ganado su guerra o si Lenin hubiera logrado apoderarse de Polonia en 1920 esto hubiera influido en gran medida en la visión del mundo de millones y millones de personas… pero el fracaso de las ideologías totalitarias hubiera llegado igualmente por el proceso acumulativo de cambio cultural que comenzó con el cristianismo.

  El determinismo cultural contrasta con el relativo determinismo institucional que proponen los autores de este libro (ellos niegan ser deterministas en el sentido de que hacen depender los hechos históricos de contingencias en buena parte fruto del azar), pero aunque los efectos suelen tener múltiples causas, tarde o temprano hay que elegir una teoría a la hora de tomar decisiones sobre qué acciones hoy podrían ayudar –aunque la determinación exacta sea imposible- a obtener los mejores resultados… ¿promover cambios culturales (educación e ideología), o promover cambios institucionales (política)?

  Las hipótesis de los autores acerca de la importancia de la peste negra en 1346 o del fracaso de la Armada Invencible resultan poco creíbles, y otros juicios y posicionamientos son también sorprendentes:

Fue la transición de república a principado y, después, el imperio puro, lo que sentó las bases para el declive de Roma.(…) Los orígenes del declive se remontan, como mínimo, a la toma del poder por Augusto, que puso en marcha cambios que hicieron que las instituciones políticas fueran mucho más extractivas.

  Si consideramos que con Augusto se inicia el período de “Pax Romana” que duraría tres siglos, resulta chocante que se hable del “declive de Roma” tras el fin de la República, la cual habría apenas durado cien años (con numerosas interrupciones dictatoriales y guerras civiles) desde el período de triunfo de las guerras púnicas (que es el momento a partir del cual Roma se hace destacar en el concierto histórico de la época).

  Pero el tema más grave es el de la China de hoy en día: es cuestión de unos pocos años que un régimen político totalitario se convierta en la primera potencia económica mundial.

China, bajo el control del Partido Comunista, es otro ejemplo de sociedad que experimenta un crecimiento bajo instituciones extractivas y es igualmente improbable que genere un desarrollo sostenido a menos que emprenda una transformación política fundamental hacia instituciones políticas inclusivas.

  La Unión Soviética vivió esa transformación hacia instituciones políticas inclusivas… pero eso no los llevó a una situación de mayor prosperidad económica, sino a una situación de caos y precariedad que todavía persiste. Los dirigentes chinos lo saben, y el pueblo chino lo sabe también. Es cierto que España, Corea del Sur y Chile evolucionaron de sociedades autoritarias económicamente en crecimiento a sociedades pluralistas… pero ¿se debió ello a un determinismo de tipo económico, o se debió más bien a que se trataba de naciones sin poder político a nivel internacional que se vieron influidas por el conjunto de naciones pluralistas de quienes dependían? Si España abandonó el franquismo fue por incorporarse a la pluralista Europa, la sociedad de Corea del Sur quería parecerse a la de Japón y Estados Unidos, y Chile tampoco podía sustraerse a la oleada democratizadora en la Latinoamérica de los años noventa. Pero ¿y la China actual? Ellos no dependen de nadie y no quieren que les suceda lo que le sucedió a la Unión Soviética…

   Si medimos el progreso humano en términos de resultados meramente económicos es muy probable que nos equivoquemos y obtengamos resultados opuestos a los que nos planteamos en un principio… No se llegó al pluralismo y a la seguridad jurídica en la búsqueda de la prosperidad económica, sino que la prosperidad económica fue consecuencia de un proceso cultural acumulativo de tipo humanista.

  Los autores reconocen que para que el pluralismo triunfe los poderosos han de verse perjudicados:

los grupos poderosos suelen oponer resistencia al poder económico y a los motores de prosperidad. El crecimiento económico no es solamente un proceso de más y mejores máquinas, y de más y mejores personas con estudios, sino que también es un proceso transformador y desestabilizador asociado con una destrucción creativa generalizada. (…)Si los grupos que se oponen al crecimiento son los ganadores, pueden bloquear con éxito el desarrollo económico y la economía se estancará.

¿Estarían estas élites interesadas en cambiar las instituciones políticas para hacerlas más pluralistas? (…) La única forma de cambiar estas instituciones políticas es obligar a las élites a crear instituciones más plurales.

  ¿Y cómo pueden ser doblegados los poderosos, las élites, si estos se encuentran en la situación más privilegiada para resistir? Roma aplastó a Espartaco sin grandes problemas y los grandes propietarios de las Antillas en el siglo XVIII no tuvieron problema tampoco para enriquecerse con el sufrimiento de los africanos esclavizados. Es falso que la esclavitud fuese económicamente improductiva o institucionalmente inviable.

Durante la reducción de la población rural al estatus de siervos, la esclavitud desapareció de Europa. Las élites podían reducir toda la población rural a la condición de siervo, por lo que no parecía necesario tener una clase distinta de esclavos como la que habían tenido sociedades anteriores. 

  Absurdo. ¿Por qué prescindir de la esclavitud a cambio de la servidumbre? ¿Por qué no combinar diversas modalidades de esclavitud, según sean las necesidades económicas del momento? Hitler y Stalin demostraron que en el siglo XX la esclavitud más atroz puede ser económicamente productiva para las élites en el poder. Y todas las antiguas sociedades esclavistas complejas admitían diversas condiciones de esclavitud. Solo algunas quedaban prohibidas… por ser objeto de execración social, por motivos culturales, no por motivos económicos.

La lógica del círculo virtuoso procede, en parte, del hecho de que las instituciones inclusivas se basan en límites que se ponen al ejercicio del poder y en una distribución pluralista del poder político en la sociedad, consagrada en el Estado de derecho. La capacidad de un subconjunto de imponer su voluntad a los demás sin ningún límite, aunque esos otros sean ciudadanos ordinarios, amenaza precisamente ese equilibrio. Si se suspendía temporalmente en el caso de una protesta de los campesinos contra las élites que usurpaban sus tierras comunales, ¿qué garantizaría que no se volviera a suspender? 

  En la conflictividad social, nunca hay garantías de nada. Si los burgueses buscaron que se dieran libertades al pueblo buscando garantizar que los aristócratas no les arrebatasen a ellos sus propiedades (subconjuntos en conflicto), tampoco podían tener garantía alguna de que el pueblo, ganando peso político, no acabase arrebatándoselas también. El “círculo virtuoso” no funciona en ese sentido porque todo subgrupo social quiere proteger sus intereses no solo contra un solo subgrupo opuesto, sino contra todos a la vez, y eso no hace viable las alianzas a largo plazo.

  En lugar de un círculo virtuoso institucional, de lo que se trata más bien es de una “pendiente resbaladiza” cultural. El señor romano que se volvía cristiano no dejaba por eso de tener esclavos (de hecho, el Nuevo Testamento aprueba la esclavitud), por lo que no tenía por qué promover un cambio institucional… pero psicológicamente su posición superior quedaba socavada por la aceptación del hecho de que el esclavo posee, como él, un alma inmortal que la divinidad valora tanto como la de su amo (¡o incluso más!)… y aquí sí se produce un cambio cultural. Un cambio cultural acumulativo e imparable que llevaría de la esclavitud a la servidumbre, de la servidumbre al absolutismo estatal (que protege de los abusos feudales), y del absolutismo estatal al pluralismo… Las consecuencias económicas de esta “pendiente resbaladiza” cultural han sido una creciente prosperidad, pero la búsqueda de la prosperidad por parte de aquellos que detentan el poder político no lleva necesariamente la misma dirección que la evolución cultural.

lunes, 7 de abril de 2014

“Sexo y temperamento”, 1935. Margaret Mead

  En este clásico ensayo, cuyo título completo es “Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas”, Margaret Mead se convierte en portavoz de una cierta escuela de la antropología, capitaneada por su maestro Franz Boas, que se ha dado en llamar “relativismo cultural”.

La naturaleza humana es maleable hasta extremos casi increíbles.

Cada pueblo difiere en su elaboración cultural, elige algunas guías e ignora otras.

Muchos, si no todos, de los rasgos de personalidad que llamamos femeninos o masculinos se hallan tan débilmente unidos al sexo como lo está la vestimenta.

   Éste es también el punto de vista de "la tabla rasa" (una idea muy antigua, aireada por el filósofo inglés John Locke en el siglo XVII): todos los seres humanos nacemos iguales y es nuestro entorno el que, sobre todo mediante la educación, puede hacer de nosotros un determinado tipo de ser social caracterizado por determinadas pautas de comportamiento (lo que incluye elementos como la personalidad “femenina” o “masculina”).

   Estas semejanzas de comportamiento, agrupadas por sociedades, serían las que dan lugar a una determinada “cultura”. Margaret Mead viajó a Nueva Guinea para encontrar allí tres sociedades primitivas de cazadores-recolectores (que también se dedicaban a la agricultura de subsistencia y a la artesanía) las cuales, supuestamente, serían representativas de la maleabilidad de la naturaleza humana, pues el comportamiento de las personas que integraban cada una de ellas pareció a los investigadores por completo diferente con respecto al de las otras dos, a pesar de vivir en entornos muy parecidos, y no muy distantes unos de otros.
 
  Tal como resume Helen Fisher en su prólogo al libro: ”Los hombres arapesh eran femeninos y antimasculinos; los hombres y mujeres mundugumor eran masculinos, viriles y agresivos; las mujeres tchambuli eran el miembro dominante, impersonal y responsable de la pareja.

Hombres y mujeres arapesh y mundugumor poseen, idealmente, la misma personalidad social, mientras que en Tchambuli sus personalidades se oponen y complementan.

   ¿Cómo podría configurarse la mecánica de semejantes transformaciones de modo que diera lugar a culturas tan diferentes unas de otras?

Si existen diferencias temperamentales definidas entre los seres humanos (…) sobre una base hereditaria (…) estas diferencias son las guías sobre las cuales trabaja la cultura.

Cada cultura simple y homogénea puede aceptar solo unas pocas de las variadas dotes humanas y castigar o rechazar otras.

Una cultura puede tomar sus guías de varios temperamentos, en vez de hacerlo de uno solo. (…) Puede aislar cada tipo, haciéndolo la base de una personalidad social, aprobada para un grupo de la misma edad, sexo, casta u ocupación.

Las diferencias que existen entre los miembros de diferentes culturas pueden apoyarse casi enteramente en las diferencias de condicionamiento, especialmente durante la primera infancia

  Margaret Mead se fija especialmente en las diferencias de temperamento entre hombres y mujeres, y en cómo la sociedad, mediante el condicionamiento durante la primera infancia, supuestamente asignaría tales diferencias a cada uno de los sexos por mera convención.

Nos ocuparemos de la estructuración de la conducta sexual desde el punto de vista del temperamento.

Los temperamentos que consideramos innatos en un sexo, podrían ser, en cambio, meras variaciones del temperamento humano, a las cuales pueden aproximarse por su educación, con menor o mayor éxito según el individuo, los miembros de uno o de los dos sexos.

La valentía, el odio a cualquier debilidad o a la cobardía ante el dolor o el peligro: estas actitudes constituyen poderosos componentes de algunos temperamentos humanos que se han elegido como modelo de la conducta masculina.

Cada individuo será educado para aproximarse a esa definida personalidad del sexo; si es un niño, para suprimir el temor; si es una niña, para mostrarlo.

   Es decir, que no existirían rasgos de personalidad “femeninos” o “masculinos” innatos

Yo compartía la creencia general en nuestra sociedad de que había un temperamento natural correspondiente a cada sexo (…) No sospechaba que los temperamentos que consideramos innatos en un sexo, podrían ser, en cambio, meras variaciones del temperamento humano, a las cuales pueden aproximarse por su educación, con menor o mayor éxito según el individuo, los miembros de uno o de los dos sexos.

  Este supuesto descubrimiento de Margaret Mead y otros antropólogos de su época tendría una extraordinaria trascendencia para la generación siguiente de mujeres intelectuales, sobre todo para el movimiento feminista: la mujer no puede ser asignada a unas determinadas funciones sociales (en general, las más desfavorecidas) en base a su naturaleza porque no existiría ninguna naturaleza psicológica femenina. Se negó, por ejemplo, que la agresividad fuese mayor por naturaleza en el hombre que en la mujer e incluso que existiera “instinto maternal” alguno.

No es posible a la luz de los hechos, relacionar con el sexo rasgos como la pasividad o la agresividad.

La creencia de que las mujeres están naturalmente más interesadas en la paz es sin duda artificial, y forma parte de toda la mitología que considera a las mujeres más suaves que los hombres.

  Otras ideologías, aparte del feminismo, pueden obtener provecho de esta visión de la naturaleza humana.

La noción de que las personalidades de ambos sexos son producidas por la sociedad es favorable a todo programa que tienda a la planificación del orden social.

  Sin embargo, las conclusiones más extremas de textos como este interesantísimo relato parecen descartadas por las investigaciones modernas. Hoy es imposible refutar la evidencia de que la gran mayoría de las mujeres son menos agresivas que la gran mayoría de los hombres y que sienten una atracción instintiva por la maternidad. Por lo menos. Y solo esta conclusión ya es de extraordinaria importancia, puesto que la agresividad es el “problema humano” por antonomasia.

    En la sabiduría ancestral de pueblos como los arapesh y los mundugumor, esta cuestión no era menos importante que en el mundo contemporáneo (tanto en el de la civilización occidental de 1935, como en el de la actual), así que se decía que los “arapesh”, pacíficos, eran “femeninos” y los “mundugumor”, cortadores de cabezas, caníbales y todo lo violentos imaginable, eran “masculinos”.

  Para el lector actual, de una época en la que “lo femenino” parece cada vez más interesante y lo de cortar cabezas lo dejamos para determinado género de espectáculos de ficción, lo más instructivo es leer las impresiones de Margaret Mead acerca de cómo los “arapesh”, un pueblo que vivía no muy lejos de la costa, lograban ser relativamente –atención: solo relativamente- pacíficos.

Los arapesh han tipificado la personalidad tanto de hombres como de mujeres según un patrón que, de acuerdo con nuestro sesgo tradicional, describiríamos como maternal, femenino y antimasculino

Se modela al niño arapesh para que se convierta en un individuo tranquilo, amable, receptivo, plácido, fácil de contentar, pacífico y apocado.

El niño está siempre cerca de alguien que le atiende. (…) Un niño que llora es una tragedia que se debe evitar a toda costa.  (…) El niño aprende a amar y a confiar en todos los que encuentra. A todos llama hermano, tío o primo.

El niño queda preparado para contemplar el mundo como un lugar seguro. (…) El niño crece con una sensación de seguridad emocional.

A la menor señal de disputa entre los niños, interviene un adulto. (…) Los padres no aprueban las peleas entre los niños

En los juegos de los niños no se da nada que estimule la agresividad o el espíritu de competencia.

Entre los arapesh tener mal carácter es “no dar cosas a la gente”

Los arapesh no exigen a sus hombres y mujeres habilidades técnicas o condiciones brillantes, sino más bien emociones correctas y un carácter que encuentre en las actitudes cooperativas y benéficas su más perfecta expresión.

El arte militar es prácticamente desconocido entre los arapesh. No existe tradición de caza de cabezas, ni el sentimiento de que para ser valiente y varonil sea necesario matar.

  Todo esto es bastante modélico, aproximado a lo que recomienda la UNESCO hoy, y, además, se dice que tales pautas rigen para los dos sexos, que no habría personalidad temperamental diferenciada entre hombres y mujeres.

Los arapesh (…) no han aprovechado el contraste entre los sexos.

  Claro que, para el lector desconfiado, enseguida surgen dudas. Para empezar, si unos kilómetros más allá viven cortadores de cabezas caníbales ¿cómo es que los pacíficos “arapesh” no se vieron exterminados por ellos?

  Pero es que resulta que entre los “arapesh” también hay hombres agresivos a los que se otorga cierta función de liderazgo. Y resulta que entre los “arapesh” también se dan homicidios…

Durante los primeros años de la adolescencia, los adultos clasifican en los jóvenes las cualidades en potencia, que les permitirán ser algún día “grandes hombres”

Nadie quiere verdaderamente ser el líder o “gran hombre” (…) Es un papel que la sociedad fuerza a aceptar a algunos, en circunstancias especiales.

En una sociedad donde la norma es ser amable, cooperativo, desinteresado, donde nadie calcula cuánto le deben y cada hombre caza para que otro coma, se encuentran individuos especialmente entrenados para conducirse de la manera diametralmente opuesta que se espera de los “grandes hombres”

A un muchacho se le asigna una preparación especial: se le asigna un “socio para el intercambio” (…) una institución social que desarrolla la agresividad y estimula el raro espíritu de competencia (…) Deben insultarse mutuamente, preguntarse burlonamente (…) Es un entrenamiento para lograr la firmeza que un “gran hombre” debe poseer.

La sociedad otorga gran libertad a la violencia, pero no le da significado.

  Entonces llegamos a una serie de digresiones en el libro que nos parecen tan interesantes como sospechosas.

Los que más sufren entre los arapesh, los que encuentran su sistema social más incomprensible y extraño, son los hombres y mujeres violentos y agresivos.

  Uno piensa que quienes más sufrirían serían las víctimas pacíficas de estas personas excepcionalmente violentas y agresivas…

No creen en la perversidad de la naturaleza humana, ni en la necesidad de imponerle severas sujeciones y restricciones

  Algo se nos aclara al leer esta observación:

Es el espectáculo de personas amables y bienintencionadas, atrapadas en una red que no pueden deshacer porque carecen de elementos sancionados por su cultura para ello. (…) A falta de una pauta estructural confían en la creación de un estado emocional de tal beatitud y fragilidad que su existencia se ve continuamente amenazada por accidentes.

El sentimiento de pagar mal con mal es muy fuerte entre los arapesh

Los niños arapesh se sienten intolerablemente heridos en sus sentimientos por un golpe o una palabra dura

  Veamos las cosas que pasan:

Las aldeas chocan y disputan entre ellas, casi siempre a causa de las mujeres

Si alguien muere en un encuentro entre bandas de aldeas, se trata de negar por todos los medios que hubo intención de matar. 

  Con lo que se reconoce que también hay quien muere en las disputas entre aldeas de pacíficos "arapesh"...

En esta sociedad, ajena a la violencia, donde se supone a todos los hombres pacíficos y cooperativos, y sorprende aquel que no lo es, no existen sanciones para aplicar al hombre violento. Creen más en poder sujetar al que, estúpida y descuidadamente, provoca violencias.

  Entonces obtenemos conclusiones más realistas…

Han establecido categorías absolutas de amigo y enemigo (…) Se recurre obligatoriamente a la hechicería cuando se manifiesta la más leve expresión de hostilidad. 

En la vida adulta, cuando la hostilidad se hace evidente, se la expresa en forma desatinada, sin formas institucionales, sin control. No cuentan con una concepción de la naturaleza originaria según la cual el hombre es violento y debe ser apaciguado.

   ¿Cuál puede ser el error de los "arapesh"?  Margaret Mead no nos lo aclara, excepto que refleja que sí que se producen homicidios y peleas entre ellos. Y si tenemos en cuenta que se trata de pequeños poblados, el que los antropólogos, durante su breve estancia, pudieran atestiguarlo supone, estadísticamente, un nivel de violencia mucho más alto que en nuestra sociedad occidental (¿cuántos de nosotros hemos conocido asesinos, en persona?). Aunque no eduquen a sus niños para ser guerreros (nosotros tampoco lo hacemos) está claro que existe una naturaleza violenta, agresiva, que previenen como pueden, sin conseguir un éxito total (nosotros tampoco lo conseguimos).

  Los "arapesh" habrían descubierto cómo se controla la agresividad durante la primera infancia (eso que muchos creemos que es tan difícil) pero no habrían descubierto cómo se controla en la sociedad adulta, de ahí que surjan los “accidentes” mencionados (falta de prevención). Lo único que se les ocurre, en lugar de desarrollar una cultura pacífica para los adultos (para lo cual quizá hubieran necesitado una ideología, un cierto desarrollo intelectual), es predisponer solo a algunos individuos, desde la infancia, para desarrollar actitudes agresivas para el bien común (la tarea de los “grandes hombres”). Ese sistema es perjudicial incluso para los mismos “grandes hombres”, cuyos supuestos privilegios chocan con la actitud general de la población.

El niño arrogante y ambicioso pasará por uno que está dispuesto a ejercer el mando. (…) Puede llegar a ser un “gran hombre” antes que la comunidad advierta que sus gritos y furores son genuinos, y no una buena representación.

El patrón joven ideal en una escala jerárquica (…) [es] violento, posesivo, arbitrario, dictatorial, positiva y agresivamente sexual. Entre los arapesh, constituía una figura patética.

   Los "arapesh" no se habrían dado cuenta de que, para preservar la paz, era preciso crear un condicionamiento social que excluyera toda forma de violencia y no solo algunas de sus manifestaciones. Es decir, prescindir también de los “grandes hombres” y de las peleas entre aldeas por las mujeres. Pero eso hubiera exigido una “pedagogía para los adultos”: exigiría una paz universal y una filosofía de vida que proporcionase gratificaciones emocionales compensatorias y plenas también para los temperamentos agresivos. La cultura "arapesh" no es tan rica, y el entorno de Nueva Guinea (las otras tribus) tampoco lo permite: los cazadores de cabezas rondan, la brujería los asedia y el hambre los amenaza.

    Lo que hacen los "arapesh", en el fondo, es lo contrario de lo que hacemos en nuestra sociedad occidental contemporánea (que es, sin duda, más pacífica que la de los "arapesh" que visitó Margaret Mead): nosotros hemos creado instituciones pluralistas, democráticas y tolerantes… pero hemos descuidado la educación de los niños durante su primera infancia (quizá porque probablemente en nuestra forma de vida adultos y niños viven en entornos muy separados y diferenciados... aunque hay que observar, por otra parte, que en un entorno social como el de las pequeñas aldeas "arapesh", los niños también quedarían expuestos al espectáculo de las reyertas de los adultos).

  Y por cierto que no parece exacto el juicio de que los "arapesh" no distinguen entre hombres y mujeres a nivel de comportamiento…

Las manifestaciones de enojo en las niñas se reprimen más temprano que en los niños.

A los niños, más que a las niñas, les están permitidos los accesos de furor.

Entre los arapesh se da a los hombres mayor autoridad (…) Se excluye a la mujer de las ceremonias

En algunos casos, cuando tras el parto se descubre que es una niña y ya hay varias en la familia, se la deja morir. (…) Los arapesh prefieren los niños.

Hay periodos de confinamiento para las mujeres durante la menstruación.

Hay trabajo para hombres, para mujeres y para ambos sexos.

   Otro de los grandes descubrimientos de los antropólogos fue el darse cuenta de que, en las sociedades primitivas, donde se supone que viven de acuerdo con costumbres ancestrales que deberían haberse perfeccionado a lo largo de milenios, existen constantes conflictos personales e individuos inadaptados.

El inadaptado sería el individuo cuya disposición innata es tan extraña a la personalidad social requerida por su cultura para su edad, sexo o casta, que no pueda revestirse de la personalidad que su sociedad le ha asignado.

  ¿Cómo hemos de entender esto? Pues en el sentido de que las sociedades primitivas son, per se, inestables. No solo no son idílicas, sino que se ven sometidas a convulsiones internas y externas. Así, por ejemplo, cuando Margaret Mead nos relata la existencia violenta de los "mundugumor", que no solo forman bandas de asesinos caníbales que aterrorizan a las aldeas vecinas, sino que además disputan constantemente entre padres e hijos a fin de acumular harenes de mujeres sometidas, admite, de pasada, que…

hay abundantes pruebas de un tiempo en el cual la sociedad mundugumor no estaba tan devastada por la violencia.

  Y, si se hubiera buscado, probablemente se habrían hallado pruebas de que los "arapesh" no siempre fueron tan relativamente pacíficos. Todo eso sin contar el hecho de que la llegada de los antropólogos se había visto precedida por la llegada de otros hombres blancos (el observador siempre afecta a lo observado). Por lo tanto, lo “ancestral” hemos de verlo de forma relativa.

  Los mismos primitivos no tienen una idea demasiado profunda del paso del tiempo: unas pocas generaciones atrás, ya se entra en el ámbito de lo legendario, donde antepasados y dioses se confunden, por lo que el que sus sociedades no nos muestren sistemas estables no debe sorprendernos: la evolución social de los pueblos primitivos podría ser cíclica y cambiante a lo largo de cientos y miles de generaciones, y su cultura carece de memoria para enjuiciar estos cambios con una perspectiva histórica.

Los mundugumor no respetan ninguna de sus propias reglas. (…) En lugar de permitir que el hermano use a su hermana para obtener una esposa, el padre puede utilizarla para sí mismo; puede cambiar a su hija adolescente por una esposa joven.
   
En sus vidas conyugales, se podría decir que los arapesh sufren de un inmoderado optimismo, porque no calculan el número de desgracias que pueden deshacer la perfecta adecuación entre un hombre joven y su esposa niña. La misma simplicidad y dulzura del ideal hacen difíciles de soportar las condiciones de las rupturas e interrupciones. 

    Es decir, podríamos concluir que las sociedades primitivas están en cierto modo desestructuradas, que son necesariamente caóticas en lo cultural, tanto como son pobres en lo tecnológico y están expuestas a la precariedad económica. Por lo tanto, el modelo “arapesh” no nos sirve a nosotros. No tanto porque su pacifismo probablemente lleva a un registro de violencia mucho más letal que en nuestras sociedades con policía, jueces, ejército y administración estatal, sino porque su sistema de control emocional a través de la educación y las tradiciones no es tan eficaz a la hora de guiar a los buenos ciudadanos a la existencia pacífica y feliz, así como en apaciguar y compensar a los inadaptados de turno (podríamos quizá trazar cierto paralelismo con el grooming de los grandes simios). Sin embargo, sí que podemos aprender mucho de sus errores en el intento de reprimir la agresividad.

  Otra observación de interés que podemos tener en cuenta se refiere a la violencia de los "mundugumor": se nos dice que ésta les ha permitido enriquecerse dominando las mejores tierras para el cultivo, la caza y la pesca, lo que es una muestra de lo falaz del “argumento” de que los comportamientos compasivos derivan de la riqueza, y que también es otra buena muestra de que la codicia, en contra de lo que consideran algunos ingenuos, no es algo desconocido entre los pueblos primitivos. Mientras los pacíficos "arapesh" pretenden ser monógamos (a veces desposan parejas de hermanas o a la cuñada viuda), los mundugumor triunfantes pueden reunir harenes de hasta veinte esposas. No hay límite en las expectativas del hombre violento.

  Veamos las propuestas de la misma Margaret Mead acerca de cómo evitar la inadaptación y sus consecuencias

Habría que tratar de que todas nuestras instituciones educacionales desarrollaran al máximo al joven que muestra capacidad para la conducta maternal y a la joven que muestra una capacidad opuesta.

Ningún niño debería ser moldeado implacablemente según una pauta de conducta (…) Cada niño sería estimulado según su verdadero temperamento.

Existirían normas éticas y simbolismos sociales, un arte y una forma de vida compatibles con cada conjunto de cualidades. 

   Si bien la propuesta es bastante vaga y, al fin y al cabo, lo que se pretende es evitar los arbitrarios abusos educativos (“Ningún niño debería ser moldeado implacablemente”), conviene recordar que los temperamentos antisociales no son una mera consecuencia de la inadaptación sino que pueden ser innatos (psicópatas, por ejemplo), y que la necesidad de controlarlos se haría en bien de todos. El “verdadero temperamento” importa menos que la capacidad del individuo para desarrollar una vida armoniosa y no conflictiva con sus semejantes, incluso a costa de tener que reprimir sus conductas antisociales de origen innato (la cuestión sería, más bien, crearles compensaciones gratificantes a cambio de la renuncia).

  Finalmente, observemos estos juicios acerca del pueblo de los "tchambuli", ni tan violentos como  los "mundugumor", ni tan pacíficos como los "arapesh":

Es la mujer en tchambuli quien ocupa la posición real de poder en la sociedad

La actitud femenina hacia los hombres es amable, tolerante y de aprecio

  Sin embargo, cuesta trabajo ver cómo estas mujeres amables con los hombres disfrutan de tal posición real de poder

El predominio femenino no origina infaliblemente la libertad de las mujeres para decidir sobre su casamiento

El hombre casado tiene más aventuras que la mujer casada.

Pueden tener dos esposas, o aún tres  (…) Un hombre afortunado tenía tres esposas que podían trenzar mosquiteros (…) Era un hombre rico

Los varones dependen, para comer, de la pesca de las mujeres

  ¿Predominan las mujeres, pero al mismo tiempo enriquecen a los hombres con su trabajo, toleran el adulterio, y permiten la poligamia y los matrimonios concertados?, ¿qué clase de predominio de la mujer es éste que otorga al varón tantas ventajas?